La imagen de la
viña es central en la primera lectura (Is 5,1-7) y en el Evangelio (Mt 21,33-43) de este XXVII
Domingo del Tiempo Ordinario. Sin embargo, yo prefiero comenzar la
entrada de hoy con las primeras palabras de la segunda lectura tomadas de la
carta de Pablo a la comunidad de Filipos: “Nada os preocupe; sino que, en
toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras
peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios,
que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús” (Flp
4,6-7). Evocan el célebre poema teresiano Nada
te turbe. La exhortación de Pablo nos viene como anillo al dedo en
este tiempo de preocupaciones múltiples. Ese “nada os preocupe” podría quedarse
en un consejo piadoso semejante al “todo saldrá bien” que tanto se ha prodigado
en los últimos meses, si no fuera porque Pablo nos dice qué debemos hacer para
que las preocupaciones no nos agobien. Nos pide presentar todo a Dios,
depositar en él las necesidades, súplicas y peticiones. En otras palabras, no
guardarnos las preocupaciones dentro (porque no podemos con ellas), sino
presentárselos a Dios. Si somos capaces de hacerlo con humildad y constancia,
el fruto no se hará esperar: “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Pablo
no nos dice que las cosas vayan a salir como nosotros deseamos, sino que Dios nos
concederá el don de la paz para vivir todo con sentido y gratitud.
La parábola de la
viña y los viñadores homicidas tiene varias lecturas. Es evidente que la más
obvia es el rechazo de los judíos a los enviados del dueño e incluso a su
propio hijo; es decir, a los profetas que Dios ha enviado a lo largo del tiempo
y a su hijo Jesús. Parece que cuanto más cuida Dios su viña, peor es la
reacción de los viñadores. Como toda parábola, además de reflejar una situación
original del tiempo de Jesús y de las primitivas comunidades, interpela al
lector de cualquier otro tiempo o lugar. Nos interpela a los creyentes de hoy.
También nosotros somos una viña individual y colectiva que Dios ha mimado. Nuestra vida está llena de dones. Sin embargo,
a menudo no somos conscientes, nos dejamos embelesar por otras formas de
entender la vida, nos cansamos de cuidar la viña que Dios ha puesto en nuestras
manos. Nos comportamos como niños caprichosos que nunca valoran lo que tienen y
siempre quieren más.
Por eso, no es de extrañar que Jesús pronuncie unas palabras
que suenan duras, pero que, en realidad, abren un nuevo futuro: “Por eso os
digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que
produzca sus frutos” (Mt 21,43). Ya sé que no se deben hacer aplicaciones apresuradas,
pero a menudo pienso que ese “vosotros” alude a los “cristianos viejos” de Europa
y de muchas partes de América, demasiado acostumbrados a ser discípulos
rutinarios, sin alegría y sin compromiso. No nos extrañemos de que la fe esté brotando con energía en “otros pueblos” (sobre todo, de África y Asia) que se
sienten agradecidos y orgullosos de ser discípulos de Jesús y que producen
frutos de coherencia, adoración y solidaridad. No nos viene mal una sacudida
para caer den la cuenta de dónde estamos y qué futuro nos aguarda.
Hoy a mediodía se
hará pública la encíclica Fratelli tutti que el papa
Francisco firmó ayer en Asís. Dispongo del texto desde hace un par de
días, pero no pienso ponerlo en el blog. Admiro a los periodistas que, siendo
fieles al código deontológico de su profesión, respetan el embargo. Por el contrario, me enoja la
actitud de algunos eclesiásticos y páginas webs católicas que, para presumir de
listos, han distribuidos ya el texto a través de las redes sociales. Quien no
es capaz de ser fiel y leal en lo poco, creo que tampoco lo será en lo mucho.
Las reglas de juego se deben respetar para que todos juguemos el mismo partido.
En cualquier caso, más allá de este enojo pasajero, lo que importa es acoger el mensaje
que el Papa nos regala. Se trata de un texto largo, quizás un poco repetitivo
(en el sentido de que está empedrado de citas de documentos anteriores), pero
sustancial, porque aborda un tema urgente y ofrece pistas concretas para
abordarlo. Creo que una forma concreta de no agobiarnos con los muchos
problemas que hoy tenemos y de seguir cultivando nuestra viña con cariño es
precisamente vivir la fraternidad y la amistad social, tomar conciencia de que
no nos salvamos unos a costa de otros, sino todos juntos.
En la Europa mediterránea,
la cosecha de uva de este 2020 (el año de la pandemia) parece que está
siendo muy buena. ¡Ojalá sea un símbolo de que también nuestra cosecha
de vida cristiana puede ser espléndida si nos fiamos de la palabra de Jesús y ponemos en él todas nuestras preocupaciones! ¡Que san Francisco de Asís, cuya fiesta celebramos también hoy, sea nuestro guía y protector!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.