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miércoles, 1 de marzo de 2023

Sobrevolando el desierto


Pronto serán las 5 de la tarde. Estamos sobrevolando el desierto del Sahara a la altura de Agadez. En este momento el avión de Brussels Airlines vuela a 11.849 metros de altitud y a una velocidad de 846 kilómetros por hora. Llevamos ya unas cinco horas de vuelo desde Bruselas. Nos faltan 1.414 kilómetros hasta Duala, donde haremos una breve escala antes de llegar a Yaundé. Empiezo a estar cansado. Por suerte, no tengo a nadie ni a derecha ni a izquierda, así que puedo escribir con libertad. He decidido adelantar a esta tarde la entrada del 1 de marzo. Es probable que mañana no disponga de tiempo suficiente para escribirla porque empezaremos nuestro taller hacia las 9. 

Como no viajo junto a las ventanas no puedo ver la inmensidad del desierto, pero me la imagino a través del mapa ilustrado de la pantalla de mi asiento, el 51F. Por el número de fila, los acostumbrados a viajar en avión pueden intuir que no viajo precisamente en clase business, aunque reconozco que no están mal las butacas de la clase económica. Hace años, desde que comenzó la pandemia, que nunca me han subido de clase.


El comienzo del mes de marzo me recuerda que nos faltan 40 días para la Pascua
, que este año caerá el 9 de abril. No estoy viviendo la Cuaresma con mucha intensidad. El hecho de haber viajado tanto en los últimos días ha complicado encontrar un tiempo sereno de oración, como suelo hacer regularmente cuando estoy en mi comunidad. Casi me he limitado a orar en autobuses, aeropuertos y aviones. Hoy, por ejemplo, no podré celebrar la Eucaristía, aunque he meditado las lecturas a través del teléfono móvil. Tanto en la primera de Isaías como en el Evangelio de Lucas encuentro mucha inspiración. 

Isaías compara a la Palabra de Dios con la lluvia y la nieve que caen del cielo. Tengo la estampa muy reciente porque el pasado lunes caía una suave y persistente nieve sobre Vitoria. Es hermoso imaginar que así es la Palabra de Dios. Siempre acaba empapando nuestra tierra, produciendo algún cambio, aunque a menudo no seamos conscientes. Del evangelio rescato la joya del Padrenuestro. Me pregunto cuántos miles de veces lo habré rezado a lo largo de mi vida. Algunas, muchas, de manera autómata, sin caer en la cuenta de lo que decía, pero muchas otras sumergiéndome en las palabras, procurando encontrar en ellas un abismo de sentido.


Me gusta decir que no hay ninguna situación vital en la que no podamos recitar el Padrenuestro.
Es como si Jesús lo hubiera previsto, de manera que no tengamos nunca excusa para no abandonarnos en las manos de Padre. Da igual que estemos alegres o tristes, que nos sintamos pecadores o justos, que confiemos en el futuro o vivamos desesperados. Siempre podemos orar con la oración de Jesús y encontrar en alguna de sus siete peticiones la expresión de nuestros sentimientos personales o de la situación de nuestra familia o comunidad. Al fin y al cabo, la oración está en plural. No la rezamos pensando solo en nosotros. Somos un sujeto colectivo. Oramos dentro de la comunión de los santos, unidos a Jesús, que es nuestra cabeza. Desbordamos el propio yo para reconocernos en un nosotros que nos da identidad y pertenencia. 

Quien reza el Padrenuestro nunca está solo porque se sabe miembro de esta comunidad universal de los hijos e hijas de Dios. ¿No es maravilloso que sea así? Ahora, cuando llego al “santificado sea tu nombre”, me imagino a las poblaciones que viven en el desierto, a las comunidades que encontraré en Yaundé, a mis familiares y amigos que he dejado en España, a los claretianos que trabajan en diversas partes del mundo… Llegará un día -este es el sueño de Jesús- en el que todos los seres humanos llamaremos al unísono “padre” a Dios. Entonces habrá llegado plenamente a nosotros su reino y todos haremos su voluntad. Alentados por este sueño, seguimos caminando en la dirección que Jesús nos señala.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo porque nos ayudas a profundizar en la oración y darnos cuenta que no hay lugar ni ocasión que no podamos transformar nuestra vida en oración.
    Gracias por desmenuzarnos el Padrenuestro que reconozco que si lo profundizáramos más nuestra vida espiritual cambiaría… nos ayudas a pasar del “yo” al “nosotros”… Qué lástima que de pequeños lo hayamos aprendido con tanta rutina.
    Buena estancia y buen trabajo… Protégete del calor. Cuídate.

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