Han pasado 25
días desde mi último post. Durante este
tiempo he recibido algunos mensajes por medios diversos: “Echo de menos leerte.
Espero que estés disfrutando de Guinea”; “Hace muchísimos días que tu blog está parado en Buenos días, Malabo. ¿Pasa algo? ¿Estás bien?”; “Desde el viernes 5
de mayo no he vuelto a saber de ti ni de tu espacioso rincón”; “Muchos días sin
saber de ti. Las últimas noticias apuntaban a Malabo. Espero que te encuentres
bien”; “¿Qué ocurre que ahora no me llega nada de Gundisalvus? ¿Será que has dejado de escribir?”. Los demás mensajes
van en esta misma línea. Os agradezco mucho vuestra preocupación. Cuando me ha
sido posible, os he respondido telegráficamente.
Apenas aterrizado en Madrid,
después de varias semanas en Guinea Ecuatorial, ha llegado el momento de
responder a las preguntas de mis amigos, aunque ya casi he perdido el hábito de
escribir. Si no lo he hecho a lo largo de este mes de mayo ha sido… porque no
he podido. Es verdad que el programa de mi visita a las misiones claretianas ha
sido muy intenso. Es verdad que en algunos lugares la conexión a Internet era
muy débil o sencillamente no existía. Es verdad que el clima ecuatorial te deja
exhausto después de jornadas agotadoras, con la camisa empapada en sudor y sin
ganas de teclear un post. Pero me he
visto en otras circunstancias semejantes y siempre he podido ingeniármelas para
mantener vivo el blog. Recuerdo, por
ejemplo, mi viaje a Gabón y al Congo en julio del año pasado. No, la verdadera
razón de mi reciente “apagón informativo” no ha sido la falta de tiempo, la
desgana o un problema de salud sino otra más seria e irritante: en Guinea
Ecuatorial están bloqueadas las redes sociales y los blogs para evitar que se genere una oposición digital al régimen,
de manera que no me ha sido posible subir ninguna información, aunque algunos
días sí he podido leer la que colgaban otros desde fuera del país. Siempre que
lo he intentado aparecía el mismo mensaje en pantalla: “An error condition occurred while reading data from the network”. Este
control permite intuir la situación que vive el país más allá de la propaganda
oficial.
He hecho una
breve escala en Madrid antes de proseguir mi viaje de regreso a Roma. He pasado
de las intensas lluvias y de la humedad de Malabo (próxima al 100%) a la seca y
calurosa primavera madrileña. En realidad, estoy cambiando de clima,
alimentación, horario y lengua cada dos por tres. Forma parte de mi vida
misionera. Ahora, tras una ducha reparadora después de un viaje nocturno de
seis horas, repaso mentalmente algunos de los temas sobre los que me hubiera
gustado escribir… si me hubiera sido posible. Durante este tiempo, he visitado
las comunidades claretianas de Malabo y Luba (en la isla de Bioko) y las de
Bata, Kogo, Niefang y Nkué (en la zona continental). No me ha sido posible
visitar la comunidad de la isla de Annobón por problemas con los vuelos. He
participado en la solemne ordenación de tres nuevos obispos guineanos (uno de ellos claretiano), que tuvo lugar el
pasado sábado día 20 en Mongomo, el
pueblo natal del presidente del país, Teodoro Obiang Nguema. Junto con otros compañeros claretianos,
he asistido a la entronización de cada uno de los tres nuevos obispos en sus
respectivas diócesis: Mongomo (día 20), Evinayong (día 21) y Ebebiyín (día 24). Las ceremonias han durado entre
cuatro y cinco horas. Todas han sido presididas por el Cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, acompañado por el Nuncio Piero Pioppo, los
obispos guineanos y otros venidos para la ocasión de los países vecinos: Camerún,
Gabón, Congo, Chad, etc. Yo las he resistido bien porque en situaciones
semejantes me sitúo en posición de “bajo consumo”. Trato de ahorrar energía,
estar relajado y dejarme llevar. África tiene un ritmo que puede romper la
paciencia de un europeo, a menos que uno lo acepte con calma y lo disfrute con
sencillez, sin formalismos ni miramientos. Y, si puede, tenga a mano una
botellita de agua para evitar la deshidratación.
Recorriendo el
pequeño país (apenas 28.000 kilómetros cuadrados) de un extremo a otro a través
de una moderna red de carreteras y autopistas (única en el África subsahariana),
contemplando la selva exuberante en Niefang y Nkué, disfrutando de las puestas
de sol sobre el estuario de Kogo, meciéndome al ritmo de los xilófonos y tambores
en interminables celebraciones litúrgicas, estrechando cientos de manos en las
ciudades y poblados, protegiéndome de los mosquitos, degustando la yuca, el
plátano y la malanga, presidiendo la eucaristía con muchas personas que rezan,
cantan y bailan, he comprendido por qué el futuro de la humanidad está en esa
tierra hermosa y esclavizada. ¡África, a pesar de todas sus miserias, conflictos y
guerras, es el continente de la vida!
