Abril es un mes típicamente primaveral. Algunos días parecen los últimos coletazos del invierno; otros anticipan el verano. Quizás por eso abril es un buen mes para representar nuestras oscilaciones personales. Hay días en que todo nos parece claro y luminoso. Otros, por el contrario, todo se nubla y enfría. No me refiero solo al estado de ánimo, sino a la propia experiencia de fe. No es extraño que, tras una etapa de nuestra vida en la que Dios nos parecía casi evidente, pasemos a otra en la que se nos antoje una ilusión o incluso una pesadilla. Por eso, de vez en cuando, necesitamos pararnos para hacer un ajuste.
Creo que la Semana Santa es la oportunidad anual para hacerlo con calma y en compañía de otros muchos que viven las mismas experiencias que nosotros. Revivir un año más la última semana de la vida de Jesús nos permite conocer el guion esencial de toda existencia humana. Es verdad que en cada uno de nosotros registra variaciones singulares, pero las experiencias fundamentales con siempre las mismas. Por eso, es bueno no dejarse llevar por la pereza, atreverse a acompañar a Jesús con las pistas que nos va ofreciendo cada día la liturgia.
Todo transcurre entre dos domingos de triunfo. En el primero (Domingo de Ramos), el protagonista es el pueblo que hosana a Jesús como Mesías. En el segundo (Domingo de Resurrección), el protagonista es Dios que lo rescata de la muerte y lo presenta al mundo como el Viviente. En medio, hay espacio para las despedidas, el testamento, la oración, la traición, el juicio, la condena, el abandono, el sufrimiento, la muerte y la sepultura.
También nuestra vida se mueve entre los aplausos de quienes celebran nuestro nacimiento y el gran aplauso de Dios que nos recibe en su casa al final del camino. En el trayecto tenemos que vernos con muchas cosas que no siempre sabemos interpretar y encajar. Como en el mes de abril, unos días llueve y hace frío y otros nos asamos de calor. Pero es bueno saber cuál es el desenlace y a quién le corresponde decir la última palabra. Por incongruentes que hayamos sido, por dolorosas que sean algunas experiencias, la última palabra le corresponde a Dios “que quiere que todos los hombres sean salvados y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4).
Ayer por la tarde participé en el Viacrucis callejero que se celebra en mi pueblo. Cuatro jóvenes portaban la gran cruz que se encuentra a la entrada de la iglesia. Otros cuatro varones llevaban los faroles. Niños, adolescentes, jóvenes y adultos iban leyendo algunas breves meditaciones en cada una de las catorce estaciones sirviéndose de un excelente equipo de megafonía. Entre estación y estación cantábamos los cantos populares de este tiempo. El camino duró apenas tres cuartos de hora. Fue ágil y sencillo. La participación fue discreta, pero muy variada.
Mientras caminábamos por las calles yo pensaba que el cristianismo del futuro, al menos en Europa, será como ese pequeño grupo que ayer caminaba con Jesús: una minoría que sabe lo que hace, que no siente vergüenza de manifestar su fe, pero que tampoco recrimina a nadie por no hacerlo, que acompaña a Jesús hasta el final y que evangeliza por irradiación, no por presión o prepotencia. El año pasado hicimos el mismo recorrido bajo la lluvia. Este año hacía una temperatura fresca, pero agradable. En ambas circunstancias, lo esencial es aprender a caminar con Jesús y comprender mejor nuestra vida contemplando la suya. Si con él morimos, viviremos con él. Si con él sufrimos, reinaremos con él. Acuérdate de Jesucristo. Es mucho más que un canto conocido.
El título de hoy es muy sugerente… “Caminar con Él”, tres palabras que dicen mucho si intentamos profundizarlas. Gracias por acompañarnos en este camino.
ResponderEliminarTenemos una semana por delante para pararnos y hacer no algún, sino varios ajustes para poder encontrarnos con Él en nuestra vida cotidiana, para darnos cuenta de nuestras oscilaciones personales, en la fe, y buscar soluciones mientras reflexionamos en la vida de Jesús que es Camino, Verdad y Vida.
Gracias Gonzalo por recordarnos que “la última palabra le corresponde a Dios”.