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domingo, 4 de octubre de 2020

Cosecha del 2020

La imagen de la viña es central en la primera lectura (Is 5,1-7) y en el Evangelio (Mt 21,33-43) de este XXVII Domingo del Tiempo Ordinario. Sin embargo, yo prefiero comenzar la entrada de hoy con las primeras palabras de la segunda lectura tomadas de la carta de Pablo a la comunidad de Filipos: “Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,6-7). Evocan el célebre poema teresiano Nada te turbe. La exhortación de Pablo nos viene como anillo al dedo en este tiempo de preocupaciones múltiples. Ese “nada os preocupe” podría quedarse en un consejo piadoso semejante al “todo saldrá bien” que tanto se ha prodigado en los últimos meses, si no fuera porque Pablo nos dice qué debemos hacer para que las preocupaciones no nos agobien. Nos pide presentar todo a Dios, depositar en él las necesidades, súplicas y peticiones. En otras palabras, no guardarnos las preocupaciones dentro (porque no podemos con ellas), sino presentárselos a Dios. Si somos capaces de hacerlo con humildad y constancia, el fruto no se hará esperar: “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Pablo no nos dice que las cosas vayan a salir como nosotros deseamos, sino que Dios nos concederá el don de la paz para vivir todo con sentido y gratitud.

La parábola de la viña y los viñadores homicidas tiene varias lecturas. Es evidente que la más obvia es el rechazo de los judíos a los enviados del dueño e incluso a su propio hijo; es decir, a los profetas que Dios ha enviado a lo largo del tiempo y a su hijo Jesús. Parece que cuanto más cuida Dios su viña, peor es la reacción de los viñadores. Como toda parábola, además de reflejar una situación original del tiempo de Jesús y de las primitivas comunidades, interpela al lector de cualquier otro tiempo o lugar. Nos interpela a los creyentes de hoy. También nosotros somos una viña individual y colectiva que Dios ha mimado. Nuestra vida está llena de dones. Sin embargo, a menudo no somos conscientes, nos dejamos embelesar por otras formas de entender la vida, nos cansamos de cuidar la viña que Dios ha puesto en nuestras manos. Nos comportamos como niños caprichosos que nunca valoran lo que tienen y siempre quieren más. 

Por eso, no es de extrañar que Jesús pronuncie unas palabras que suenan duras, pero que, en realidad, abren un nuevo futuro: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21,43). Ya sé que no se deben hacer aplicaciones apresuradas, pero a menudo pienso que ese “vosotros” alude a los “cristianos viejos” de Europa y de muchas partes de América, demasiado acostumbrados a ser discípulos rutinarios, sin alegría y sin compromiso. No nos extrañemos de que la fe esté brotando con energía en “otros pueblos” (sobre todo, de África y Asia) que se sienten agradecidos y orgullosos de ser discípulos de Jesús y que producen frutos de coherencia, adoración y solidaridad. No nos viene mal una sacudida para caer den la cuenta de dónde estamos y qué futuro nos aguarda.

Hoy a mediodía se hará pública la encíclica Fratelli tutti que el papa Francisco firmó ayer en Asís. Dispongo del texto desde hace un par de días, pero no pienso ponerlo en el blog. Admiro a los periodistas que, siendo fieles al código deontológico de su profesión, respetan el embargo. Por el contrario, me enoja la actitud de algunos eclesiásticos y páginas webs católicas que, para presumir de listos, han distribuidos ya el texto a través de las redes sociales. Quien no es capaz de ser fiel y leal en lo poco, creo que tampoco lo será en lo mucho. Las reglas de juego se deben respetar para que todos juguemos el mismo partido. 

En cualquier caso, más allá de este enojo pasajero, lo que importa es acoger el mensaje que el Papa nos regala. Se trata de un texto largo, quizás un poco repetitivo (en el sentido de que está empedrado de citas de documentos anteriores), pero sustancial, porque aborda un tema urgente y ofrece pistas concretas para abordarlo. Creo que una forma concreta de no agobiarnos con los muchos problemas que hoy tenemos y de seguir cultivando nuestra viña con cariño es precisamente vivir la fraternidad y la amistad social, tomar conciencia de que no nos salvamos unos a costa de otros, sino todos juntos. 

En la Europa mediterránea, la cosecha de uva de este 2020 (el año de la pandemia) parece que está siendo muy buena. ¡Ojalá sea un símbolo de que también nuestra cosecha de vida cristiana puede ser espléndida si nos fiamos de la palabra de Jesús y ponemos en él todas nuestras preocupaciones! ¡Que san Francisco de Asís, cuya fiesta celebramos también hoy, sea nuestro guía y protector!

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