jueves, 7 de agosto de 2025

El calor social


Resulta que vivo en un refugio climático sin saberlo. Mi cuarto está orientado al noroeste, así que solo recibe el tibio sol del atardecer. El resto del día permanece a la sombra, lo que permite mantenerlo en torno a 22 grados sin usar ningún artilugio refrigerador. Reconozco que soy un privilegiado. 

Los telediarios nos inundan con imágenes y testimonios de personas que dicen asarse debido a esta prolongada segunda ola de calor estival. Sé por experiencia lo difícil que es concentrarse, trabajar y descansar cuando la temperatura es tan elevada. Muchas viviendas están preparadas para el combatir el frío del invierno, pero no tanto el calor del verano. En Vinuesa, donde estoy ahora, aunque el termómetro escale hasta los 35 grados a media tarde, por la noche baja a 17, con lo cual es posible dormir.


En el fondo, lo del calor meteorológico me sirve de excusa para hablar del calor social. Llevamos mucho tiempo con una temperatura demasiado elevada. Hablando ayer con un amigo, repasamos varios asuntos de actualidad y nos detuvimos en el problema de la vivienda. ¿Cómo es posible que haya tanta escasez y que los precios de compra o de alquiler sigan siendo tan altos? Ya es un tópico reconocer que la mayoría de los jóvenes trabajadores no están en condiciones de acceder a una vivienda digna. Y no digamos en el caso de muchos inmigrantes. 

El problema es complejo porque inciden en él muchos factores, pero se podría afrontar con éxito si hubiera una decidida voluntad política para resolverlo. Si algo le sobra a España es precisamente suelo, aunque algunos municipios como Madrid hayan agotado casi su terreno urbanizable. ¿Por qué no se agilizan los procedimientos para la construcción de viviendas? Mi amigo, que es empresario, se quejaba del exceso de regulación que existe en España y en toda la Unión Europea. Lo que, de entrada, puede asegurar la calidad y seguridad de los productos, acaba convirtiéndose en un lastre que impide resolver los problemas con prontitud y eficacia. Se lo he escuchado también a otros parientes y amigos míos que son trabajadores autónomos. 

Tengo la impresión de que la Unión Europea va a ser víctima -lo está siendo ya- de su elefantiasis burocrática. Esta tendencia a controlar todo -desde la fabricación de los tapones de las botellas de plástico hasta la construcción de viviendas- indica una desconfianza radical en la sociedad civil, un verdadero “miedo a la libertad” (Erich Fromm). Pero sin libertad no hay ni creatividad ni productividad.


Promover y garantizar la libertad de las personas y grupos no significa crear un espacio anómico, donde el más fuerte pueda campar a sus anchas. Significa clarificar los derechos y deberes de cada uno, evitando imponer más normas de las imprescindibles. Cuando la sociedad está hiperregulada -como sucede ahora- se atasca, no consigue resolver problemas que la libertad de los ciudadanos afrontaría de una manera mucho más creativa, eficaz y justa. 

Pero seguimos siendo víctimas de una mentalidad estatalista que, para corregir los riesgos del liberalismo desbocado, pone la venda antes de que se produzca la herida. Al final, todos vamos a parecer pacientes de un enorme hospital social o párvulos de una escuela monitorizada, seres tutelados por quienes nos dicen lo que tenemos que comer y beber, lo que tenemos que comprar, los lugares que debemos visitar, si podemos pagar con tarjeta o en efectivo y otras muchas cosas que tienen que ver con la libertad de vivir. La IA ha venido para que ese control acabe siendo casi absoluto

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.