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viernes, 1 de diciembre de 2023

Surfear el presente


Diciembre siempre empieza recordando que el SIDA se ha cobrado millones de vidas en los últimos 40 años. En Madrid hemos comenzado el invierno climatológico con lluvias generosas. El fin de semana se anuncia frío. Conviene combatirlo con alimentos fuertes, como los torreznos de Soria, sobre todo después de enterarme de que podrían ser mejores que algunas verduras. Ver para creer. Los periódicos nos brindan cada día un variopinto menú de noticias, reportajes, entrevistas y curiosidades. Confieso que echo un vistazo a dos periódicos impresos mientras desayuno y luego recorro otros digitales antes de empezar mi trabajo. Sin saber muy bien por qué, hay titulares que me atrapan y otros que me dejan indiferente. La atención no se dirige siempre a lo más importante, sino a menudo a lo más llamativo. 

Los editores de periódicos saben que un buen título es esencial para atraer al lector. Quizá por eso muchos documentos eclesiales no nos atraen: porque tienen títulos anodinos, demasiado académicos. No es lo mismo decir “Informe sobre la sesión del Sínodo” que provocar un poco diciendo: “¿Queremos caminar juntos: sí o no?”. Tendrían que saberlo los responsables de redactar tantos documentos que casi nunca llegan a la mayoría de los fieles.


Cada vez voy conociendo más casos de adultos y jóvenes que se desenganchan de las redes sociales. Todos coinciden en afirmar que ganan en libertad. También yo voy en esa dirección. El uso que hago es mínimo. Se reduce a poner un enlace a este blog en mi cuenta de Facebook. Hace tiempo que abandoné Twitter (ahora X), Instagram y YouTube. Nunca he creado una cuenta en TikTok. Algunos amigos más jóvenes insisten en que si no estás en las redes no existes. Es probable que eso sea verdad a corto plazo, pero conviene pensar en el medio y en el largo. Podremos aportar más si somos libres y no adictos. 

Aunque la cercanía es necesaria, cada vez valoro más la distancia. Sin ella, no hay perspectiva. Nos atrapa el presente. Perdemos la capacidad de seguir la trayectoria de las personas y los acontecimientos. Ya sé que esto va contra el imperio de la volatilidad y la incertidumbre, pero no está dicho que siempre tengamos que seguir los dictados del presente. A veces, las personas que más aportan a una época son precisamente aquellas que contradicen el “espíritu de la época”.


Si algo me gusta de la Palabra de Dios es que supera la corteza del tiempo. Podemos leer hoy un versículo del evangelio de Juan o de la carta de Pablo a los Romanos con la misma intensidad que en el siglo I o en el siglo XVI. Son palabras que siempre portan la novedad de Dios. Están dirigidas a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. Mientras la moda (incluida la cultural) se hace efímera apenas conquista el mercado, la Palabra de Dios es eterna. Por eso, quienes se alimentan asiduamente de ella no están sujetos a los vaivenes ideológicos y emocionales de cada momento. Mantienen una estabilidad que les ayuda a “vivir en el mundo sin ser del mundo”, a “vivir en este tiempo sin ser prisioneros de él”, a “ser flexibles sin traicionar su identidad”. 

Pasado mañana comenzaremos el tiempo de Adviento y con él un nuevo ciclo litúrgico. Nunca me canso de recomendar la meditación diaria de la Palabra de Dios para madurar como personas y sustraernos a la tiranía de la moda. ¿Cómo podemos surfear las olas del presente si no disponemos de una tabla sólida que nos permita deslizarnos con seguridad? Buen fin de semana.

2 comentarios:

  1. Hola Gonzalo: yo creo que vamos a ver un cambio más rápido de lo esperado con el tema de las redes. Soy un poco radical pero salvo para temas profesionales veo más cosas negativas que positivas.
    He encargado tu libro en una libería recien abierta en Modesto Lafuente por unas chicas jovenes y muy valientes porque debe ser un negocio complicado teniendo a Amazon en copetencia. Un abrazo. María

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  2. Estoy de acuerdo contigo en que la Palabra de Dios siempre puede ser nueva, incluso según el estado en que nos encontremos, se adapta, siempre nos ayuda e interpela.
    Gracias por recordarnos la necesidad de la meditación diaria de la Palabra de Dios. La necesitamos igual que la comida para el cuerpo. Será bueno, tener en cuenta los efectos sobre la persona que lo consigue: “Mantiene una estabilidad que les ayuda a “vivir en el mundo sin ser del mundo”, a “vivir en este tiempo sin ser prisioneros de él”, a “ser flexibles sin traicionar su identidad”.
    Gracias Gonzalo y buen inicio de Adviento.

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