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miércoles, 11 de mayo de 2022

Jesús, ese desconocido


Hablando con algunas Servidoras del Evangelio de origen alemán, me decían que la evangelización en Europa está resultando muy difícil, pero veían signos de esperanza en las generaciones más jóvenes. Para muchos chicos y chicas, Jesús es un perfecto desconocido. No han oído hablar de él en sus casas y apenas han recibido información en el colegio. No tienen los prejuicios de generaciones anteriores. Escuchando el testimonio de estas alemanas, me preguntaba si Jesús no será también para nosotros, cristianos adultos, un desconocido. 

Lo hemos ido recubriendo de tantos ropajes dogmáticos, emotivos, éticos, canónicos y rituales que quizá no sepamos bien de quién estamos hablando. Es como esas tallas de madera que han sido policromadas y barnizadas varias veces a lo largo del tiempo y que, a base de tantas capas de pintura, han perdido la fuerza de la talla original. Es necesario que un especialista las decape con maestría para devolvernos el aspecto primigenio de la madera, tal como salió de las manos del artista.


Estoy convencido de que los primeros que necesitamos una evangelización fresca somos nosotros, las personas que recibimos de niños una educación cristiana, pero que, en realidad, nunca hemos tenido una experiencia personal de encuentro con Jesucristo y un acercamiento cordial y crítico a los evangelios. Hemos vivido de rentas familiares y culturales. Sin darnos cuenta, podemos ser deudores de una imagen demasiado dulzona, ingenua, rígida o moralista de Jesús, bastante alejada de la que nos transmitieron las primeras generaciones cristianas a través de sus obras escritas y, sobre todo, de su experiencia vital cristalizada en tradiciones vivas. 

Por eso, creo que el renacimiento de la fe irá de la mano de un nuevo itinerario de descubrimiento de Jesús. Tendremos que dejarnos seducir por él. Nos veremos obligados a responder a la pregunta que dirigió a sus primeros seguidores: “¿Qué buscáis?”. No conozco a nadie que no haya experimentado algún tipo de estremecimiento cuando ha tenido la oportunidad de conocer de cerca a Jesús. En los primeros compases de este blog, dediqué una larga entrada (quizá la más larga de estos seis años) a reflexionar sobre los caminos que pueden ayudarnos hoy a un encuentro personal con él. La evangelización no puede perderse en cuestiones menores. Lo esencial es encontrarnos con Jesús y dejarnos transformar por él.


El corazón humano no puede saciarse con el mundo de los afectos y del sexo, como hoy se proclama a los cuatro vientos, a veces con intenciones narcotizantes. Y mucho menos con los logros de la ciencia, la técnica y el progreso material. El ser humano está hecho para una búsqueda infinita. Es un universo diminutivo. Solo una propuesta de vida infinita como la que hace Jesús puede aquietarlo. Quienes hemos atisbado, si quiera de lejos, esta experiencia, no deberíamos albergar dudas sobre su eficacia. No hay nada mejor que podamos ofrecer a una persona que acompañarla en su búsqueda de Jesús. 

Nunca deberíamos dar por supuesto que él es conocido por el hecho de que nuestra geografía esté sembrada de iglesias dedicadas a él o porque todavía pervivan tradiciones (fiestas, romerías, etc.) que se relacionan con su figura. El verdadero Jesús puede ser un perfecto desconocido incluso para quienes nos confesamos seguidores suyos. Si no hay nada de él que nos sorprenda o escandalice, lo más seguro es que lo hayamos domesticado hasta el punto de volverlo irrelevante. Si todas las páginas del evangelio nos suenan a algo conocido, trillado, necesitamos resetear nuestra experiencia de fe. Creo que, a medida que pasan los años, comprendemos mejor que es mucho más lo que ignoramos que lo que sabemos. Por eso, seguimos buscando y no nos cansamos de la aventura de la fe.

3 comentarios:

  1. Creo que en parte sí que también para nosotros, Jesús es un desconocido… Siempre nos quedan aspectos para descubrir y que los vamos descubriendo según las experiencias que vamos teniendo en nuestra vida…
    A lo largo de la vida se nos ha ido presentado un Jesús diferente según los ambientes en que nos hemos movido y me lleva a preguntarme: ¿Qué Jesús estoy transmitiendo?
    Lo difícil es poder vivir este momento de “encuentro” con Él que nos dé la suficiente fuerza para dejarnos transformar por Él…
    Me ha venido bien volver a leer la “entrada larga” “No me lo creo”… en la que nos transmites mucha reflexión y de momento me quedo con: Ser cristiano es, ante todo, la adhesión personal a Jesucristo mediante la fe en el seno de su comunidad que es la Iglesia.
    Es necesario que podamos aspirar a que “el renacimiento de la fe vaya de la mano de un nuevo itinerario de descubrimiento de Jesús.”

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  2. Creo que no había leído el post del 2018 hasta el final. Merece la pena dedicar un ratito y leerlo con calma. Muchas gracias Gonzalo. Un abrazo.

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