No hemos hecho
más que empezar el Adviento y ya estamos celebrando la primera gran fiesta, la
del apóstol san Andrés.
No sabemos mucho de su vida, pero sí lo suficiente como para sentirnos atraídos por
ella. Es probablemente el discípulo más viejo de Jesús. Parece que antes siguió
a Juan el Bautista. Murió crucificado en Patras, una ciudad griega, en una
fecha incierta. Hay un detalle de su vida que me apasiona. Lo cuenta Juan en su
evangelio: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a
Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús”
(Jn 1,40-42). Andrés ha tenido una experiencia personal de encuentro con Jesús.
Debió ser tan atrayente y trasformadora que enseguida siente la necesidad de compartirla
con otros. El primero es su hermano Pedro. Ambos son hijos de un tal Jonás de
Betsaida. Hasta aquí, nada de particular. Cuando vivimos algo intenso en
nuestra vida, todos sentimos la necesidad de compartirlo con alguien. Andrés pudo
haber caído en la tentación de haberse convertido en protagonista. Sin embargo,
él sabía que no era el centro. Por eso, tras compartir con su hermano la experiencia
vivida, “lo llevó a Jesús”. Andrés fue un acompañante, alguien que
facilitó el camino.
Me pregunto si quienes
decimos que nos hemos encontrado con Jesús sabemos hoy “llevar a Jesús” a
quienes viven con nosotros. Las catequesis, homilías y celebraciones que realizamos, ¿llevan
a la gente a Jesús? Los libros, revistas, periódicos, programas de radio y televisión,
iniciativas en las redes sociales, ¿llevan a la gente a Jesús? Los colegios,
hospitales, dispensarios, obras sociales de la Iglesia, ¿llevan a la gente a
Jesús? A veces tengo la impresión de que nos entretenemos demasiado en los
prolegómenos, de que mareamos demasiado la perdiz, de que hablamos de muchas
cosas, pero no tenemos la audacia y la humildad de “llevar a Jesús” a quienes
andan buscando. Solemos decir que no hay que precipitar las cosas, que la fe es
un itinerario, que es malo quemar etapas, que hay que conceder mucha importancia
a las bases humanas… Todo eso es importante, pero lo que de verdad importa es
que las personas puedan conocer cara a cara a Jesús, “pasar una tarde con él”, dejarse
enamorar e instruir por él. Nosotros – como Andrés –
no somos más que testigos, introductores, acompañantes. Si lo olvidamos, estamos frustrando el milagro del encuentro.
Sueño con una nueva
misión que consista en “llevar a la gente a Jesús”, que no pierda demasiado
tiempo en maniobras de aproximación. Si estamos convencidos de que Jesús es lo
que mejor que le puede pasar a un ser humano, ¿por qué tantas prevenciones y
miedos? ¿No estará siendo nuestra falta de audacia un signo de orgullo? ¿No nos
estamos dando demasiada importancia, como si no fuera posible acercarse a Jesús
sino después de haber pasado por nuestras “catequesis preparatorias”? ¿Pensamos
que Jesús no sabe llegar al corazón de las personas infinitamente mejor que nosotros
con nuestros sofisticados métodos de evangelización? Si de algo adolece el
cristianismo actual (sobre todo, el europeo) es de personas que hayan tenido la
experiencia personal de encuentro con Jesús, de saberse miradas y queridas
por él. Esto es lo que nos cambia por dentro. Todo lo demás puede esperar.
Cuando hay encuentro personal con Jesús “a las cuatro de la tarde”, enseguida
viene la apertura a la comunidad, la participación en sus encuentros y celebraciones,
el compromiso con los pobres, la necesidad de formación, etc. El encuentro con Jesús
siempre produce frutos. Cuando lo retrasamos demasiado, corremos el riesgo de
que el deseo de verlo naufrague en el mar de las mil preparaciones y dinámicas. Por eso,
hoy, último día de noviembre, le pido a san Andrés que nos dé humildad y
valentía para no retener demasiado tiempo a la gente alrededor de nosotros, con
la excusa de que debemos preparar el encuentro, sino que la llevemos cuanto
antes a Jesús. Él se encargará de todo lo demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.