Es verdad que el petróleo y los teléfonos móviles han transformado bastante el modus vivendi de este pequeño país ecuatorial. En los últimos 22 años, el dinero proveniente del “oro negro” ha servido para construir vías de comunicación, puertos y aeropuertos, escuelas, centros de salud, centrales eléctricas, iglesias, capillas... e innumerables, megalómanas y casi siempre inútiles construcciones civiles como palacios presidenciales, ministerios, paseos marítimos, campos de golf, etc. (No hace falta decir que gobernantes, familiares y empresarios locales y extranjeros han sacado una suculenta tajada de presupuestos hinchados mientras el pueblo llano apenas se ha beneficiado del boom económico, a no ser en forma de empleos precarios y algunas migajas caídas de las mesas de los nuevos plutócratas).
Es verdad que el petróleo y los teléfonos móviles han transformado bastante el modus vivendi de este pequeño país ecuatorial. En los últimos 22 años, el dinero proveniente del “oro negro” ha servido para construir vías de comunicación, puertos y aeropuertos, escuelas, centros de salud, centrales eléctricas, iglesias, capillas... e innumerables, megalómanas y casi siempre inútiles construcciones civiles como palacios presidenciales, ministerios, paseos marítimos, campos de golf, etc. (No hace falta decir que gobernantes, familiares y empresarios locales y extranjeros han sacado una suculenta tajada de presupuestos hinchados mientras el pueblo llano apenas se ha beneficiado del boom económico, a no ser en forma de empleos precarios y algunas migajas caídas de las mesas de los nuevos plutócratas).
Pero la verdadera
riqueza de Guinea Ecuatorial –como del resto del África tropical– no se halla
en el subsuelo (el petróleo –como ha sucedido en otros países como Sudán del
Sur, Nigeria o Angola– puede ser a menudo más una maldición que una bendición)
ni siquiera en sus selvas lujuriosas (fuentes de recursos madereros) o en sus mares
(ricos en diversas especies de pescados), sino en su capital humano. Estoy
convencido de que el sufrimiento de estos pueblos –casi todos sometidos a
antiguas y modernas formas de esclavitud, dictaduras y corrupción– puede
generar reacciones de odio y venganza, pero también es venero de una profunda
sabiduría que, a su vez, produce reconciliación y armonía. La trayectoria del
sudafricano Nelson Mandela es paradigmática. Los regímenes dictatoriales
–difíciles de entender, y menos de justificar, desde una perspectiva europea– impiden
el libre desarrollo de las personas, pero, sin que ellos lo adviertan, como una
paradoja indeseada, refuerzan sus ansias de libertad, participación y
solidaridad. Y preparan etapas de mayor dignidad humana. ¡Ojalá la fe cristiana
que profesa la mayoría de las gentes de esta tierra les ayude a purificar y
sostener su compromiso y les impida quedar atrapados en un servilismo inhumano
o en un consumismo que seca las reservas de sabiduría que todavía existen!
Espero que de hoy
en adelante pueda retomar mi compromiso diario. Hay todavía muchas cosas que
contar sobre mi viaje a Guinea Ecuatorial, aunque me imagino que la actualidad
irá imponiendo otros temas. Por cierto, durante mi viaje, un niño de la
parroquia San Carlos Lwanga de Bata, al ver mi piel clara, exclamó con
desparpajo: “Hola, chino”. Confieso
que en la vida me han llamado varias cosas, pero es la primera vez que alguien
me llama chino. Esto nos da idea de
la omnipresencia del gigante asiático en estas tierras guineanas y, en general,
en toda África. A ellos no les interesan los asuntos políticos o religiosos.
Buscan materias primas y mercados. Business
is business! Son los nuevos “misioneros” de la globalización económica. Las
innumerables sectas pentecostales completan el supermercado de ofertas. En
tiempos de peces gordos todos lanzan al mar sus cañas y anzuelos. Cuando vienen
mal dadas, la mayoría se retira a los cuarteles de invierno. Los “otros misioneros”
siempre permanecen. El pueblo percibe la diferencia.
Bien llegado. Gracias por seguir con todos nosotros. Un abrazo
ResponderEliminarBienvenido Gonzalo!!!! que bien volver a leerte. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias Gonzalo por estar ahí... alegría de reencuentro... Esta tu "ausencia" ayuda a valorar aún más tu "presencia".
ResponderEliminarUn abrazo
Gonzalo, saludos próximos a Pentecostés. Alegría saber que retomas tus reflexiones compartidas. Un abrazo
ResponderEliminarComo el resto de seguidores, una gran alegría recuperar sus comunicaciones. Por estilo y contenido, por retazos de sus historias y escenarios, me tiene en su sintonía. Un cordial saludo.
ResponderEliminar¡Qué alegría tenerte otra vez "autorizado". Me alegra mucho que vengas tan contento de África. Sigue contando las aventuras vividas en medio de tan maravillosas gentes. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarVuelves con fuerza. Me alegra. Un abrazo
ResponderEliminarBienvenido Gonzalo. ¿En qué consiste la celebración de 5 horas? Si algún día tienes ganas nos cuentas. Un abrazo. María
ResponderEliminarFue la celebración de ordenación de los tres nuevos obispos guineanos. Entre cantos, lectura de bulas, procesiones, entrega de símbolos, alocuciones, etc.el tiempo se fue pasando hasta completar casi las cinco horas.
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