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sábado, 3 de abril de 2021

Cerrado por aburrimiento

No hay en todo el año otro día más moderno y secularizado. Por no tener, hoy no tenemos ni siquiera Eucaristía. Es como si en todas las iglesias, tiendas, bares y casas se hubiera colocado el mismo cartel: “Cerrado por defunción”. O mejor sería decir: “Cerrado por aburrimiento”. El Sábado Santo no sucede nada porque herederos del pragmático Pilatos quizá seguimos pensando que “muerto el perro, se acabó la rabia”. Estamos cómodos en esta cultura del no sabe/no contesta o del si te he visto no me acuerdo. Una vez que hemos “matado a Dios” (Nietzsche dixit), podemos vivir tranquilamente (o quizás aburridamente) etsi deus non daretur, como si Dios no existiese. Sí, los hombres y mujeres modernos celebramos nuestra fiesta de adultos emancipados el Sábado Santo. Libres ya de dogmas y liturgias, podemos organizar la fiesta de la vida a nuestra manera. Todo lo que le aplicábamos al Dios muerto, podemos aplicárnoslo ahora a nosotros sin remordimiento. 

Nadie nos impide hacer de este día no-litúrgico una jornada de asueto. La playa es más atractiva que el Calvario. Quizás ayer, Viernes Santo, todavía sentíamos el suave cosquilleo de haber matado lo poco que nos quedaba de fe. El Viacrucis nocturno en la plaza de san Pedro, este año con la voz candorosa de los niños, nos recordó el drama con la fuerza sugestiva de la televisión. Las catorce estaciones fueron un recorrido por el dolor y el abandono que se viven en la vida cotidiana. No hubo mucha poesía. Solo hechos concretos, contados por los niños, que mostraban cómo Jesús sigue sufriendo y muriendo en nuestros días. Luego, la vida siguió su ritmo.

Hoy respiramos tranquilos y despreocupados. Hemos comprobado que se puede vivir sin Dios. No se hunde el mundo. La tierra sigue girando alrededor del sol, los supermercados venden sus productos y las gentes acuden a su trabajo o disfrutan del fin de semana con pasmosa tranquilidad. Nos ha alterado más la vida el diminuto coronavirus en un año que la muerte de Dios en varios siglos.  

¿Que no pasa nada? ¡Claro que pasa! Mientras nosotros nos entretenemos etsi deus non daretur, la Vida está en plena ebullición. En lo profundo de la tierra germina la semilla plantada. Lo que pasa es que la Vida no hace ruido. Madura en el silencio. Al mismo tiempo que millones de personas se entretienen, la Resurrección prepara su estallido. Solo los pocos que aún saben escuchar el silencio perciben su murmullo suave. Por eso, esperan contra toda esperanza. Rompen el certificado de defunción porque saben que Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Los mismos (mejor, las mismas) que ayer permanecieron junto a la cruz aguantando el tipo son quienes hoy mantienen viva la esperanza. 

Sí, la religión es cosa de mujeres. Tienen razón quienes desde hace siglos esbozan esta crítica con una sonrisa irónica en los labios. Los hombres fornidos (se llamen Pedro, Judas o cualquiera de nuestros nombres) solo saben ir por la vida de fanfarrones, pero, a la hora de verdad, se encogen, disimulan, niegan, traicionan y venden. Tienen que ser las “débiles” mujeres las que, movidas por el verdadero amor, no se separen del Cristo sufriente, del Cristo muerto y hasta del Cristo enterrado. Si la fe va a seguir teniendo futuro en este mundo secularizado no va a ser por nosotros, hombres habladores, cobardes y huidizos, sino por las mujeres resistentes y fieles. Solo ellas saben callar, estar, servir, esperar... y anunciar en el momento oportuno. ¡La evangelización del futuro es cosa de mujeres!

Oración del Sábado Santo

Hoy no tendríamos que hablar mucho,
ni siquiera para decirte que no hemos tirado la toalla,
que todavía esperamos que suceda
el milagro de la primavera.

Hoy tendríamos que unirnos a tu madre María
y a las piadosas mujeres que,
desoyendo consejos y desafiando amenazas,
han permanecido contigo hasta el final.
A su lado, todavía tenemos redención.
A su lado, aún nos queda una brizna de esperanza.

Somos hombres del siglo XXI, Jesús Nazareno.
No te extrañes de que no vibremos con tu muerte
o de que pasemos por alto tu sepultura.
Te seguimos admirando, créenos,
con tal de que no alteres nuestra tranquilidad.
Estamos dispuestos a usar tus palabras
si nos sirven para confirmar lo que pensamos
o quizá también lo que soñamos,
aunque no estemos dispuestos a mover un dedo
por hacerlo realidad.

Nos sentimos cómodos en el Sábado Santo
porque tu muerte de ayer es solo un mal recuerdo
y la resurrección de mañana
no agita todavía nuestras vidas.

¿Habrá un futuro para nosotros
que dependemos solo de nuestras manos?
¿Seremos mejores tras la pandemia
que ha puesto al descubierto nuestros flancos débiles?
¿Nos dejaremos guiar por las mujeres creyentes
o seguiremos esclavos de nuestro orgullo?

A ti Cristo, sepultado en la roca de nuestra indiferencia,
te pedimos que soples la pequeña llama
que todavía arde en nuestros corazones.
Tal vez tengamos tiempo todavía
de tropezarnos contigo
en cualquier recodo del camino.


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