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miércoles, 1 de febrero de 2023

El reto de ser mártires hoy


Para los claretianos hoy es un día muy significativo. Desde hace cinco años, el día 1 de febrero celebramos la memoria de los Beatos Mártires Claretianos. Se trata de un grupo numeroso formado por 184 misioneros. Todos ellos fueron beatificados en fechas diferentes. El primer grupo lo forman los 51 mártires de Barbastro, beatificados por San Juan Pablo II en Roma hace 30 años, el 25 de octubre de 1992. El segundo grupo, formado por los 23 mártires de  Sigüenza, Fernán Caballero y Tarragona, fue beatificado el 13 de octubre de 2o13 en Tarragona. El último grupo, el más numeroso, está formado por los 109 mártires beatificados en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona el 21 de octubre de 2017. A ellos se añade el caso del beato Andrés Solá Molist, beatificado en Guadalajara (México) el 20 de noviembre de 2005. 

Exceptuando la del beato Andrés Solá, he tenido la gracia de participar en todas las ceremonias de beatificación: Roma (1992), Tarragona (2013) y Barcelona (2017). En todas ellas, sobre todo en la primera, experimenté una gran conmoción. Son experiencias que marcan de por vida.


No es fácil explicar qué significa ser mártir en el siglo XX.
Nos cuesta comprender que el hombre moderno haya sido capaz de tanta crueldad. Sin embargo, la actual guerra de Ucrania nos demuestra que los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor en todas las épocas y en todos los lugares. Dentro de nosotros hay una gran capacidad de amor porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios amor. Pero hay también una gran capacidad de odio, destrucción y muerte. El virus del mal nos corroe. 

Recordar hoy a los Beatos Mártires Claretianos en el aniversario del atentado que San Antonio María Claret sufrió en Holguín (Cuba) en 1856 es una invitación a redescubrir la dimensión martirial de la vida cristiana. Donde hay un cristiano hay un mártir; es decir, un testigo, alguien que puede dar cuenta de “lo que ha visto y oído”, que testimonia la transformación que Jesús ha producido en su vida y que, llegado el caso, está dispuesto a derramar su sangre por defender el nombre de Jesús. 

En la sociedad líquida actual el martirio se puede confundir con la intransigencia. Nos cuesta distinguir entre dar la vida y quitar la vida. A Jesús no le quitaron la vida, sino que él la ofreció libremente. Por eso, todo verdadero martirio reproduce lo que Jesús vivió.


Esta mañana hemos comenzado nuestro taller sobre liderazgo discerniente claretiano con la celebración de la Eucaristía. Hemos recordado que un líder misionero es, por encima de todo, un testigo; o sea un mártir. Un líder que no sea testigo del encuentro con la persona que lo ha transformado, fácilmente puede convertirse en un manipulador o en un impostor. 

De vez en cuando me asomo a la página de Facebook de nuestro Museo de los Mártires de Barbastro y me sorprendo ante el número y variedad de las visitas. Abundan los jóvenes venidos de los más diversos puntos de España, pero también de otros lugares de Europa, de América y de otros continentes. Algunos han conocido la historia de los mártires de Barbastro a través de la película Un Dios prohibido. Sienten mucha curiosidad por conocer los lugares donde se produjo la tragedia. Desean orar ante la tumba de los protagonistas. Muchos se emocionan hasta las lágrimas porque historias como estas parecen de otros tiempos, más propias de las primeras generaciones cristianas que de los hombres y mujeres del siglo XX. Es verdad que a los más críticos estas historias les remueven las vísceras porque no acaban de entender la razón última. Se pierden en vericuetos políticos, psicológicos y socioculturales, pero no logran comprender la raíz más profunda.


Nosotros los cristianos somos seguidores de un mártir; por lo tanto, el martirio está en el corazón mismo de nuestra vocación cristiana. A veces, en determinadas circunstancias, este martirio reviste formas cruentas, llega hasta el derramamiento de la sangre, pero en la mayoría de las ocasiones se expresa a través del testimonio diario. Ser mártires de la vida cotidiana, testigos de Jesús en las diversas circunstancias, es nuestro desafío actual. 

No siempre es fácil, no solo porque en algunos contextos lo cristiano se ridiculiza, sino sobre todo porque no encontramos cauces sencillos, alegres y creíbles. O nos refugiamos en un silencio vergonzante, o nos convertimos en abogados defensores de Alguien que no necesita ser defendido sino testimoniado. Ser mártir en la sociedad secularizada del siglo XXI es difícil. Los hombres y mujeres que saben hacerlo se convierten en los mejores misioneros.

1 comentario:

  1. Hoy me siento, de una manera especial, unida a ti Gonzalo, compartiendo oración a los Mártires claretianos pidiéndoles que nos ayuden a a redescubrir la dimensión martirial de la vida cristiana siendo testigos de Jesús en las diversas circunstancias de nuestra vida.
    Gracias por ayudarnos a distinguir entre dar la vida y quitar la vida… Incluso en la vida familiar, a veces tenemos que decirnos: “no me quitan la vida, quiero darla libremente.
    Celebrar hoy, la vida entregada de los Mártires claretianos, conlleva muchos ecos y el revivir, con emoción, los momentos de la Beatificación que también tuve la suerte de vivir en Roma y en Barcelona.
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a valorar el testimonio misionero y claretiano de los mártires.

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