
Mayo comienza con el cielo nublado y una lluvia suave. Despedimos abril con los ecos de la muerte del papa Francisco. Hacia el final de la segunda semana de mayo tendremos probablemente un nuevo Papa. Desde el punto de vista mediático, se está produciendo un fenómeno curioso. Tras los panegíricos quizá excesivos de los primeros días (como los que suele publicar la página Religión Digital), están apareciendo artículos cada vez más críticos sobre el papado de Francisco, tanto en los medios generalistas como en las publicaciones católicas. O, por lo menos, más neutrales, como el que escribe el obispo estadounidense Robert Barron titulado Francis in Full (algo así como Francisco al completo).
Algo parecido sucede con los papables del próximo cónclave. Los medios están hinchando y luego desinflando nombres como Parolin, Tagle, Zuppi, Aveline, Pizzaballa, Erdo, Arborelius, Grech, Ranjith, Ambongo, Prevost o Dolan. Todo esto pertenece a estrategias comunicativas y, en algunos casos, a verdaderas campañas de ensalzamiento o desprestigio que persiguen intereses corporativos de signo opuesto. También muchos no católicos hacen sus apuestas. Esperemos que el precónclave largo preparare un cónclave corto.
En cualquier caso, la vida de la Iglesia sigue adelante. Nadie duda del significado del “ministerio petrino” y del estilo que cada Papa le imprime, pero, aun siendo esto importante, no tiene por qué condicionar en exceso la vida de fe de las personas y comunidades. Si pudimos creer con Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, podremos seguir haciéndolo con el próximo Papa. Me parece un poco infantil hacer depender la vida de la Iglesia del perfil del Papa de turno.

El Papa es elegido por el colegio de cardenales electores, no por el Espíritu Santo. Cuando invocamos durante estos días al Espíritu no es para que sustituya “mecánicamente” a los cardenales, sino para que les dé el don del discernimiento, de forma que puedan elegir a la persona que mejor contribuya a pastorear la Iglesia universal en este momento. Eso no significa que el elegido tenga que ser el más santo, el más inteligente, el mejor teólogo, el mejor pastor, el mejor organizador, el más políglota o el más comprometido con los pobres.
En cualquier caso, tiene que ser alguien enamorado de Cristo y servidor de su Iglesia. La pregunta que Jesús le formula a Pedro después de la resurrección no es si ha hecho una terapia de rehabilitación tras su huida o si ha realizado un curso de liderazgo, sino si lo ama de verdad.
Este enfoque puede sonar demasiado simplista, pero pone el acento en lo esencial: el amor. Todas las demás cualidades pueden ayudar a ejercer el ministerio petrino si están ancladas en ese amor incondicional a Jesús, que es el verdadero centro. Por otra parte, el ejercicio fiel y eficaz de la responsabilidad del sucesor de Pedro pasa también por el nombramiento de buenos colaboradores.
Hoy, en una Iglesia tan grande y multicultural, es impensable ejercer el ministerio de forma personalista, por más que el Código de Derecho Canónico siga centrando todo en la figura del Papa: “El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente” (c. 331).

El 1 de mayo está ligado también a la figura de san José obrero, al Día Internacional de los Trabajadores, al comienzo del “mes de María” en algunas regiones del mundo y este año al comienzo de un largo puente que muchos aprovecharán para salir de sus residencias habituales. Necesitamos desconectar porque el ritmo laboral es para muchos trabajadores bastante insatisfactorio.
No es fácil encontrar personas que estén contentas con su trabajo. Casi siempre algo funciona mal: el ambiente con los compañeros y jefes, la remuneración económica, la salvaguarda de los derechos, la realización de las expectativas, la conciliación con la vida familiar, etc. En pocas empresas se logra una combinación equilibrada de todos estos elementos. Por otra parte, no es fácil alcanzarla en un contexto social en el que la productividad se suele colocar casi siempre por encima de la persona, pero este es otro cantar.

Gracias por toda la información que nos ofreces, en estos momentos, en que estamos viviendo incertidumbres en el tema de la Iglesia, a pesar de que sabemos que Jesús nos dijo que cuando dos o más nos reunimos en su nombre, allí estará Él.
ResponderEliminarDios no dejará que la barca se hunda.
Gracias Gonzalo por l’Osservatore Romano, en recuerdo del Papa Francisco… Lo iré leyendo poco a poco.