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martes, 19 de septiembre de 2023

Yo lo veo así


Desde la ventana de este inmenso complejo veo un parque en el que juega un grupo de niños. Mientras tecleo la entrada de hoy oigo de fondo los discursos de los parlamentarios que se estrenan en el Congreso de los Diputados hablando en gallego, catalán y euskera. No sé si más tarde lo harán en bable y aragonés. Aunque su mensaje celebrativo y reivindicativo parece ser el mismo, sus tonos son  diferentes. Unos son muy sentimentales y líricos, otros más racionales y algunos muy irónicos. Supongo que la votación final cambiará el reglamento del Congreso de modo que, de ahora en adelante, se podrán usar todas las lenguas del Estado en el parlamento español. 

Aunque se ha escrito y actuado mucho en contra de esta resolución, a mí no me parece mal como medida pedagógica. Ya sé que, desde el punto de vista práctico, no es estrictamente necesario. Ya sé que algunas lenguas son cooficiales solo en sus respectivos ámbitos territoriales, no en todo el país. Ya sé que esta pluralidad lingüística complica los debates y encarece el presupuesto. Ya sé que todos dominan la lengua común y podrían expresarse perfectamente en ella sin ningún esfuerzo. Ya sé que el asunto está politizado de principio a fin. Ya sé que se ha llegado a esta medida como peaje para que el candidato socialista consiga la mayoría parlamentaria necesaria para acceder a la presidencia del gobierno. Y, sin embargo, la decisión no me parece mal.


Yo me encuentro en Guadalajara acompañando a las Adoratrices en el comienzo de su XXXI Capítulo General. También aquí echamos mano de la traducción simultánea. Yo hablo en español (lengua de la mayoría de las capitulares europeas y americanas) y dos traductoras (una india y otra argentino-italiana) traducen al inglés desde su cabina. Me agradecen que hable despacio y claro. Les ayuda mucho en su tarea el hecho de contar previamente con las diapositivas que proyecto sobre las dos pantallas que hay en la sala. Hasta ahora todo transcurre con absoluta normalidad. El objetivo es que todas las capitulares puedan expresarse en la lengua que mejor dominen y, al mismo tiempo, puedan entender las intervenciones de las demás.

Confieso que a mí no me resulta extraño este procedimiento. Lo he experimentado en numerosas ocasiones en encuentros internacionales de diverso tipo. Se podrá argumentar que el Congreso español no es una reunión internacional y que, a diferencia de lo que sucede en un capítulo general o en un simposio, todos los parlamentarios entienden y hablan a la perfección la lengua común. Pero -¡ojo a esta partícula adversativa que nos despierta del letargo!- no siempre se trata de buscar solo la eficacia, sino también de celebrar la diversidad.


Entenderse en diversas lenguas exige un notable esfuerzo intelectual y un cambio de actitud. Solo quien habla más de una lengua sabe a qué me refiero. Nos obliga a ser humildes y empáticos, prestar mucha atención, salir del terreno conocido, ir a lo esencial, ser sensibles a las diferencias, cuestionarnos seguridades, ensanchar nuestro horizonte mental y afectivo, valorar los matices y sonoridades, etc. A primera vista, puede parecer una innecesaria pérdida de tiempo y hasta de dinero. Sin embargo, ese esfuerzo por entender a los demás en sus propias lenguas, si se realiza desde la buena voluntad y no como arma arrojadiza o excluyente, deshace muchos malentendidos, acerca posturas y va tejiendo una unidad de fondo que es más sana y duradera que las “unidades” impuestas por vía normativa. 

Por paradójico que resulte, se pueden reforzar más los lazos de pertenencia a un espacio común honrando la diversidad que condenándola al ostracismo o al folclore. Normalmente, no hay nadie más dispuesto a la colaboración que aquel que ve respetadas y promovidas sus características propias, entre las que adquiere un valor predominante la lengua.  No siempre los procesos sociales funcionan así, pero es preferible jugar esta carta que la del uniformismo y la intolerancia. Yo, por lo menos, lo veo así. No pretendo que sea la opinión de todos.

6 comentarios:

  1. ¿Y para los 40 millones de ciudadanos y electores en potencia, es una medida que ayuda a que realmente se interesen por los asuntos parlamentarios?
    O ¿servirá para que se ocupen cada vez menos de lo que se había en lenguas en la sede de la soberanía?
    En breve, algunos no contestarán a las preguntas de la prensa más que en su lengua particular.
    Abrazo y bienvenida la discrepancia

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  2. Como nos vamos complicando la vida!!! Me lleva al recuerdo de la "Torre de Babel".

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  3. Yo no estoy de acuerdo. Hay mucho escondido en esta bonhomía. Lo siento.

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  4. Ay, querido Gonzalo. Con la iglesia hemos topado!!!

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  5. Lo escribí hace una semana. Si se perdió, será porque no merecía la pena.

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