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sábado, 4 de mayo de 2024

El café de las 10


Me gusta caminar por el bosque a primera hora de la mañana. Hoy la temperatura era suave. En algunos hoteles todavía quedaban miembros de los equipos ciclistas que ayer participaron en la etapa de La Vuelta a España femenina que comenzó en Tarazona y terminó en la Laguna Negra de Vinuesa. La seguí por televisión. Admiré la fuerza de las ciclistas cuando tuvieron que superar repechos de hasta un 14% de desnivel. Al final, se impuso la francesa Evita Muzik. 

Como me sucedió el pasado mes de setiembre, cuando La Vuelta masculina terminó también en la Laguna Negra, me sorprendí de las soberbias imágenes que se transmitían desde los helicópteros. En esta ocasión la gran diferencia es que ayer el pico Urbión aparecía cubierto de nieve mientras la laguna exhibía un verde acuoso. Las masas de pinos, robles y hayas, contempladas desde la altura, parecen un inmenso de tapiz de infinitas tonalidades. Me alegro de haber nacido en este rincón de la cordillera ibérica en el que los montes y el agua de los ríos y del embalse dibujan un paisaje sobrecogedor.


Un poco antes de las diez, un amigo mío me llama por teléfono para invitarme al café de las diez. Cada día, en un hotel abierto al pinar, se dan cita algunos amigos para tomar el café matutino y, sobre todo, hablar y ponerse al día. Antes y después, cada uno está en su trabajo. Cuando estoy por aquí, me uno de vez en cuando a la cita. Me parece un oasis en medio de la indiferencia que a menudo caracteriza las relaciones humanas en las ciudades. 

Hoy he compartido con ellos mi reciente viaje a Polonia e Italia. Hemos hablado sobre la arquitectura de las casas polacas, las azaleas de la plaza de España en Roma y sobre la importancia de saber lenguas para poder moverse por el mundo. No hemos arreglado ningún problema, ni las guerras de Ucrania y Gaza, ni el reciente conflicto diplomático entre los gobiernos de España y Argentina y ni siquiera algunas cuestiones municipales de menor importancia. Las conversaciones entre amigos no buscan arreglar el mundo, sino simplemente recrear cómo sería el mundo si todos nos aceptásemos como somos. Ni que decir tiene que en ese grupo heterogéneo hay un poco de todo.


Creo que hace años hice en este blog un elogio del café. Es obvio que mi intención no era elogiar una bebida caliente importada de Sudamérica, sino glosar la importancia de la conversación en torno a un café. Sé que en las oficinas y fábricas está muy limitado el tiempo dedicado a conversar. Pero, cuando estos encuentros se dan fuera del ámbito laboral, sin las prisas de quien tiene que continuar trabajando, adquieren el valor de un “sacramento” de la vida, dicho sea en un sentido muy laxo. 

Los seres humanos necesitamos perder el tiempo y conversar. Es probable que, a primera vista, nos volvamos menos productivos, pero, a la larga, habremos creado ambientes más satisfactorios. Las personas, cuando nos encontramos a gusto, damos lo mejor de nosotros mismos. Y entonces, paradójicamente, producimos más. Esto lo saben muy bien algunas multinacionales que crean espacios lúdicos entre sus empleados.

3 comentarios:

  1. Te felicito porque puedes pasear por el bosque o por el monte. Porque puedes volver a tus raíces y conversar con amigos o conocidos. A la mayoría de los humanos creo que ambas actividades nos encantan. No es que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero tengo muy presentes en mi vida a las personas que han perdido la movilidad, que viven solas, que padecen las consecuencias de guerras o hambrunas. Entonces me parece que nuestras situaciones "de estabilidad acompañada" no tienen nada que envidiar a nuestros años de montañismo. Sencillamente: pagamos peaje por vivir muchos años.

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  2. Estoy de acuerdo contigo cuando dices: “Las conversaciones entre amigos no buscan arreglar el mundo, sino simplemente recrear cómo sería el mundo si todos nos aceptásemos como somos.” Para mí, das la clave… Cuanto mal tiempo nos ahorraríamos con la aceptación.
    He releído “el elogio del café” de ya hace unos años… Me he quedado reflexionando sobre ello… Llego a la conclusión de que “una taza de café” nos une, como comentas… No me imagino una discusión, fuera de tono, tomando un café entre amig@s. Se sale más relajado cuando podemos compartir.
    Gracias Gonzalo por toda la descripción que haces de “tu tierra” de la que se percibe que estás “enamorado”. Cuán importante es que puedas ir volviendo a ella y recrear tiempos pasados.

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  3. Querido P. Gonzalo, que grato leer sus andanzas y las gracias que da por pasear por hermosos lugares, distintos a los de mi tierra, donde el sol, la pampa y el desierto dibujan el paisaje cotidiano de la vida nortina.
    He vuelto a pensar en la importancia de encontrarnos con el otro, de charlar sobre la andanza de de la vida y así poder valorar los encuentros como un "sacramento" de vida. Que buena descripción para ayudarnos a repensar nuestros espacios de conversación con los amigos, los cercanos o los que se cruzan en el camino.
    Un abrazo desde Chile!

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