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jueves, 30 de noviembre de 2023

El último baile


Me parece que este año se va a cumplir en algunas partes del norte de España eso de “por san Andrés, la nieve en los pies”. No me imagino al discípulo de Jesús caminando sobre el blanco elemento, pero así son las coincidencias de la vida. En Madrid tenemos una temperatura suave. Esperamos lluvias en las próximas horas. La nieve nos queda todavía muy lejos

Son tantas las cosas que están pasando estos días, que me resulta muy difícil seguirlas y digerirlas: desde la muerte del incombustible Henry Kissinger a los 100 años hasta la reunión del papa Francisco con todos los obispos españoles el pasado martes en el Vaticano. A veces, es mejor escuchar, callar y dejar que el tiempo vaya cribando lo esencial de lo secundario, lo importante de lo urgente. Si no, la avalancha puede degenerar en confusión y parálisis.


Yo me quedé ayer hasta pasada la medianoche viendo el último capítulo de la serie Cuéntame, una serie que seguí con interés en sus primeras temporadas, antes de irme a Roma en octubre de 2003. Carlos y Karina regresan de Nueva York después de varios años de ausencia, muere la abuela Herminia sentada bajo la encina y los cuatro hermanos Alcántara (Inés, Toni, Carlos y María) aprovechan el final de la serie para destapar la botella a presión de sus envidias, celos, resentimientos y frustraciones. La serie, tras 23 temporadas y más de 400 episodios, podría haber terminado como el rosario de la aurora, pero los guionistas se las ingeniaron para imaginar un final feliz hollywoodiano. Tras la tormenta llegó la calma; o mejor, el baile. 

Siguiendo el deseo de la abuela Herminia, que no quería un funeral marcado por el luto, las coronas y la tristeza, los cuatro hermanos se lanzan a bailar aprovechando las fiestas de Sagrillas, el pequeño pueblo manchego que ha servido como contrapunto al gran Madrid. Al principio, los hermanos bailan tímidamente con sus respectivas parejas. Luego se atreven a bailar entre ellos en una danza que sabe a reconciliación y a futuro. Bailar juntos se convierte en una terapia que deja abierto el libro de la vida. Aprender de los errores es el mejor modo de no repetirlos. Y todo esto sucede el 11 de septiembre de 2001, cuando el mundo asistía horrorizado al atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. El contraste entre las imágenes de la televisión (que saben a muerte, rabia y desesperanza) y el baile popular (que rezuma vida, reconciliación y futuro) no puede ser más llamativo.


Estamos a punto de empezar el Adviento. Dios nos invita a bailar. Conoce bien nuestros extravíos, cansancios y retrocesos, pero -como la abuela Herminia de Cuéntame- no se resigna a que vivamos enojados y tristes. Sabe muy bien que el camino de la dura penitencia (como el que propone Juan el Bautista) tiene algunas ventajas, pero lo que realmente nos cambia por dentro es el baile mesiánico, la experiencia de celebrar la vida con el autor de la Vida. En la fragilidad de una historia muy humana -como la vivida por los jóvenes María y José de Nazaret- se abre paso la presencia de Dios entre nosotros. Y donde está Dios, está la alegría. Donde hay gracia (cháris), hay siempre alegría (chára). 

Algo de esto he querido compartir en un librito titulado Lectio divina para tiempos fuertes Adviento y Navidad 2023 que acaba de aparecer en las librerías. Durante las próximas semanas, la Palabra de Dios nos invitará a bailar la “danza de la vida”, a disfrutar del festín de la fe, a poner alegría y esperanza donde nosotros solo vemos la cara oscura de la historia. Solo la Palabra de Dios tiene el poder de encender una luz en la oscuridad, de calentar un corazón frío, de convertir el escepticismo en confianza y de abrir boquetes en el muro del odio y el resentimiento. Merece la pena empezar el Adviento haciendo un esfuerzo por dedicar cada día cinco o diez minutos a dejarnos tocar por la Palabra.



2 comentarios:

  1. Gracias por acompañarnos en esta “experiencia de celebrar la vida con el autor de la Vida.”
    Me gusta y creo que me ayudará, siguiendo tu consejo, de “empezar el Adviento haciendo un esfuerzo por dedicar cada día cinco o diez minutos a dejarnos tocar por la Palabra.”
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a descubrir que “… solo la Palabra de Dios tiene el poder de encender una luz en la oscuridad, de calentar un corazón frío, de convertir el escepticismo en confianza y de abrir boquetes en el muro del odio y el resentimiento.”

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  2. Me gusta y me ayuda a vivir el mensaje del Salvador

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