Páginas web y blogs

viernes, 4 de diciembre de 2020

Solo seis minutos

Este es, más o menos, el tiempo que dura la confesión que Felipe Mountbatten, el Duque de Edimburgo, hace en el episodio 7 de la tercera temporada de The Crown, la serie en la que la plataforma Netflix ha tirado la casa por la ventana. El episodio en cuestión se titula Polvo lunar (Moondust). Confieso que casi se me saltan las lágrimas. Hacía tiempo que no escuchaba un monólogo tan soberbiamente interpretado por el actor  británico Tobias Menzies en su papel de esposo de la reina Isabel II. Hay que reconocer que en el Reino Unido hay una pléyade de excelentes actores. En la serie vemos desfilar a algunos de ellos. Son tan creíbles, que uno no sabe si está viendo al actor o al personaje real. No me extraña que mucha gente, viendo la serie, no distinga entre ficción y realidad. 

La escena es sobria. Después de haberse entrevistado con los tres primeros astronautas que viajaron a la Luna (los estadounidenses Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins) en su visita al Reino Unido el 14 de octubre de 1969, el príncipe Felipe experimenta una gran decepción. Él, entusiasta de la ciencia, la tecnología y la aventura, había imaginado que los tres jóvenes astronautas habrían compartido con él algunas de sus reflexiones ante ese “pequeño paso para un hombre, salto gigante para la humanidad” (small step for a man, giant leap for mankind). Sin embargo, se limitaron a contar cuatro menudencias relacionadas con su trabajo técnico. Decepcionado, se acerca a St. George’s House, una casa en el complejo de Windsor, en la que el capellán anglicano de la capilla del palacio, el reverendo Robin Woods, ha montado un centro de renovación para sacerdotes en crisis. Estamos a finales de los años 60 del siglo pasado. El príncipe Felipe se acerca a los 50 años. La serie aprovecha esa coyuntura para abordar su crisis personal y, más específicamente, su crisis de fe.

El príncipe, que en la realidad era muy amigo del capellán Robin Woods, entra en la sala donde este se halla reunido con un grupo de sacerdotes y, sin muchos preámbulos, realiza la confesión que más adelante transcribo. Desde el punto de vista dramático, resulta muy atractiva porque contrasta con la actitud altanera que había tenido en una primera visita que el Duque hizo al centro. Allí había ridiculizado a Woods y sus hombres por querer afrontar las crisis personales que se suelen producir en la mitad de la vida a base de reflexión y oración. Lo que se necesita les había dicho el Duque con la suficiencia de un hombre joven y pragmático es la acción. El mundo ya está interpretado, ahora hay que transformarlo. Sin ni siquiera imaginarlo, había coincidido ¿quién se lo iba a decir a él, un aristócrata de rancio abolengo? con Feuerbach y Marx. Después de su entrevista con los astronautas, símbolos de ciencia y técnica, de acción, se le vino abajo esta manera obtusa de ver la vida.

Parece obvio que la confesión del príncipe Felipe es una licencia televisiva y que, por lo tanto, no se produjo en estos términos, pero hay que reconocer que los guionistas han sabido poner la carne en el asador con ese estilo tan sobrio, tan British, de decir las cosas. Me permito colocar en la columna de la izquierda el texto original del guion y, en la de la derecha, una traducción bastante literal hecha por mí. Que cada lector saque sus propias conclusiones, sobre todo los que están en la franja de los 40 a los 50 años. Si algunos tenéis la posibilidad de ver este capítulo de la serie The Crown (o de volver a verlo, en el caso de que lo vierais el año pasado), os aconsejo que lo hagáis. Es probable que, con el texto delante, os resuene de otra manera. La “confesión” del duque de Edimburgo se encuentra aproximadamente entre los minutos 47 y 53. ¿No pone palabras a lo que muchos hombres y mujeres viven hoy con relación al sentido de la vida, aunque no siempre acierten a verbalizarlo? A veces, una buena serie de televisión es más incisiva y profunda que una homilía. 

ENGLISH

ESPAÑOL


There wasn't a specific moment, uh, when it started. It's been more of a gradual thing.

A drip, drip, drip of... of doubt... disaffection, disease, discomfort. People around me have noticed my general... irritability.

Now, of course, that's... that's nothing new.

I'm... generally a cantankerous sort, but even I would have to admit that there has been more of it lately.

Not to mention, uh, an almost jealous fascination with the achievements of these young astronauts.

Compulsive overexercising.

An inability to find calm... or satisfaction... or fulfillment.

