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viernes, 3 de marzo de 2023

Seamos un poco autocríticos


Os recomiendo leer el artículo titulado
Las cuatro razones por las que los cristianos se avergüenzan y abandonan la Iglesia. Nos ayuda a entender un poco mejor lo que, desde hace décadas (¿siglos?), está pasando en Occidente. Leídas desde Camerún, adquieren otra dimensión. Aquí los cristianos celebran su pertenencia a la Iglesia, se sienten orgullosos de ella, contribuyen a su crecimiento y consolidación, disfrutan con sus fiestas, asumen sus compromisos. Por lo general, donde la comunidad cristiana es una minoría sociológica conserva su vitalidad. Donde, por el contrario, sigue siendo mayoría (o mantiene por inercia algunos tics de los tiempos en que fue mayoría) se produce un fenómeno de desenganche y abandono, lo que algunos llaman “apostasía silenciosa”. 

De poco sirve apuntalar un edificio que amenaza ruina. Creo que lo más sensato y eficaz es demolerlo cuanto antes y empezar a edificar de nuevo colocando sólidos cimientos. ¿Qué futuro puede tener una comunidad en la que muchos de sus miembros no lo son por conversión, sino por mera inercia? ¿Cabe imaginar una nueva creatividad pastoral cuando se nos cae la Biblia de las manos (porque no la leemos y no sabemos interpretarla) y las parroquias han dejado de ser comunidades vivas para convertirse en expendedurías de servicios religiosos a la carta? Sé que estas preguntas no hacen justicia a la realidad en toda su complejidad, pero a veces necesitamos hacernos algunas preguntas descarnadas para caer en la cuenta del grave momento que vivimos.


No salgo de mi asombro cada vez que escucho a algunos personajes famosos despotricar contra la Iglesia. Una que lo hace con mucha frecuencia es Nieves Concostrina en su programa “Acontece que no es poco”. No desperdicia ocasión para exhibir su ateísmo, reírse de las religiones y atacar sin piedad a la Iglesia católica. En una antigua entrevista con Andreu Buenafuente, confesaba que la Biblia le hacía reír porque contaba historias increíbles, pero muy divertidas. Y, como todo intelectual de izquierdas que se precie, ironizaba sobre lo que cuenta el Génesis acerca de la creación del mundo o sobre el origen del ser humano. 

¿Es posible que una persona como ella, habituada a desempolvar la historia con humor, no haya leído nunca un libro de introducción a la Biblia? ¡Hasta la gente más sencilla en muchos lugares de Asia o Latinoamérica sabe qué son los géneros literarios y qué enseñanza quieren transmitirnos esos mitos bíblicosPareciera que la educación religiosa que imparten muchos colegios privados y públicos en España no logra formar a las nuevas generaciones en una visión crítica y bien fundamentada del cristianismo. Los viejos tópicos siguen tan vigentes como hace cien años. ¿Qué nos está pasando?


Me pregunto si en la catequesis infantil y en la pastoral juvenil de las últimas décadas no hemos puesto demasiado el acento en la transmisión de valores, olvidándonos de formar a los niños, adolescentes y jóvenes en los fundamentos de la fe para que puedan vivirla en contextos hipercríticos. No me extraña, pues, que cuando llegan a la universidad se les venga abajo su idea del cristianismo como si fuera un castillo de naipes. No es suficiente con insistir en la importancia de la solidaridad, en la preocupación por la justicia y la paz, en el desafío ecológico y cosas semejantes. Todo eso es valioso, urgente si se quiere, pero lo esencial es asegurar la familiaridad con la Palabra de Dios, que siempre será la fuente de su experiencia de fe y, por lo tanto, de su compromiso social.

La fe viene “ex auditu” (por el oído); es decir, como respuesta libre y personal a un anuncio. Es necesario mostrar que ese anuncio no es una sarta de tonterías sin ningún fundamento, sino la transmisión de los acontecimientos que han marcado la relación de Dios con la humanidad y que han encontrado su culmen en el evento Jesucristo, del que la Iglesia es signo e instrumento. Si esto no está claro, todo lo demás (por importante que sea) se sostiene con alfileres. Fácilmente puede venirse abajo cuando uno tiene que abrirse a una interpretación científica del mundo y de la historia. Creo que tenemos que elevar mucho más el nivel intelectual de nuestras catequesis y pastorales. Con la mejor intención, hemos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias. Luego, pasa lo que pasa.


2 comentarios:

  1. Pues sí, creo que es como dices: “no se pueden encontrar soluciones si no se hace un buen diagnóstico”. Y para hacerlo es muy difícil por la variedad de síntomas que se dan… Es un trabajo muy arduo. Hace años que hay una falta de formación, de conocimiento de la Biblia. Los cimientos no están bien asentados.
    Sí, tenemos que elevar el nivel intelectual de las catequesis y pastorales… Y primero, cuidar mucho la formación de los catequistas que también aquí, por falta de personas que toman la decisión por vocación se ha aceptado a personas de buena voluntad, en las parroquias, para que se dé catequesis, sin tener en cuenta su formación. Pero ¿a qué precio?
    ¿Qué mensajes que sean atrayentes para los niños y jóvenes se dan a través de la Iglesia? También me pregunto ¿por qué no hay inquietudes que respondan a esta falta de fe y se planteen para que desde los dirigentes de la Iglesia, tanto a nivel universal como a nivel de parroquias, grupos, se sientan interpelados y se vean obligados dar respuestas?
    A los que nos sentimos formar parte de la Iglesia, nos falta sentido de pertenencia… no somos conscientes de la fuerza que tendríamos.
    Gracias Gonzalo por ir creando interrogantes.

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  2. José M. Vegas CMF4 de marzo de 2023, 9:48

    Gonzalo, estoy totalmente de acuerdo contigo. Por otro lado, hay textos bíblicos que, lejos de ser míticos, son desmitificadores, como el capítulo 1 del Génesis, que nos dice poéticamente (y con algo de ironía) que ni los árboles, ni los animales, ni los mares, ni las nubes, ni el sol y la luna, ni las estrellas son dioses, y que, por tanto, no tenemos que temerlos, sino dominarlos (ser señores sobre ellos), y que Dios está por encima de todos ellos. Y de ahí la aguda conciencia de los teólogos medievales, que con una autocrítica que para nosotros quisiéramos hoy, comprendían que nada de lo que decimos de Dios le cuadra realmente (teología negativa se llama). Los que se ríen de Dios y de la religión "no saben lo que hacen", es decir, son necios que se creen sabios. Gracias por tus reflexiones. Deberíamos hacerlas juntos y en diálogo.

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