Así es como ha
titulado el papa Francisco su mensaje
para esta IV
Jornada Mundial de los Pobres que celebramos hoy. Es un versículo tomado del libro del Eclesiástico (7,32). Por eso,
intentaré combinar el significado de esta Jornada con el mensaje del Evangelio
del XXXIII
Domingo del Tiempo Ordinario. La liturgia nos propone la conocida
parábola de los talentos (cf. Mt 25,14-30). Por si hubiera alguna duda, aquí la
palabra “talento” no significa inteligencia o aptitud. El término hace
referencia a una unidad de cuenta que se utilizaba en tiempos de Jesús. Equivalía
al salario de un trabajador durante veinte años. Por tanto, hablar de cinco talentos (primer
empleado), dos (segundo empleado) o uno (tercer empleado) es hablar de una
ingente suma.
Ahora bien, Jesús no se está refiriendo al dinero o a cualidades humanas que debemos
desarrollar, sino a los dones que él ha dejado a su comunidad y que sus discípulos
tenemos que hacer fructificar: el don del Espíritu Santo, su madre, los sacramentos, el mandamiento
del amor, etc. Basta con que seamos “fieles en lo poco” para disfrutar de la
comunión con él. Jesús no nos pide nada espectacular. Lo que no desea es que
sus discípulos nos parezcamos al tercer empleado, al que el evangelio de Mateo
califica de “holgazán y perezoso”. ¿Qué hacemos con los dones que el
Maestro ha dejado a la Iglesia? ¿Valoramos, por ejemplo, la gracia de la Eucaristía o la
hemos reducido una rutina semanal? ¿Contamos con la fuerza del Espíritu para
transformar el mundo o pensamos que no hay ya nada que hacer?
El Evangelio de
hoy es un reclamo que nos despierta de la pereza y nos hace valorar el tesoro
que la fe en Jesús representa. De hecho – como nos recuerda Fernando Armellini en su
comentario – “las comunidades generosas y atentas a los signos de los tiempos, progresan
y adquieren siempre más vitalidad, mientras que las que prefieren replegarse
sobre sí mismas envejecen, decaen y nadie se maravillará si un día desaparecen”.
Estamos llamados a “negociar” con los dones recibidos para que se multiplique
su eficacia. Uno de estos dones o “talentos” es, sin duda, la preocupación por
los pobres. Es un signo distintivo de los seguidores de Jesús.
El papa
Francisco nos lo recuerda en su mensaje: “Cada año, con la Jornada Mundial
de los Pobres, vuelvo sobre esta realidad fundamental para la vida de la
Iglesia, porque los pobres están y estarán siempre con nosotros (cf. Jn 12,8)
para ayudarnos a acoger la compañía de Cristo en nuestra vida cotidiana”
(n. 3). Los hombres y mujeres de Espíritu no pueden separar su relación con
Dios de su compromiso con los pobres porque si en algún sitio brilla la imagen
de Dios es precisamente en el rostro de los necesitados: “La oración a Dios
y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para
celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda
persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen
de Dios” (n. 2). No estoy muy seguro de que esto forme parte de nuestras
convicciones y prácticas, pero creo que sí de nuestros anhelos. La primera lectura de hoy nos recuerda que una de las caracteristicas de la mujer fuerte es precisamente la preocupacion por los pobres: “Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”.
¿Cómo hacer
fructificar los talentos para que los pobres tengan vida? A menudo tenemos la
impresión de que no hay mucho que hacer. Cuanto más hablamos de este asunto,
parece que peor van las cosas: “Las malas noticias son tan abundantes en las
páginas de los periódicos, en los sitios de internet y en las pantallas de
televisión, que nos convencen de que el mal reina soberano. No es así. Es
verdad que está siempre presente la maldad y la violencia, el abuso y la
corrupción, pero la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que
no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos
de esperanza” (n. 5). Hay muchas personas que no se parecen al tercer empleado
de la parábola. No tienen una imagen deformada de Dios como alguien que provoca
miedo porque “es exigente, siega donde no siembra y recoge donde no esparce”.
Al contrario, creen que la mejor forma de dar gloria al Dios, amigo de la vida, y de disfrutar
de la fe en él es poner toda su creatividad y generosidad al servicio de
quienes se ven privados de lo necesario. En otras palabras, son hombres y
mujeres que “tienden la mano” al pobre en los mil gestos que la caridad
inventa.
Este tiempo de pandemia ha sido una oportunidad para desarrollar muchas
iniciativas de ayuda a los más afectados por el Covid-19. El papa Francisco lo recuerda en su mensaje:
“Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo” .
Los próximos
meses serán todavía más duros porque vamos acumulando muchas pérdidas y las fuerzas disminuyen. ¿Cómo podemos superar una actitud pasiva y perezosa? ¿Qué podemos
hacer para que los “talentos” produzcan frutos? Este penúltimo domingo del año
litúrgico nos invita a no quedarnos de brazos cruzados.
Muchas veces pienso que hay ricos-pobres y pobres-ricos, según el enfoque que dan a la vida y según desde la perspectiva que nos lo miramos.
ResponderEliminarEntiendo que hoy contemplamos la pobreza extrema y sé que hay muchísima de escondida, que no se detecta y, a veces, cuando se descubre ya es tarde.
Gracias por dar la equivalencia de los talentos. Nos falta conocimiento de los tiempos de Jesús, saber cómo se vivía, para comprender más las Escrituras.
A lo largo del día tenemos muchas ocasiones de “tender la mano”…
Gracias Gonzalo por todas las pistas que hay en esta entrada que nos llevan a la reflexión.