En la práctica, las cosas son más sencillas. Cada uno de nosotros, por edad, formación, sensibilidad, contexto social, ocupación, etc. es más sensible a unas cosas que a otras, se desenvuelve con más facilidad en unos terrenos que en otros. Esto explica que para ser eficaces nos concentremos en unas pocas cosas, tal vez por aquello de que “quien mucho abarca, poco aprieta”. Como suele decir con ironía un compañero mío, “entre todos hacemos la media”. Los casi 8.000 millones de seres humanos que hay en el planeta Tierra no podemos estar pendientes del ornitorrinco, de la ballena azul o de los derechos de una tribu amazónica. Pero suponemos que, al igual que el Espíritu distribuye sus carismas de manera armónica, también distribuirá la sensibilidad por diversas causas, de modo que, entre todos, podamos hacernos cargo de las diversas situaciones y problemas.
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sábado, 13 de febrero de 2021
El día del "no día"
Anteayer, memoria de la Virgen de Lourdes, se celebró la Jornada Mundial del Enfermo, instituida por san Juan Pablo II en 1992. Con ese motivo, el papa Francisco nos dirigió un mensaje. Ayer se celebró el Año Nuevo Chino y mañana, festividad de san Valentín (aunque este año cae en domingo), se celebrará el Día de los Enamorados (en algunos países se lo conoce como Día del Amor y la Amistad). Prácticamente todos los días del año se celebra alguna jornada mundial para conmemorar algo o luchar por alguna causa noble.
En ocasiones me hago eco de estas jornadas en el Rincón, pero llega un momento en que resulta un poco agobiante y quizás incluso innecesario. Por todas partes nos invitan a luchar contra la trata de personas o contra el cáncer, a preocuparnos por el cuidado de la tierra, por la atención a los pobres, migrantes y refugiados, a sumarnos a la campaña contra el hambre o contra el calentamiento global, a solidarizarnos con los enfermos de SIDA y con quienes padecen enfermedades raras, a no olvidar a las víctimas del holocausto, a defender los derechos de la mujer trabajadora… Pocas situaciones escapan a la atención mundial.
Hay días muy curiosos dedicados a la lucha contra la depresión (13 de enero), a la concienciación por los pingüinos (20 de enero), a la protección del croissant (30 de enero), a la lucha contra la obesidad (4 de marzo), al número Pi (14 de marzo), a la poesía (21 de marzo), a la visibilidad transgénero (31 de marzo), a las bromas (1 de abril), al beso (13 de abril), a las personas delgadas (25 de abril), al jazz (30 de abril), al atún (2 de mayo), a las aves migratorias (8 de mayo), al reciclaje (17 de mayo) y hasta al whisky (19 de mayo). Podría continuar esta lista infinita, pero creo que como botón de muestra es suficiente con lo escrito.
No estoy en
contra de que se celebren este tipo de jornadas mundiales. Ayudan a visibilizar
situaciones desconocidas o necesitadas de atención y a canalizar esfuerzos. Lo
que me cansa bastante es que muchos de sus promotores pretendan que seamos
sensibles a todo. Si no manifestamos entusiasmo por sus luchas, enseguida somos tildados
de insensibles, egoístas y otras cosas peores. Yo no sé cómo una persona normal
puede preocuparse en serio y al mismo tiempo por la preservación de las ballenas, la defensa de
los indígenas mapuches, la ayuda a las prostitutas de Manila, la lucha contra
el tráfico de órganos o la promoción de los chimpancés congoleños. Es tal la
avalancha de causas, acentos, prioridades, campañas, opciones y objetivos que no hay ser
humano en su sano juicio que pueda cargar con tamaña responsabilidad. La
tentación frecuente es desentenderse de todo. Es comprensible. A mí me pasa algo parecido con
la publicidad. No presto atención a ningún anuncio, aunque sé que su impacto subliminal acaba alcanzándome.
Yo lo veo en el pequeño
micromundo de mi comunidad romana. Todos nos guiamos por el mismo proyecto comunitario,
pero no todos tenemos la misma sensibilidad y capacidad para llevar a cabo los diversos
objetivos propuestos. Hay algunos que son muy sensibles al mundo de la marginación
y la pobreza. A menudo nos presentan situaciones y nos recuerdan lo que podemos
hacer. Otros se preocupan por los enfermos. Los hay sensibles a la
liturgia o a la música. No faltan quienes tienen capacidades culinarias,
artísticas, deportivas y de animación. Pedir que todos seamos igualmente sensibles a todo y
que nos tomemos todo como un asunto de vida o muerte, además de ser una forma insufrible
de totalitarismo, va contra la dinámica de la vida. Los organismos vivos (el cuerpo humano es el
paradigma supremo), aun formando una unidad, tienen órganos especializados en
las diversas funciones. No hace lo mismo el corazón que el hígado, el riñón que el cerebro. Es el único modo de que se realicen con propiedad. Lo
que importa es que estos órganos estén conectados y sirvan, desde su tarea
específica, al buen funcionamiento del conjunto del cuerpo. Por cierto, san Pablo aplicó el símil del cuerpo al funcionamiento de la Iglesia (cf. 1 Cor 12,12-31).
Creo que, bajando al
terreno de la vida cotidiana, más nos valdría a todos tomar en serio un par de
causas, comprometernos a fondo con ellas y confiar en que habrá otros que se ocuparán de
las demás. Pretender estar en el primer frente de todas las batallas es la
mejor forma de no hacer nada y de morir en el intento. Quizás, por eso, reivindico el día del no día, una especie de jornada sabática en la que no tengamos que luchar por ninguna causa, como no sea la de respirar un poco, otear el horizonte y reparar fuerzas para no sobrecargar a los demás con nuestras obsesiones.
1 comentario:
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Muchas gracias Gonzalo. Estoy hasta... Uf! A veces los compromisos se quedan en hacer una oración especial, una marcha,... pero la vida sigue igual.
ResponderEliminarMi padre decía, pronto tendremos una fecha especial para "el día menos pensado" y se murió en los 70 del siglo pasado...