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sábado, 20 de agosto de 2016

Roma ciudad cerrada

Los fanáticos del Estado Islámico la han tomado con Roma. Para ellos representa el centro neurálgico de los cruzados, que es como ellos denominan a los cristianos y, por extensión, a los occidentales. Su sueño es colocar la bandera del ISIS en lo alto de la cúpula de san Pedro. Es muy probable que se trate solo de una fanfarronada, pero ya han conseguido parte de su objetivo: hacer que Roma, ciudad abierta –como la denominó Roberto Rossellini en su famosa película Roma, città aperta– se esté convirtiendo en una ciudad blindada. Recuerdo la primera vez que entré en la basílica de san Pedro. Fue en septiembre de 1981. Se accedía sin ningún control de seguridad. Uno entraba en la basílica con la misma facilidad con que entro hoy en la iglesia de mi pueblo. Con el paso del tiempo, se introdujeron los detectores de metales y otras medidas de seguridad. Ahora, con motivo del Jubileo de la Misericordia y ante las amenazas del terrorismo de matriz islámica, la bella Roma se está convirtiendo en un fortín. ¡Hasta el ejército está apostado en muchos sitios estratégicos!

Lo que estamos viviendo es incómodo, produce temor y ansiedad, altera el ritmo cotidiano, pero no es sino el síntoma de un desorden más profundo: la dificultad –casi incapacidad– que los seres humanos tenemos para afrontar los conflictos de manera razonable. Donald Trump, haciendo gala de su estilo desafiante y provocador, ha llegado a afirmar que el Estado Islámico es una creación de Barack Obama y Hillary Clinton. Se trata de una calumnia, pero –quizá en contra de sus pretensiones– pone de relieve que la dinámica acción–reacción no resuelve sino que agrava los conflictos. El sedicente Estado islámico culpa a Occidente de todos los males de Oriente Medio y se arroga el derecho a utilizar el Islam como justificación para luchar contra él. Es obvio que se trata de una manipulación descarada, pero –como en el caso de Trump– pone el dedo en una llaga que nunca fue curada del todo y que, por tanto, nunca cicatrizó bien: la producida por algunas potencias occidentales en la creación y repartición de los artificiales países de Oriente Medio puestos al servicio de sus intereses. La historia no se puede cancelar de un plumazo.

Nunca habrá paz sin justicia por muchos medios coercitivos que se utilicen. El viejo adagio Si vis pacem para bellum (Si quieres la paz prepara la guerra) “resuelve” algunas situaciones conflictivas a corto plazo, pero sienta las bases de futuras explosiones. Crear una cultura del diálogo y la paz lleva tiempo, exige paciencia, capacidad de aceptar los fracasos… pero es la única manera de asegurar la convivencia en las sociedades multiculturales y multirreligiosas cada vez más normales en este mundo globalizado. Si Roma sigue blindada mucho tiempo, dejará de ser Roma, porque la apertura es consustancial al espíritu de esta ciudad eterna.

1 comentario:

  1. Es más dificil ser consecuentes con nuestra vida de cristianos que vivir con el temor del infierno. Reflexión profunda y que nos compromete en el quehacer de cada día. Gracias

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