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sábado, 10 de octubre de 2020

El "influencer" de Dios

Escribo la entrada de hoy un poco antes de que Carlo Acutis sea beatificado en la iglesia superior de la basílica de san Francisco en Asís. La escribo a toda prisa porque no quiero perderme la celebración que será retransmitida por varios medios. Su historia se ha difundido mucho en los días previos a su beatificación. Incluso se han ofrecido entrevistas con su madre y algunos amigos. Carlo nació el 3 de mayo de 1991 en Londres, en el seno de una familia italiana católica, pero no practicante. En septiembre de ese mismo año, la familia se traslada a Milán, donde pasa su niñez y adolescencia. Desde muy niño muestra una especial sensibilidad religiosa, que lo lleva a recibir la primera comunión con solo siete años. Desde entonces, todos los días participó en la Eucaristía, a la que llamaba “la autopista para el cielo”. 

Devoto de María, recitaba diariamente el rosario. Era un enamorado de la informática, hasta el punto de que es muy probable que sea nombrado patrono de Internet. No era taciturno. Le gustaba rodearse de gente. Como buen amigo de Jesús, sentía predilección por los pobres, a los que desde muy niño ayudaba de varias maneras. A varios los conocía por su nombre y apellido. De hecho, fueron muchos los que acudieron a su funeral. A principios de octubre de 2006, se le declaró una leucemia del tipo M3 que lo condujo rápidamente a la muerte, acaecida el día 12 de ese mismo mes. 14 años más tarde será beatificado en Asís, donde, por expreso deseo suyo, reposa su cuerpo, aunque falleció en la ciudad de Monza, al norte de Italia. Durante estos días muchas personas desfilan por la iglesia de la Expoliación para contemplar su sepulcro. 

Se ha escrito mucho en los últimos días sobre la conservación de su cuerpo y sobre el milagro realizado por su intercesión en un niño brasileño con una grave enfermedad del páncreas. Me sorprende que este tipo de informaciones hayan saltado de los medios religiosos a publicaciones generalistas, incluyendo periódicos deportivos. Se ve que resulta muy llamativo que la Iglesia beatifique a un joven muerto con solo 15 años y cuyo cuerpo embalsamado se ha mostrado para la contemplación de los fieles. El joven Carlo aparece vestido con jeans, zapatillas deportivas y una sudadera, como visten muchos jóvenes de todo el mundo. Dado su afición a la informática y su tarea de difusión del Evangelio a través de Internet, se le ha empezado a llamar el “influencer” de Dios. A pesar de las restricciones impuestas por la pandemia, serán muchos los jóvenes que sigan por televisión o las redes sociales la ceremonia de beatificación. El mensaje que se transmite es muy diáfano: se puede ser santo sin renunciar a ser una persona del siglo XXI. Un santo no es una persona extraterrestre, con gustos raros y manías extrañas, sino alguien que, en la trama de la vida cotidiana, ha hecho de Dios el centro de su vida.

Estoy convencido de que hay muchos jóvenes en diversas partes del mundo que viven con la misma intensidad que Carlo, pero muy pocos se hacen famosos y casi ninguno será canonizado oficialmente. Si la Iglesia nos propone ahora el testimonio de este joven italiano es para estimular la fidelidad de otros muchos que pueden sentirse a veces un poco desanimados en su aventura de seguir a Jesús. El ejemplo de los santos siempre arrastra. Necesitamos santos de los primeros siglos del cristianismo, pero también de la Iglesia del Vaticano II. Es la mejor manera de mostrar que el Evangelio sigue siendo actual y llega al corazón de las personas. Surge donde menos podemos imaginar. ¿Por qué Carlo se sintió tan atraído por Jesús desde que era niño? No fue por influencia familiar (de hecho, nació en una familia alejada de la Iglesia), sino por la acción misteriosa de la gracia. La fe requiere mediaciones, procesos de transmisión, pero Dios se sirve a menudo de medios que nos desconciertan. De esta manera, caemos en la cuenta de que no todo depende de nosotros. Incluso en esta Europa secularizada del siglo XXI, la semilla de la fe puede crecer desafiando los análisis sociológicos y los planes pastorales. Es hermoso que Dios nos siga regalando sorpresas para que no nos acostumbremos a una fe o a una increencia rutinarias.




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