“El portero de noche” (Il portiere di notte) es una
inquietante película de Liliana Cavani estrenada en 1974. Me parece que el Evangelio de
este I Domingo de Adviento nos invita también a ser “porteros de noche”, sin
que esta vocación tenga nada que ver con la película de la directora italiana, más allá del nombre. Jesús pide al portero de la casa que esté en vela “pues no sabéis cuándo
vendrá el dueño”. Lo más probable es que venga de noche y nos encuentre
dormidos. Puede llegar en cualquier momento (“al atardecer, o a medianoche,
o al canto del gallo, o al amanecer”), pero la noche tiene una especial
carga simbólica. Los maestros de Israel enseñaban que había habido cuatro
noches en la historia del mundo. Las tres primeras son conocidas: la noche de
la creación en la que Dios hace la luz (cf. Gn 1,3); la noche de la alianza con
Abrahán (cf. Gn 15) y la gran noche de la liberación de Egipto (cf. Ex 12,42).
¿Cuál es la cuarta? ¡Es la noche, esperada por Israel, en la que Dios
intervendrá para crear un mundo nuevo y dar comienzo a su reino! Cuando en el
Nuevo Testamento se habla de que el Señor vendrá durante la noche, se refiere a
esta cuarta noche. Es, en realidad, nuestra noche, la del tiempo en que nos ha
tocado vivir, más preocupado por buscar su propio camino que por hacer la
voluntad de Dios.
En esta “noche”
debemos estar vigilantes porque el Señor puede hacerse el encontradizo con
nosotros en los acontecimientos más insospechados. A todos se nos invita a
vigilar, pero hay algunos que están llamados a ser “porteros” de la casa común
que es la comunidad cristiana. Son aquellos miembros de los que depende la vida
misma de la Iglesia: el anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los
sacramentos, el apoyo de los discípulos titubeantes. Estos “porteros” están
llamados a comportarse siempre como “hijos de la luz”, nunca como “hijos de las
tinieblas”. Deben mantener despiertos también a sus hermanos más débiles,
aquellos que corren el peligro de ser engañados por la mentalidad dominante del
mundo. No hay muchos hoy que aspiren al puesto de “portero”. Todos preferimos
dedicar el tiempo de la noche a descansar, no a estar vigilantes.
Una de las
expresiones más bellas que he leído aplicadas a los religiosos y religiosas es
que son “centinelas del Absoluto”. No se espera de ellos que hagan muchas
cosas, sino que nos avisen de que el Esposo está a punto de llegar. En uno de
los capítulos de la primera temporada de la famosa serie “The
Crown”, la niña Lilibeth (la futura reina Isabel II) recibe clases
de un tutor del celebérrimo colegio de Eton. En una de ellas, el maestro le
explica la diferencia entre “the dignified” (lo digno) y “the
efficient” (lo eficiente). Pensando en el futuro que le aguarda a la niña,
le advierte de que los reyes representan lo primero, mientras que el gobierno
atiende a lo segundo. Ambas dimensiones se necesitan y se apoyan. Los problemas comienzan cuando no se tienen en cuenta las diferencias. Los que hemos profesado como religiosos y religiosas, ¿habremos sucumbido a la tentación del eficacismo (tan cónsono con la cultural ambiental) olvidando nuestra esencial vocación de centinelas? ¿Explicará este desplazamiento algo de nuestra pérdida de identidad y relevancia y de la dificultad de hacer atractiva edsta vocación a las generaciones jóvenes?
Quizás en la
Iglesia de hoy hemos dado tanta importancia a la eficacia que hemos olvidado la
dimensión de la vigilancia. Necesitamos trabajadores, pero también centinelas. En
el trabajo nos sentimos protagonistas y, tarde o temprano, vemos los frutos de
nuestro esfuerzo. En la vigilancia, el protagonismo lo tiene el Esposo. Quizá por
eso nos cuesto tanto dar a esta dimensión de la vida cristiana su debido valor.
Quisiéramos siempre llevar las riendas, comprobar que la fe sirve para algo. Nos cuesta aceptar que somos humildes “porteros
de noche”, cuya actividad fundamental consiste en estar atentos, con los ojos
abiertos, no en “embotarnos” con nuestras propias acciones. ¡Ojalá el Adviento de
este 2020 nos ayude a vigilar con atención para caer en la cuenta de las muchas
venidas del Señor! En medio de esta situación oscura que estamos viviendo, de
esta noche pandémica, Jesús no deja de visitarnos, de estar a nuestro lado. A veces,
se disfraza de médico intensivista o de cuidador de ancianos. Otras veces se
sirve de una conversación, un artículo de prensa, una canción, un libro o un
paseo para transmitirnos el único mensaje que verdaderamente necesitamos: “No
te preocupes. Estoy contigo. Tampoco esta vez se me escapa tu historia de las
manos”.
Crea muchos interrogantes el saber que “viene de noche”… Y de la “noche” muchas veces queremos huir, nos da pánico.
ResponderEliminarArmellini dice: “El está con nosotros, solo ha cambiado su forma de estar presente…” Y esta experiencia la tenemos cuando ha fallecido algún ser muy querido.
Tu Gonzalo, escribes: “Jesús no deja de visitarnos, de estar a nuestro lado…” “…para transmitirnos el único mensaje que verdaderamente necesitamos: “No te preocupes. Estoy contigo. Tampoco esta vez se me escapa tu historia de las manos”.
Gracias Gonzalo, la entrada de hoy ayuda a ver esta vocación de “portero nocturno” , con profundidad, una vocación que también los padres, los abuelos, la vivimos, Gracias porque nos ayudas a tener confianza en que en medio de la noche podemos vislumbrar la luz…