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viernes, 8 de abril de 2022

Más pandémicos y menos creyentes


Me he levantado este Viernes de Dolores con una noticia bastante descorazonadora. Un estudio realizado por la Fundación Ferrer i Guàrdia sostiene que durante los dos años de la pandemia se ha incrementado significativamente el número de ateos y no creyentes en España. En 2019 representaba el 27,5% de la población; en 2021, el 37,1%. Es muy llamativo este incremento de casi el diez por ciento en tan solo dos años. El informe destaca también que nueve de cada diez enlaces matrimoniales ya se realizan por la vía civil y que solo tres de cada diez contribuyentes financian la Iglesia Católica con su asignación del IRPF, aunque las cantidades tienden al alza. Un dato más: por primera vez en la historia los ateos y agnósticos son mayoría entre los menores de 34 años

Si estos datos reflejan bien la realidad -cosa que no puedo asegurar- caminamos hacia una de las sociedades más secularizadas del mundo. Una primera lectura nos llevaría a reconocer el fracaso de la evangelización de las nuevas generaciones. Los hijos de padres secularizados siguen y profundizan el camino de alejamiento de la fe de sus progenitores. La Iglesia, a pesar de su penetración capilar en la sociedad española, no ha sabido proponer a los jóvenes de manera atractiva y convincente el Evangelio de Jesús. Pero hay más lecturas. Nos acercamos, poco a poco, al final de un modelo sociológico de vivir la fe. Los cristianos dejaremos de ser una mayoría social. Al mismo tiempo, también poco a poco, está surgiendo un nuevo modo de ser cristianos -incluso entre los jóvenes- en las sociedades pluralistas. Ya no se es cristiano por tradición, sino por conversión. Estadísticamente no es todavía un fenómeno relevante, pero cada vez hay más historias. 


Tanto una lectura como la otra exigen muchos matices. Yo, como misionero, tomo nota de los datos, pero no pierdo la esperanza. Gracias a Dios, la multisecular historia de la Iglesia nos brinda claves para comprender que el Espíritu de Dios tiene muchas y sorprendentes maneras de conducir la historia. Ser cada día menos es, en primer lugar, una purificación. Tenemos muchas cosas que cambiar. Es también una oportunidad. La fe debe renacer en un nuevo marco cultural. Para ello, se necesitan al menos dos ingredientes: personas santas que encarnen el Evangelio en este contexto y teólogos que nos ayuden a encontrar nuevas claves de interpretación de la fe en la sociedad de la información

Este Rincón tiene como objetivo algo de esto, pero de una forma modesta, como si se tratara de un riego gota a gota. Yo creo profundamente en la verdad de Jesús y su Evangelio. Por eso, no pienso que un informe sociológico, por contundente que parezca, tenga el mismo valor que el Evangelio. Precisamente en situaciones como la presente, lejos del aplauso social, uno aprende a creer con la fuerza desnuda de la fe. Mantenerse fiel sin deshacerse en lamentos o acusaciones es un don que debemos pedir y agradecer.


Leer la noticia de este informe en el Viernes de Dolores tiene un valor simbólico añadido. Igual que Jesús fue juzgado y eliminado para luego resurgir con la fuerza de la Vida, su comunidad experimenta esta misma dinámica a lo largo de la historia. La diferencia estriba en que Jesús fue condenado siendo inocente. Nosotros, con nuestras incoherencias, hemos acumulado muchos cargos que opacan la credibilidad de la Iglesia y, en cierto sentido, justifican -o por lo menos explican- la escasa confianza en ella. 

Los sociólogos no se ponen de acuerdo sobre si la crisis de los abusos a menores ha influido más que la pandemia en el descenso del número de creyentes. Sea como fuere, los datos constituyen un desafío. Por una parte, no debemos tener miedo a vivir en minoría (quizá sea este el estado natural de la Iglesia); por otra, debemos hacer una apuesta más decidida por acercarnos al mundo de los jóvenes para comprender y acompañar sus búsquedas. La pandemia ha sido un gigantesco retiro que nos ha puesto contra las cuerdas. La fe en Dios no se ha visto reforzada, sino cuestionada. La historia no se detiene. A todo Viernes Santo le sigue un Domingo de Resurrección. 


1 comentario:

  1. Tenemos que estar bien despiertos para ir descubriendo los nuevos modos que están surgiendo de ser cristianos y saber discernir donde está trabajando el Espíritu.
    Para que la Iglesia, pueda realizar su penetración capilar en la sociedad, es necesario que sepamos descubrir la vocación a que estamos llamados todos los bautizados y que es la de “escampar capilarmente” la buena Noticia, frase que dijo un claretiano en una charla y que me quedó muy grabada.
    Gonzalo, gracias por expresar que tú no pierdes la confianza… Compartiéndolo nos animas a que los lectores del Blog tampoco la perdamos, a pesar de las situaciones que estamos viviendo, sin comprender muy bien lo que está pasando.
    Nos dices: “Este Rincón tiene como objetivo algo de esto, pero de una forma modesta, como si se tratara de un riego gota a gota”. Gracias Gonzalo, porque el riego gota a gota, penetra y hace fructificar… y este Blog llega a muchos rincones donde hay sequía y nos aportas luz en medio de la oscuridad.

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