domingo, 28 de enero de 2024

Enseñar con autoridad


Hoy está en crisis el liderazgo. Son pocos los líderes políticos o religiosos que gozan de prestigio. A los primeros se los suele acusar de populistas, incompetentes, mentirosos, corruptos y -usando un término que se ha opuesto de moda en los últimos años- cortoplacistas. A los segundos se los tilda de mediocres, anodinos o miedosos. Pocos líderes tienen una visión clara de lo que conviene a sus respectivos países o instituciones y se aprestan a llevarla a la práctica con integridad moral, competencia profesional, humildad y entusiasmo

Más que por líderes honrados y clarividentes, somos conducidos por intereses corporativos, algoritmos digitales y, en el peor de los casos, por nuestros miedos. La palabra líder viene del inglés leader, que significa “el que conduce o guía” y la palabra autoridad viene del latín auctoritas, que a su vez proviene del verbo augere, que significa “hacer crecer”. Los líderes que hoy tenemos, ¿nos guían hacia objetivos de mayor libertad, justicia y paz o buscan solo sus intereses personales?, ¿nos ayudan a crecer como personas y como comunidades o nos recortan demasiado las alas?


En este contexto, cobra mucha actualidad el Evangelio del IV Domingo del Tiempo Ordinario. Después de que Jesús hablara en la sinagoga de Cafarnaúm, los oyentes “se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”. Y más adelante, tras la curación de un hombre que tenía un espíritu inmundo, añaden: “Este enseñar con autoridad es nuevo”. Los habitantes de Cafarnaúm estaban acostumbrados a tener jefes y maestros de todo tipo, pero lo que hace Jesús, su manera de enseñar y de curar, les parece muy diferente. Les suena a algo nuevo. El aura que desprende los cautiva. 

Esa novedad es fruto de la autenticidad. Jesús es un hombre de una pieza. A diferencia de muchos líderes de su tiempo y del nuestro, lo que hace concuerda con lo que dice. No hay un desdoblamiento entre palabras y acciones. Consciente de que muchos líderes no se comportan de esta manera sino que buscan medrar, más adelante Jesús advertirá a sus discípulos: “No será así entre vosotros” (Mt 20,26). Y sobre el modo de reaccionar frente a los líderes incoherentes y vanidosos, Jesús será también muy claro: “Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen” (Mt 23,3).


¿Cómo ejercer la autoridad al estilo de Jesús? Esta pregunta tiene que ver con los padres, maestros, sacerdotes, obispos, jefes, políticos, etc. Lo primero que necesitamos es humildad para reconocer que no somos dueños de nadie, sino servidores. Las personas (hijos, feligreses, ciudadanos, empleados, subordinados) no nos pertenecen. Si hemos sido constituidos en autoridad es para ayudarlas a crecer (augere-auctoritas) y para guiarlas (leadership) hacia objetivos que promuevan su dignidad y su desarrollo a todos los niveles. 

Esto exige autenticidad y un mínimo de coherencia para que las palabras no sean invalidadas por los hechos. No podemos pedir a los demás lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer. Cuando encontramos a personas que hacen lo que dicen, que no viven con doblez, entonces nos sentimos atraídos por ellas. Necesitamos a todos los niveles líderes de este tipo. No hace falta que sean fotogénicos, políglotas o hábiles en el manejo de las redes sociales. La “autoridad” emerge espontánea de la verdad, la bondad y la belleza que anidan en nuestro corazón.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por recordarnos que las personas, hijos… no nos pertenecen. Como madre fue una idea que tuve desde el primer momento. No es fácil, pero ayuda muchísimo, como escribes, a ayudarles a crecer y para guiarles hacia objetivos que promuevan su dignidad y su desarrollo a todos los niveles.
    Realmente no podemos pedir a los demás lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer.

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