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jueves, 3 de diciembre de 2020

El día de Dorotea

Ya sé que hoy es la fiesta del gran misionero san Francisco Javier al que sus paisanos navarros veneran con gran devoción. Me he referido a él en varias ocasiones en este Rincón porque para mí representa un ejemplo de audacia misionera. Sin embargo, este año prefiero fijarme en una figura femenina más desconocida, al menos en ambiente hispanohablante, no así en el anglosajón. Me refiero a Dorothy Day, fallecida hace 40 años, concretamente el 29 de noviembre de 1980, en Nueva York, la ciudad de su vida. Quienes saben inglés enseguida habrán adivinado que en el título de la entrada de hoy me he permitido jugar con su nombre: Dorothy Day (el día de Dorotea). Quiero escribir algo sobre una mujer excepcional, compleja, discutida, igual que en otras ocasiones he escrito sobre Thomas Merton (estadounidense), Charles de Foucauld (francés) o Carlo Acutis (italiano), por recordar solo unos pocos ejemplos. Estoy convencido de que el Evangelio se transmite, sobre todo, a través del contagio de quienes lo han hecho vida. Dorothy Day rompe los moldes ordinarios de la santidad. Fue una gran enamorada de Cristo en un contexto en el que era muy fácil, casi obligado, renegar de él. Conociendo algo su historia, podemos adivinar hasta qué punto fue una cristiana típica del siglo XX.

Dorothy nació en Brooklyn-Nueva York el 8 de noviembre de 1897 en el seno de una humilde familia protestante. Con ayuda de una beca comenzó a estudiar en la universidad de Illinois y se afilió al Partido Socialista americano. Al cabo de dos años abandonó los estudios y se puso a trabajar como periodista cubriendo asuntos sociales, a los que siempre fue muy sensible. Creyó ingenuamente que la revolución bolchevique de 1917 significaría también la derrota de la clase dominante de Estados Unidos. Trabajó luego como enfermera al final de la Gran Guerra y durante la famosa “gripe española” (1918)... ¡y hasta como modelo para los estudiantes de arte! Se casó con el filántropo anarquista Forster Buttermann con el que tuvo una hija. En este tiempo se convirtió al catolicismo y se separó de su marido debido a que no compartían las mismas ideas, aunque siempre siguió queriéndolo. La Gran Depresión de 1929 produjo en Estados Unidos un desempleo sin precedentes. Muchos trabajadores vivían en la miseria. En ese contexto, Dorothy conoció a Peter Maurin con quien fundó el periódico “El trabajador católico”, que en poco tiempo logró una gran difusión y fue inspirador de numerosas iniciativas en favor de los más desfavorecidos. En él denunciaban la opresión a la que era sometida la clase trabajadora. En 1952 publicó su autobiografía titulada Loneliness (La larga soledad). En ella escribe: “Cuando muera espero que la gente diga que traté de recordar lo que Jesús nos dijo - sus maravillosas historias - y traté de vivir de acuerdo a su ejemplo y también siguiendo la sabiduría de escritores y artistas como Dickens, Dostoievski y Tolstoi, que vivieron siempre pensando en Jesús”.

A la poliédrica Dorothy Day se la ha llamado de muchas maneras: periodista radical, anarquista, feminista, activista libertaria, bohemia, pero también convertida, mística, profetisa... Para el historiador David O' Brien, es “la figura más importante, interesante e influyente en la historia del catolicismo americano”. ¡Hasta el FBI la consideró peligrosa! Era muy crítica del capitalismo y también del comunismo estatalista, aunque mostró al principio algunas simpatías hacia la revolución cubana. Se guiaba, sobre todo, por la doctrina de la Iglesia, en particular por las encíclicas sociales de Juan XXIII y Pablo VI.  Murió a los 83 años. Juan Pablo II la declaró Sierva de Dios en 1996. En el año 2000 se comenzó el proceso de beatificación en su diócesis neoyorquina. A ella se refirió el papa Francisco hace cinco años en su visita a Washington: “Su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos”.

Dorothy Day es probablemente la persona que mejor ha sabido aplicar las enseñanzas de la Iglesia sobre justicia económica y social en el contexto capitalista americano. Siempre se puso del lado de quienes no tenían trabajo ni techo.  Es si todavía la expresión significa algo noble una “cristiana social”; es decir, una enamorada de Jesucristo que se tomó muy en serio el espíritu de las Bienaventuranzas y trató de aplicarlo en su vida personal y en su compromiso social. Fue una cristiana “embarrada”, que salió de los ambientes confortables de un catolicismo de salón y se hizo popular. Tal vez cometió errores y exageraciones que nos desconciertan y hasta nos escandalizan, pero – como le gusta repetir al papa Francisco – es preferible una Iglesia que se accidenta por salir a los difíciles caminos de la vida, que una Iglesia neurótica por quedarse recluida en sus tranquilos cuarteles de invierno. Necesitamos cristianos arriesgados, amigos de las periferias y fronteras. 

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con que “el Evangelio se transmite, sobre todo, a través del contagio de quienes lo han hecho vida”… pero quizás es bueno que sepamos discernir en que nos dejamos contagiar porque se acopla a nuestras cualidades y a nuestra manera de ser. No todos tenemos los mismos dones. Que este “contagiarnos” nos aporte luz para descubrir cuál es nuestra llamada.
    Gracias por los enlaces que nos llevan a conocer y refrescar la vida de otros santos... Se nos ofrece toda una diversidad de vidas. Me viene ell recuerdo cuando el papa Francisco habla "de los santos de la puerta del lado".

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