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sábado, 11 de diciembre de 2021

Algo podemos hacer


Es muy temprano en Bogotá, pero en Europa ya es mediodía. Aquí la vida comienza muy pronto. Antes de volar a Medellín, la ciudad de la eterna primavera, recuerdo que estamos en el corazón del Adviento. Se necesita mucha esperanza para no sucumbir ante la avalancha de acontecimientos que nos empujan hacia el abismo. Cuando veo por las calles del centro de Bogotá a cientos, miles de personas malvendiendo algunos artículos para poder sobrevivir, me pregunto por qué yo dispongo de techo y comida y ellos no. Puedo acostumbrarme a las brechas sociales como algo inevitable, casi atávico. O puedo rebelarme y hacer algo. Me decanto claramente por la segunda actitud.

Si los cristianos no hacemos algo, dejamos a Dios en mal lugar. Somos el corazón y las manos de la providencia divina. Hay días en que tengo ganas de cerrar el blog, dejar de escribir palabras y centrarme en acciones más tangibles que sirvan para aliviar un poco el sufrimiento de tantas personas. Otras veces pienso que también haciéndome eco de las palabras de Jesús puedo contribuir a poner esperanza a través de medios tan inútiles como un blog en Internet. Necesitamos pozos de agua fresca que nos permitan aliviar la sed a lo largo de nuestra travesía.


No es fácil orientarse en el desconcierto que nos toca vivir. Leo algunos artículos que denuncian al Vaticano como una cueva de pervertidos e hipócritas que dicen una cosa y hacen otra. Leo otros que alaban al papa Francisco por su valentía para convocar un Sínodo en el que todos los cristianos tendremos la oportunidad de decir cómo vemos las cosas y cómo creemos que pueden mejorar. En este contraste entre quienes piensan que la Iglesia está viviendo estertores de muerte y quienes vislumbran un horizonte nuevo, el Adviento me ayuda a mantener fresca la esperanza. 

Ayer, un amigo mío, con cierto tono de reproche, me decía: “Hay mucho más Reino de lo que parece”. Es verdad. El Espíritu Santo está trabajando en el interior de millones de personas que están dando lo mejor de sí mismas para hacer habitable este mundo, para reflejar el amor de Dios en las múltiples situaciones de la vida cotidiana. Lo que ocurre es que esta corriente de amor pasa a menudo desapercibida.  La realidad “es” lo que los medios os cuentan. Por cada noticia buena (sobre todo, en relación con la Iglesia), hay tres malas. Si nos guiamos solo por lo que aparece en los medios, es inevitable pensar que la barca de Pedro se está hundiendo. Por eso, necesitamos el Adviento: para recordar que Dios nunca abandona a su pueblo, que las promesas siguen vivas, que Cristo está siempre naciendo allí donde menos pensamos.

El escritor colombiano Mauricio García Villegas ha calificado a Colombia en un libro reciente como “el país de las emociones tristes”. Siguiendo su enfoque, me pregunto si muchos no piensan que estamos viviendo en las últimas décadas en “una Iglesia de las emociones tristes” en la que cada día nos desayunamos con un nuevo escándalo que va minando nuestra confianza y en ocasiones nuestra fe. Cuando dominan las “emociones tristes” carecemos de entusiasmo para vivir nuestra fe con alegría, para contagiar esperanza, para sembrar amor. Frente a esta enfermedad espiritual de la acedia, necesitamos el antídoto que nos proporciona la Palabra de Dios. 

En este tiempo de Adviento Dios nos asegura que ha preparado un festín generoso para todos los habitantes de la tierra, que la paz acabará primando sobre la guerra, que el lobo pastará con el cordero. En otras palabras, Dios nos hace partícipes de su “sueño” para la humanidad. Solo si hacemos nuestro este sueño, podamos afrontar los sinsabores de la vida cotidiana si perder la esperanza. 

Tengo la impresión de haber tecleado algunas notas inconexas, pero el ritmo que llevo estos días no me permite ni siquiera revisar el texto escrito. Tomadlo como un cuaderno de bitácora. Solo eso.

2 comentarios:

  1. Gonzalo, nos haces partícipes del contraste de una sociedad de bienestar, aunque sea sencilla y sin lujos y de otra en que la gente malvive por muchas causas…
    No cierres el Blog, no te imaginas a cuantas personas llegas y despiertas inquietudes. De bien seguro que desde las palabras alientas, ayudas a que tengamos más claridad, nos acercas a Dios y nos despiertas inquietudes que de otra manera no se haría realidad… Además que predicas con el ejemplo… Te rebelas y nos ayudas a rebelarnos y como bien dices, “… necesitamos pozos de agua fresca que nos permitan aliviar la sed a lo largo de nuestra travesía… Gracias por todas las veces que nos ayudas a “acercarnos al pozo”.
    Tu acompañamiento, en este Adviento, ayuda a vivirlo desde otra perspectiva mucho más profunda… Me hace bien cuando escribes:
    “… el Adviento me ayuda a mantener fresca la esperanza.”
    “… El Espíritu Santo está trabajando en el interior de millones de personas que están dando lo mejor de sí mismas para hacer habitable este mundo…”
    “… necesitamos el Adviento, para recordar que Dios nunca abandona a su pueblo, que las promesas siguen vivas, que Cristo está siempre naciendo allí donde menos pensamos…”
    Buen viaje a Medellín. Disfruta de la estancia allí … “Dios está en Medellín”…
    Un abrazo.

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  2. Gonzalo...también he vivido esa experiencia tuya contemplando el centro de Bogota y sobre todo el sector del Cartucho...y me he planteado tus mismos interrogantes...y de igual manera he sentido que a pesar de tanta miseria humana y tanta injusticia social hay mucho de Reino de Dios en esa realidad y que como iglesia podemos sensibilizar nos y dejarnos contagiar de la esperanza invisible que reina en muchos empobrecidos para conmovernos solidariamente en acciones concretas de lucha contra la desigualdad.

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