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sábado, 9 de abril de 2022

Rezando bajo la lluvia


Ayer, a las 8,30 de la tarde-noche, comenzó en Vinuesa, mi pueblo natal, un Viacrucis por las calles. Esta es una práctica normal en bastantes pueblos españoles, pero en el mío hacía muchos años que no se organizaba algo semejante. Ya se sabe que “en abril, aguas mil”. Durante la hora escasa que duró el recorrido no paró de llover, así que la procesión parecía una marea de paraguas. También el Cristo Crucificado iba cubierto con un gran paraguas negro. Confieso que, a pesar de algunas pequeñas molestias, me gustó vivir un Viacrucis pasado por agua. Fue como un bautismo colectivo. 

Por otra parte, la temperatura era benigna, así que mereció la pena el pequeño esfuerzo. La primera estación, dentro de la iglesia, la leyó mi pequeño sobrino Iker, que tiene solo 7 años. El texto no era fácil. Abundaban las palabras extrañas para un niño de esa edad, pero él las leyó con aplomo y un puntito de emoción. El resto fueron leídas por distintos chicos y chicas, hombres y mujeres representantes de los diversos grupos de catequesis, cofradías, etc. Me gustó la participación popular.


Varias personas me dijeron que llevaban años esperando algo así. Es verdad que lo más importante es la liturgia. La de Semana Santa es particularmente intensa y bella. Pero se necesitan también otras expresiones de la fe más sencillas. Yo, que crecí en un ambiente en el que no se valoraban mucho las devociones populares, disfruto mucho siendo uno más en medio del pueblo que camina. Comprendo mejor la naturaleza itinerante y peregrina de la Iglesia. Las procesiones expresan con claridad que somos una Iglesia extrovertida, “en salida”, como le gusta decir al papa Francisco. 

Me gusta que el Cristo Crucificado se pasee por las calles de nuestros pueblos y ciudades y “vea” nuestras casas, comercios, bares, etc. Y que todos lo veamos a él como a uno de los nuestros. Las comunidades cristianas que pierden esta variedad simbólica y popular acaban convirtiéndose en pequeños guetos de ilustrados que no consiguen enganchar con las personas más sencillas. Disfruté mojándome un poco al lado de la gente de mi pueblo. ¡Lástima que la tarde lluviosa dejó en casa a algunos ancianos a los que les hubiera gustado haber participado!


El Viacrucis es una devoción que permite unir nuestros dolores, fracasos, caídas, levantamientos y muertes a lo vivido por Jesús en su camino a la cruz. Me sorprendo de la facilidad con la que nos identificamos con el Cristo que cae tres veces y se levanta, o con un personaje como Simón de Cirene, que acepta ayudar a Jesús a llevar la cruz. De él hablan los evangelios. No hablan de la mujer que le enjuga el rostro con un lienzo en el que queda impreso el “verdadero rostro” de Jesús. La tradición ha denominado a esta mujer anónima con un nombre hermoso: Verónica (literalmente “el verdadero icono”). Es como si se nos quisiera recordar que cada vez que enjugamos el rostro de los sufrientes descubrimos el verdadero rostro de Jesús: “Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). 

El desnudamiento de Jesús y la repartición de sus vestiduras es también un momento impactante. Desnudo, es el Hombre por antonomasia. Pilato lo dirá con una frase enigmática y contundente: “Ecce homo” (¡He aquí al hombre!). La tradición no se olvida de María (a quien recordamos de manera especial en la cuarta estación) y de las piadosas mujeres que lloran. Cada una de las catorce estaciones es una cita con algún momento de nuestra existencia. Contempladas desde Jesús, encuentran todo su sentido. Por eso, hacer el Viacrucis con un mínimo de conciencia es tan consolador. Y si se hace por las calles del propio pueblo, bajo una suave lluvia, entonces deja un recuerdo imborrable.

1 comentario:

  1. Hoy nos ayudas a tomar conciencia de que podemos unir nuestros dolores, fracasos, caídas, levantamientos y muerte a lo vivido por Jesús en su camino a la cruz.
    Gracias Gonzalo, nos ayudas también a “sacar partido” de todo y a encontrar el reflejo de Dios en las diversas situaciones de la vida. Buen domingo de Ramos.

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