La triple A a la que me refiero no tiene nada que ver ni con la Triple Alianza ni con la Triple Entente. Se refiere a tres virtudes que emergen en este Tercer Domingo de Adviento, el llamado Gaudete. Son la alegría, la audacia y la autenticidad. Puede que la elección sea algo subjetiva, pero creo que se desprende de las lecturas de hoy. Mientras escribo esta entrada en Villa Claret, una casa de retiros claretiana en la ciudad de Medellín, me entra por la ventana una brisa fresca. Desde la colina donde estamos ubicados, contemplo la ciudad extendida por el valle de Aburrá y encaramada por los cerros y montañas que lo circundan. El espectáculo es sencillamente cautivador. Ya no se habla de la Medellín violenta de Pablo Escobar (la que conocí en mi primer viaje en 1997), sino de la Medellín del siglo XXI, capital del departamento de Antioquia, una ciudad pujante, hermosa, acogedora… y paisa.
La segunda A tiene que ver con la audacia. Cuando nos sentimos alegres porque el Señor está cerca, entonces perdemos el miedo: “Aquel día dirán a Jerusalén: «¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!» El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador” (Sof 3,16). Muchos cristianos viven con un difuso sentimiento de miedo. Prefieren mantenerse en las trincheras para no correr demasiados riesgos. Sin embargo, cuando vivimos “la alegría del Evangelio”, nada ni nadie nos puede detener. La alegría produce audacia y valentía porque nos sabemos en las manos de Dios. La misión no es un asunto nuestro. Somos colaboradores de la misión de Dios.
- Al pueblo en general: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». La solidaridad con los necesitados es la primera línea de acción, la que menos se presta a autojustificaciones. Sigue siendo válida para nosotros hoy. Rezar un Padrenuestro es esencial, para rascarse el bolsillo para ayudar a quien lo necesita nos escuece más.
- A los recaudadores de impuestos: «No exijáis más de lo establecido». Quienes controlan los impuestos y la economía en general tienden a aprovecharse de los más débiles, a sacar provecho personal de todo. La corrupción afecta a casi todos: desde el concejal de un pequeño pueblo hasta un ministro del gobierno, pasando por empresarios, comerciantes, abogados, jueces, policías, inspectores de Hacienda, dirigentes de clubes deportivos… y eclesiásticos. Una de las cosas que más escandalizan a algunas personas es que la “incultura de la corrupción” parece crecer con más brío en los países de tradición católica e incluso en personas que se confiesan creyentes. ¿Cómo es posible semejante contradicción? Donde hay fe, hay honradez. Esta antigua virtud debe saltar al primer plano si queremos que las cosas cambien de verdad.
- A los soldados: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Extorsionar y chantajear siguen siendo prácticas comunes en diversos campos de la vida familiar y social. Esta actitud prepotente es incompatible con la alegría de quienes saben que el Señor está cerca.
¿Qué tenemos que hacer, en definitiva? No hace falta buscar respuestas alambicadas. Juan el Bautista nos invita a ser auténticos, de una pieza, sin dobleces. ¡Ojalá la alegría de ser cristianos nos lleve a vivir de esta manera! El fruto será una renovada audacia misionera.
Gracias Gonzalo por resumirnos las lecturas de hoy en tres palabras… Palabras que nos llevan a interiorizar y a memorizar el sentido que tienen en este domingo de la Alegría… Nos ayudan a experimentar la verdadera alegría que no viene de lo superficial, sino de lo profundo, desde dentro.
ResponderEliminarLa ALEGRÍA, porque el Señor está cerca y la experimentamos cuando la compartimos.
La AUDACIA, que nos lleva a experimentar que Dios está dentro de nosotros y nos lleva a perder el miedo. Cuando experimentamos su fuerza nos resulta más fácil abandonarnos a Él.
La AUTENTICIDAD diría que es fruto de las demás… Fruto de sentirnos “arropados” por Dios.
Buena estancia en Medellín… Gracias por las fotos que me llevan recuerdos imborrables.