martes, 25 de febrero de 2025

Un poco de aire, por favor


En la comunidad de Madrid somos ya más de siete millones de personas. Y parece que llegaremos a ocho dentro de diez o doce años. Solo la capital tiene ya casi tres millones y medio de habitantes. Estas cifras resultan irrisorias para un chino o un indio, pero en Europa son muy altas. El modelo económico facilita esta concentración poblacional en la gran urbe en detrimento de otros lugares que se van vaciando inexorablemente. La gente no viene a Madrid solo por ser una comunidad muy atractiva y acogedora, sino, sobre todo, porque aquí encuentra oportunidades de formación, trabajo y entretenimiento.

¿Hay alguna forma de evitar estas enormes concentraciones humanas y los problemas que llevan aparejados? Me temo que no. La economía se rige por un principio capitalista que busca siempre el máximo beneficio con el mínimo coste. Este principio lo practica tanto el pequeño trabajador autónomo como el gran empresario. De esta manera se genera riqueza y se crean oportunidades laborales, pero a costa de sacrificar otros valores que son también importantes para el equilibrio personal, familiar y social.


A raíz de la pandemia, ha habido algunas personas (sobre todo, parejas jóvenes con teletrabajo) que han optado por dejar la ciudad y marcharse a los pueblos. También algunas familias inmigrantes están contribuyendo a repoblar la España “vaciada”, pero tanto unas como otras representan un porcentaje mínimo, insuficiente para paliar la despoblación de comunidades como Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón, etc. Mientras tanto, Madrid no deja de crecer con nuevos habitantes y de llenarse de turistas nacionales y extranjeros. Antes se hablaba de temporada alta y temporada baja. Ahora todo el año es temporada alta. 

El centro está siempre repleto de viandantes. La Gran Vía, por ejemplo, es un hervidero de personas que van y vienen, compran en Primark, Zara y Shein o frecuentan los muchos cines, teatros, bares y restaurantes que hay en ambas aceras. Da casi igual que sea de día o de noche. Quizás para el turista que viene dos o tres días, este baño de multitudes puede resultar incluso atractivo, pero para quienes residimos en esta ciudad acaba siendo asfixiante. Es difícil disfrutar de algo (una plaza, un museo, un parque, un bar) sin sentirse engullido por una tromba de viajeros que hacen fotos con el móvil, arrojan los desperdicios al suelo (las papeleras y contenedores no dan abasto para recoger tantos residuos) y, sin pretenderlo, provocan que los precios de muchos productos se encarezcan.


Es posible otra forma de organización social, pero no hay ni voluntad política ni incentivos económicos. Esperemos que esta tendencia a la vida artificial de la ciudad no nos aleje tanto de la naturaleza que, al final, no sepamos ya quiénes somos y qué significa vivir juntos, no solo apiñados, como seres humanos. Al tiempo.

2 comentarios:

  1. Tremendo. A mi me parece que esto es insostenible. No se cual puede ser la solución …..María N.

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  2. Todo tiene un precio… Estamos viviendo un proceso que se ha desencadenado sin que nos diéramos cuenta de que se estaba preparando… Está aumentando la población en grandes ciudades y, en cambio, los pueblos pequeños se están despoblando y quedando sin servicios y, como consecuencia, las personas que pueden, se van donde creen encontrarlos, en las grandes ciudades, sin darse cuenta del “coste” que ello conlleva.
    Actualmente, estamos viviendo una época donde lo que prima es el poder adquisitivo… y el que no puede, se queda donde pueda sobrevivir. ¡Cuánto sufrimiento oculto se está viviendo! Y esto va en aumento y las autoridades no hacen nada para paliarlo…
    Gracias por ayudarnos a ir descubriendo la vida en sus diferentes vivencias.

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