Para ver con claridad
objetos diminutos que no se perciben a simple vista usamos el
microscopio. Si
queremos observar objetos lejanísimos, que tampoco se perciben bien a simple
vista, usamos el
telescopio.
Ambos instrumentos suelen estar en manos de científicos o personas expertas.
Creo que pocos de nosotros tenemos un microscopio o un telescopio en casa. Es
más fácil que nos contentemos con una
lupa (para agrandar lo pequeño)
o con un sencillo
catalejo
(para acercar lo lejano). En cualquier caso, tanto los instrumentos caseros
como los más sofisticados, nos ayudan a conocer mejor el mundo microscópico y el
macroscópico. Curiosamente, ambos tienen
sorprendentes
parecidos. A veces, creemos estar viendo un paisaje sideral cuando, en
realidad, se trata de la hoja de un árbol agrandada.
El “punto de vista”, el
lugar de observación, es esencial para calibrar la realidad de la que hablamos.
La tierra, contemplada desde la estación espacial internacional, por ejemplo, es una
esfera azul que navega por un espacio negro. Vista desde la ventana de nuestra habitación,
es un fragmento de casas y campos. ¡Hasta podemos pensar que se
trata de una infinita llanura! Los experimentos con la lupa y el catalejo nos
ayudan a caer en la cuenta de la importancia de adoptar el “punto de vista”
correcto a la hora de juzgar un acontecimiento y, mucho más, a una persona. Si solo
manejamos la lupa, tenderemos a perdernos en los detalles minúsculos con el
riesgo de convertir una pequeña dificultad en un gran problema. Si todo lo
vemos con catalejo, tendremos horizontes amplios, pero podemos perdernos los
detalles de la vida cotidiana y desentendernos de nuestras responsabilidades.
Hay personas
expertas en el manejo de la lupa. La aplican a todo. Siempre quieren hurgar,
buscar nuevos datos, averiguar “lo que hay detrás” de todo. Son buenas para el
análisis. Su espíritu detectivesco las lleva a no contentarse con las explicaciones
genéricas. Cuando se adentran en el complicado terreno de las relaciones
personales, pueden resultar obsesivas. Siempre quieren saber las actitudes que
hay detrás de algunas conductas. Pero no se contentan con eso. Investigan los
sentimientos subyacentes. Relacionarse con otros con una lupa en la mano acaba
resultando agotador. Ninguna explicación es suficiente. Las minucias se
convierten en montañas. Las personas con una lupa como arma acaban siendo
atosigantes. Resulta difícil convivir con ellas. Pierden de vista el conjunto y
se instalan en el detalle. Acaban siendo obsesivas.
Por el contrario, las que
se sirven del catalejo siempre miran el horizonte. Suelen ser personas con
visión, con ideales nobles. No les preocupa tanto el lugar en el que están,
sino la meta a la que se dirigen. Relativizan muchas de las cosas del devenir cotidiano
porque su preocupación siempre está más allá. Suelen ser personas abiertas, tolerantes,
inclusivas. Su talón de Aquiles es que, por mirar tanto el horizonte, se
olvidan de lo que tienen delante, no prestan atención a los detalles de la vida
ordinaria. Quienes viven con ellas pueden sentirse preteridos y, en algún caso,
hasta menospreciados.
Creo que la fe cristiana
nos ayuda a usar con equilibrio la lupa y el catalejo en nuestra forma de abordar
la vida. En primer lugar, el catalejo de la Palabra de Dios nos ofrece una maravillosa visión
de conjunto: el plan de Dios sobre la creación y, más en concreto, sobre la
humanidad. Este catalejo nos permite ver muy lejos para que no nos
creamos el ombligo del mundo, sino parte de un universo inmenso, de una
sinfonía inacabada. Leemos en el salmo 8: “Cuando contemplo el cielo, obra
de tus dedos, | la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para
que te acuerdes de él, | el ser humano, para mirar por él?” (Sal 8,4-5). Pablo,
en el famoso himno incluido en su carta a los Efesios, nos ofrece también una
grandiosa visión de conjunto del plan salvífico de Dios: “Él nos eligió en
Cristo antes de la fundación del mundo | para que fuésemos santos e intachables
ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, | según el
beneplácito de su voluntad, | a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su
gracia, | que tan generosamente nos ha concedido en el Amado” (Ef 1,4-6). Esta
visión nos ayuda a no hundirnos en los pequeños problemas que a menudo nos
afligen. Estamos llamados a una gran vocación. Formamos parte del mundo de Dios.
Pero, al mismo tiempo, la fe nos
ayuda a empuñar la lupa para prestar atención a los pequeños detalles. Jesús es
un enamorado de lo pequeño porque el amor ama los detalles: “El que dé a beber, aunque no sea más que un
vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en
verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mt 10,42). En la parábola de
los talentos, el señor le dice al siervo que ha sabido negociar con lo
recibido: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré
un cargo importante; entra en el gozo de tu señor” (Mt 25,21). Ser fieles
en lo poco es garantía de una fidelidad mayor: “El que es fiel en lo poco,
también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho
es injusto” (Lc 16,10). A la hora de situarnos en la vida, la fe nos
proporciona, pues, un catalejo (para no perder nunca de vista el gran plan
salvífico de Dios) y una lupa (para prestar atención a los pequeños detalles de
la vida a través d ellos cuales se expresa el amor). Ambos instrumentos nos
permiten movernos con soltura en la onda larga y la onda corta para que nuestro “punto
de vista” sea el de Dios y no el de nuestro diminuto (y, sin embargo,
orgulloso) ojo humano.
¡Genial! ¡Gracias!
ResponderEliminarTengo un microscopio profesional y es muy fascinante cuando podemos ver cosas minúsculas, ampliadas, tengan vida o no… Es maravilloso ver una gota de sangre como se organiza, y nos ofrece datos de salud o enfermedad de los diferentes órganos del cuerpo… Se descubre la riqueza de la vida.
ResponderEliminarLa visión, según utilicemos lupa o catalejo, es totalmente diferente, como también lo es el ponernos unas gafas con una graduación totalmente diferente de la que necesitamos. Creo que todo ello nos ayuda a comprender como todos podemos tener razón cuando discutimos un problema porque lo vemos desde perspectivas diferentes, cada cual desde la suya, según hayan sido sus experiencias personales.
Gracias Gonzalo porque nos ayudas a usar la lupa y el catalejo para observar desde nuestra fe cristiana a través de himnos y salmos… Tener presente el catalejo, creo que nos puede ayudar muchísimo a no perder el horizonte.