martes, 1 de julio de 2025

Una tarea coral


Comenzamos el mes de julio bajo un calor oprimente que parece ensañarse con los más débiles. ¡Hasta The Guardian se hace eco de lo que está sucediendo en Europa y en España en particular! No se trata de algo anormal, sino de la nueva normalidad meteorológica.

Los periódicos impresos y digitales españoles abren con otra  noticia caliente, casi abrasadora, la del encarcelamiento de Santos Cerdán. Se multiplican los análisis y se especula con las consecuencias. No es bueno que a uno lo lleven al trullo en plena ola de calor. Todo se altera cuando el termómetro supera los 40 grados. 

¿Aprenderemos la lección? Evidentemente no. Estos casos de corrupción no van a cambiar nuestros valores y ni quisiera nuestros procedimientos, así que habrá que prepararse para los siguientes. Vivimos en una sociedad de pillos con corbata o con vaqueros de marca. Habrá nuevos Santos, Ábalos y Koldos en el PSOE, en el PP y en cualquier otro partido que tenga acceso a los dineros públicos. Mientras tanto, millones de ciudadanos son “esquilmados” (no encuentro otra palabra más precisa) a impuestos. 

La cosa tiene muy mala solución porque a casi nadie del ámbito político le interesa que cambie en profundidad, por más que digan que sí con la boca pequeña y a micrófono abierto. No sé si las nuevas generaciones conseguirán hacerlo. Con las actuales, más vale perder toda esperanza. Es verdad que cuando se descubren algunos casos todos se rompen las vestiduras y hacen promesas que no cumplirán, pero esa reacción airada tiene poco recorrido. ¿Hay alguien que todavía crea de buena fe en la honradez de la clase política?


Leo que el rey emérito Juan Carlos I ha decidido publicar sus memorias el próximo mes de noviembre, coincidiendo con el 50 aniversario de su proclamación como rey, bajo el título de Reconciliación. Tiene todo el derecho a narrar las cosas desde su punto de vista, pero, después de haber visto los cuatro capítulos de la miniserie documental Juan Carlos. The downfall of a King (2023), resulta difícil seguir defendiendo a un rey que se valió del cargo para muchas cosas que nada tenían que ver con su servicio a España. 

La sensación de que vivimos en un magma de corrupción sistémica es inevitable. De vez en cuando saltan casos de las grandes empresas, los bancos, los clubes de fútbol, etc., pero me temo que se trata solo de la punta del iceberg. Necesitamos una regeneración moral de tal calibre que, en el mejor de los casos, tardaremos décadas en crear una cultura de la honradez, la transparencia y la rendición de cuentas. Pareciera que los vicios corruptos se heredan como se heredan las propiedades inmobiliarias o los depósitos bancarios.


Todos tenemos una grave responsabilidad. Los padres deben vivir estos valores para que sus hijos los perciban más allá de las palabras. Los maestros y profesores tienen que ser testigos de un estilo de vida honrado. Los servidores públicos necesitan una especial formación ética para asumir sus responsabilidades. No basta solo con que superen algunas pruebas técnicas. 

La Iglesia, por su parte, debería ser -como se proclama en la plegaria eucarística Vb- “un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y paz para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”. Se trata de un esfuerzo coral sostenido también por los medios de comunicación social. Solo con un fuerte empeño colectivo se pueden ir dando pasos hacia una nueva cultura en la que la corrupción no sea algo sistémico, sino un fenómeno reducido a casos aislados, como sucede con otros crímenes que atentan contra el bien común. 

Me resulta muy doloroso que algunos de los que han protagonizado los casos más sonados de corrupción en España se hayan formado en centros académicos de la Iglesia. Hay muchas cosas que cambiar. No basta con “educar en valores”, como se repite hasta la saciedad. Necesitamos ayudar a los niños y jóvenes a descubrir el fundamento de todos los valores y aprender a tener una “experiencia de encuentro” con Él. No es fácil, pero se trata de un objetivo irrenunciable.

1 comentario:

  1. Lamentablemente, tenemos la corrupción por todos los lados… ¡Cuántos casos tenemos, a nuestro alrededor, que no se entiende la procedencia del dinero que se está gastando!
    Interesa tener a la gente distraída… y desde ámbitos públicos hay dinero para todo, menos para lo esencial.
    Ya das una pista: “… ayudar a descubrir el fundamento de todos los valores y aprender a tener una ‘experiencia de encuentro’ con Él.” Y reconoces que “…no es fácil, pero se trata de un objetivo irrenunciable.”
    Sería lo ideal, pero ¡se está tan lejos de ello!
    Gracias Gonzalo por llevarnos a esta reflexión.

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