Mi deseo era compartir con los lectores diversas experiencias de vida al hilo de mis andanzas misioneras. El objetivo inicial de dialogar con mis amigos de infancia se ha ido extendiendo de manera natural. A medida que pasaba el tiempo, se iban añadiendo otros lectores desde muchos rincones del mundo. Google me proporciona estadísticas precisas sobre su procedencia, número de visitas y plataformas usadas. En ningún momento se me ocurrió hacer la más mínima publicidad o alojar el blog en alguna página web famosa. Desde el principio hasta el final, se ha mantenido como un “rincón” discreto, abierto a quienes libremente quisieran acercarse.
Los temas han ido surgiendo al hilo de lo que iba viviendo, sin ningún
tipo de programación. De vez en cuando, me han venido sugeridos por los lectores. Algunos me han enviado libros, artículos o vídeos que consideraban
sugestivos. He procurado hacerme eco de ellos. Detrás de todo lo escrito, hay
una convicción que es, al mismo tiempo, una pasión: no hay ninguna experiencia
humana comparable al encuentro con Jesucristo. Quienes la viven pueden afrontar
la vida con sentido y alegría en medio de todas las pruebas y contradicciones.
Aprovecho
esta entrada bimilenaria para agradecer de corazón el apoyo de quienes a lo
largo de estos seis años os habéis asomado a este Rincón. A muchos de vosotros
os conozco personalmente, incluso hemos tenido la oportunidad de organizar
algunos encuentros presenciales y virtuales. Cuando cada día me sentaba ante el
ordenador os tenía presentes. En el fondo, cada entrada era como el comienzo de
un diálogo. ¿Qué sentido tiene escribir algo si nadie lo va a leer? En ese
diálogo imaginario han ido madurando convicciones y puntos de vista. Muchas
gracias por vuestra presencia escondida. Sin darnos cuenta, hemos ido creando
una comunidad de buscadores.
Creo que durante un tiempo (quizás hasta el mes de
septiembre) dejaré abierto el blog por si alguien quiere seguir explorando
algunas entradas antiguas. Después, Dios dirá.
¡Hasta la vista!