And when you look at all these symptoms, of course, it doesn't take a genius to tell you that... they all suggest I'm slap bang in the middle of a...

I can't even say what kind of crisis. That... that crisis. And... Of course, one's read or heard about other people hitting that crisis, and, you know, just like them, you look in all the usual places, resort to all the usual things to try and make yourself feel better.

Some of which I can admit to in this room, and some of which I probably shouldn't.

My mother died recently. She... she saw that something was amiss. It's a good word, that. A-Amiss. She saw that something was missing in her youngest child. Her only son.

Faith. "How's your faith?" she asked me. I'm here to admit to you that... I've lost it. And... without it, what is there?

The... loneliness and emptiness and anticlimax of going all that way to the moon to find nothing, but haunting desolation... ghostly  silence...gloom.

That is what faithlessness is. As opposed to finding... wonder, ecstasy, the miracle of... divine creation, God's design and purpose.


What am I trying to say? I'm trying to say that... the solution to our problems, I think, is not in the... in the ingenuity of the rocket, or the science or the technology or... even the bravery.

No, the answer is in here. Or here, or wherever it is that... that faith resides. And so... Dean Woods... having ridiculed you for what you and these poor, blocked, lost souls... Were... were trying to achieve here in St. George's House...


I now find myself full of respect... and admiration... and not a small part of...desperation...as I come to say...help.

Help me. And to admit... that while those three astronauts deserve all our praise and respect for their undoubted heroism, I was more scared coming here to see you today than I would have been going up in any bloody rocket!



No hubo un momento específico en el que todo empezó. Ha sido más bien algo gradual.

Un goteo, goteo, goteo de duda, desafecto, enfermedad, incomodidad. La gente a mi alrededor ha notado mi general... irritabilidad.

Ahora, por supuesto, eso... no es nada nuevo.

Soy generalmente un tipo cascarrabias, pero hasta yo mismo tendría que admitir que eso se ha aumentado últimamente.

Y para qué hablar de la fascinación casi celosa  que sentía por los logros de estos jóvenes astronautas.

Exceso de ejercicio compulsivo.

Incapacidad de encontrar la calma, o la satisfacción, o la plenitud personal.

Y cuando miras todos estos síntomas, por supuesto que no hace falta ser un genio para decir que todos apuntan a que estoy en medio de una...

Ni siquiera puedo decir qué tipo de crisis. Esa... esa crisis. Y, por supuesto, uno ha leído o escuchado sobre otras personas que están pasando por esa crisis, y, como ellos, miras en todos los lugares habituales, recurres a todas las cosas habituales para tratar de sentirte mejor.

Algunas de las cuales puedo admitir en esta habitación, y otras probablemente no debería.

Mi madre murió recientemente. Ella vio que algo andaba mal. Esa es una buena palabra. Algo faltaba. Ella vio que faltaba algo en su hijo menor. Su único hijo varón.

La fe. “¿Cómo está tu fe?” me preguntó. Estoy aquí para admitir que...la he perdido. Y, sin ella, ¿qué hay?

La soledad y el vacío y el anticlímax de ir hasta la luna para no encontrar nada, a no ser la desolación inquietante, el silencio fantasmal, la oscuridad.

En eso consiste la falta de fe. Lo contrario de encontrar... la maravilla, el éxtasis, el milagro de la creación divina, el diseño y el propósito de Dios.

¿Qué estoy tratando de decir? Estoy tratando de decir que la solución a nuestros problemas, creo, no está en el ingenio del cohete, o en la ciencia o la tecnología o incluso en la valentía.

No, la respuesta está aquí. O aquí, o donde sea que resida la fe. Y así, reverendo Woods, después de haberlo ridiculizado por lo que usted y estas pobres almas bloqueadas y perdidas estaban tratando de lograr aquí en la Casa de San Jorge...

Resulta que ahora me encuentro lleno de respeto y admiración, y también con una no pequeña parte de desesperación. He venido para decir... socorro.

¡Ayúdenme! Y para admitir que, aunque esos tres astronautas merecen todo nuestro elogio y respeto por su indudable heroísmo, ¡estaba más asustado viniendo aquí a verlos hoy a ustedes que si hubiera subido en cualquier maldito cohete!


 NO OLVIDÉIS QUE HOY TENEMOS NUESTRA REUNIÓN ZOOM A LAS18,00 (hora de España).

Este es el enlace para acceder a ella:

https://us02web.zoom.us/j/87156440344?pwd=TFVEN0VpdThETERIRnVUZ2pMVkZ6QT09

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.