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martes, 3 de septiembre de 2024

El paraíso en el salón


Hace casi una semana que no me asomo a este Rincón. Pasó el domingo, terminó agosto, llegó septiembre y empezó de nuevo el trabajo tras el descanso estival. Son días de reuniones, entrevistas, programaciones y ajustes. Dicen que muchos trabajadores sufren el síndrome postvacacional. No he tenido tiempo de experimentarlo. Mi aterrizaje ha sido progresivo. Se van multiplicando los compromisos internos y externos. Madrid va recuperando su ritmo habitual, aunque la avalancha de turistas nacionales y extranjeros ha seguido llenando sus calles. Pasaron los años en que la ciudad se vaciaba en agosto. 

El mes de septiembre ha comenzado con muy malas noticias. Parece imposible conservar un tono positivo si uno se deja llevar por el torrente informativo. Las personas serenas, alegres y esperanzadas van a acabar convirtiéndose en una especie en extinción. Quizás se mantienen así porque, en vez de mirar demasiado lo que sucede fuera, contemplan y agradecen lo que sucede dentro. La realidad se impone siempre, pero podemos leerla e interpretarla de múltiples maneras. La actitud personal determina nuestro acercamiento a ella. Si nos dejamos avasallar por las malas noticias, acabaremos siendo sus víctimas. Si, por el contrario, las filtramos y ponemos en primer plano los signos de vida, podremos seguir adelante.


Cada vez conozco más personas que se están desenganchando de las redes sociales. Les agobia la proliferación de estímulos, la exhibición impúdica de actitudes narcisistas y la avalancha de comentarios burdos y soeces. ¡Eso sin contar la adicción que producen! En lo que a mí se refiere, hace tiempo que, en Facebook, por ejemplo, solo cuelgo el enlace a este blog. No me interesa lo más mínimo retransmitir mi vida personal y permitir que Meta siga mis pasos y me recuerde cada día lo que posteé hace diez o quince años. 

Caminamos hacia sociedades hipercontroladas en las que los espacios personales van a desaparecer por completo. Si ya ahora la manipulación es grande y sutil, no quiero ni imaginar lo que sucederá dentro de muy pocos años. Con el señuelo de estar siempre informados y entretenidos, vamos perdiendo libertad, tranquilidad, alegría y paradójicamente comunión. Sí, las redes sociales nos aíslan en vez de relacionarnos. Es verdad que los gurús digitales nos venden el axioma de que “fuera de la red no hay salvación”, pero ellos mismos procuran desengancharse lo más posible. Si hace unos años aún conservaba un cierto optimismo sobre las posibilidades evangelizadoras de la red, hoy casi lo he perdido por completo. En fin, debe de ser cuestión de la edad.


Descubro una enorme, insaciable necesidad de ser escuchados. Me he referido a ella en múltiples ocasiones, pero en las últimas semanas la he tocado con los dedos. Es tanta la ansiedad que acumulamos que, sin el aliviadero de la escucha, esa ansiedad puede transformarse en angustia y depresión. A falta de buenos amigos con quienes compartir nuestra hoja de ruta, recurrimos a los psicólogos. Abundan las personas que recurren a su ayuda profesional. Hace ya muchos años que la confesión ha dejado de ser para muchos cristianos un espacio de perdón y liberación personal. 

¿Cómo caer en la cuenta de lo que nos está pasando para reaccionar a tiempo? Ahora que se están terminando las vacaciones, cuyos efectos relajantes solo duran un par de semanas, quizá debamos preguntarnos de dónde viene ese afán contemporáneo por viajar, conocer lugares nuevos y exóticos, estar siempre anhelando experiencias gratificantes. ¿Nos ayuda a crecer como personas o, más bien, nos tensa emocionalmente? ¿No sería preferible reivindicar un estilo de vida lento, incluso un poco monótono, que aprendiera a disfrutar de las personas y cosas que tenemos cerca? El paraíso no está en las Maldivas o en Ibiza. Puede esconderse en el salón de tu casa y, desde luego, en el hontanar de tu corazón. Pero parece que hay pocas agencias de viajes que organicen una peregrinación a este santuario interior. 

2 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo contigo en lo que dices: “Descubro una enorme, insaciable necesidad de ser escuchados.” Y yo, añadiría que también necesitamos saber escuchar, para poder “salir” de nosotros mismos y abrirnos a los demás.
    Gracias Gonzalo, por todo lo que nos compartes que nos ayuda a ampliar horizontes.

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  2. Mil gracias. Excelente artículo. Una descripción muy real de lo que nos está pasando...

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