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jueves, 14 de abril de 2022

Haced esto en memoria mía


El sol ha venido a visitarnos en este día de Jueves Santo. Su luz hace más luminosa la primavera. Millones de personas se han desplazado fuera de sus domicilios habituales. Hay una inmensa peregrinación en marcha. Yo celebraré la Eucaristía “in coena Domini” a las siete de la tarde con la gente de mi pueblo. Como millones de cristianos de todo el mundo, escucharé las mismas lecturas, participaré en el rito del lavatorio de los pies y comeré el Cuerpo y la Sangre del Señor. ¿Es posible que llevemos casi dos mil años repitiendo este mismo rito sin agotar su eficacia? Una de las respuestas de la asamblea después de la consagración -inspirada en 1 Cor 11,26- es: “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas”. 

Eso significa que la celebración de la Eucaristía es una actualización de la muerte y resurrección de Jesús. Si comprendiéramos la profundidad de este hecho, no despacharíamos el asunto diciendo que nos aburrimos o que tenemos cosas más importantes que hacer. Sin Eucaristía no hay Iglesia. Y, sin Iglesia, Cristo queda reducido a un personaje del pasado.


Cuando era niño, el Jueves Santo se unía al jueves de la Ascensión y del Corpus Christi para formar los tres jueves “que relucen más que el sol”. Los cristianos participaban en la misa vespertina, en la procesión con el Santísimo y en la adoración posterior con mucha devoción. Ahora todo ha cambiado. Muchos prefieren dedicar el tiempo a pasear, visitar los bares o contemplar las procesiones callejeras. La liturgia no acaba de llegar al corazón de quienes, por otra parte, se reconocen cristianos. ¿Será que todo resulta anacrónico y desconectado de la propia vida? ¿O acaso es un rito demasiado clerical y, por eso, los laicos se inclinan por las cofradías y procesiones en las que ellos tienen el papel protagonista? 

No tengo una respuesta satisfactoria para estas preguntas que me acompañan desde que empecé mi ministerio sacerdotal hace casi cuarenta años. Más allá de gustos y preferencias, ¿cómo caer en la cuenta de que la liturgia no es solo un recuerdo de algo que sucedió en el pasado, sino una realización de algo que acontece en el presente? ¿Cómo ayudar a ver que la liturgia es un signo y un instrumento de la gracia de Dios? Parece imposible ir contracorriente, pero eso no significa que renunciemos a presentar con claridad y humildad el tesoro que la Iglesia nos ofrece. En ello nos va la vida.


Este Jueves Santo viene teñido por la violencia de la guerra. La Eucaristía se celebra en ese inmenso cenáculo que es el campo de batalla. ¡Cómo me gustaría que se hicieran realidad las palabras de Pablo en su carta a los Efesios! Lo dice con energía: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y gentiles un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía” (Ef 2,14). Si donde dice “judíos y gentiles” leemos “rusos y ucranianos”, entonces comprenderemos mejor la fuerza unificadora que tiene el Cuerpo roto de Cristo en cualquier tiempo y lugar. 

Esta tarde, cuando celebremos la Eucaristía, comprenderemos mejor que la raíz de todos nuestros males es el pecado, que todos vamos contaminando con nuestros afluentes tóxicos el gran río de la humanidad. Pero comprenderemos con más fuerza que el sacrificio de Cristo ha sanado de raíz nuestra podredumbre. Unidos a él, incorporados a su muerte, cada uno de nosotros nos convertimos en artesanos de paz y reconciliación. A partir de aquí fluye todo lo demás: el amor fraterno, el ministerio sacerdotal, la celebración eucarística. Jesús nos ha pedido que hagamos todo esto, sin escisiones, en memoria suya. 

¡Feliz Jueves Santo a todos los amigos del Rincón!



2 comentarios:

  1. Feliz Jueves Santo, también para ti, Gonzalo
    Muchas gracias por todas las pautas que nos das que nos permiten llegar a las celebraciones tomando más conciencia de lo que celebramos y así dejarnos transformar.
    Gracias porque a través de tus comentarios nos transmites tu apasionamiento por Jesús y todos los misterios que estos días le acompañan. Nos facilitas el poder profundizar más y poder enfocar la vivencia de todo lo que celebramos de una manera diferente.
    Un abrazo.

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  2. Me uno al agradecimiento y sentimientos de Dolors. A veces me surge la misma pregunta que a ti por nuestro modo de celebrar y transmitir la fe. Otras veces pienso que los misterios más hondos no son para multitudes... en la cena los más íntimos y un traidor entre ellos, en el huerto miedo, tristeza y soledad de Jesús mientras los suyos duermen, en la cruz... hasta parece que Dios calla. Ojalá sepamos estar con María y Juan acompañando al pie de la cruz y de tantas cruces! Un fuerte abrazo, HERMANO.

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