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lunes, 5 de octubre de 2020

No pasó de largo

Por fin, se hizo pública ayer la encíclica Fratelli tutti. El título se mantiene en el original italiano. No se traduce a otras lenguas para poner de relieve que es una expresión original utilizada por san Francisco de Asís. No tiene, pues, mucho sentido argumentar que de esta manera se deja fuera a la mitad de la humanidad. Basta seguir leyendo un poco más para caer en la cuenta de que el papa Francisco se refiere a menudo a “los hermanos y hermanas”. Como sucedió con Laudato Si’, el texto es muy largo y, en ocasiones, algo deslavazado. Abundan mucho las citas de documentos anteriores del propio Papa (lo que puede producir hastío) y de conferencias episcopales de distintos países (lo que me parece un acierto porque permite escuchar voces distintas). En tiempos de san Juan Pablo II se decía, con algo de ironía, que quien más citaba el magisterio de Juan Pablo II era... Juan Pablo II. Es quizá una costumbre papal para hacer ver la continuidad de pensamiento. Resulta difícil superar la idea de que la encíclica es un mosaico de teselas varias (en el mejor de los casos) o un empedrado de textos ya usados (en el peor). Supongo que se esgrimirán estas objeciones y otras parecidas para no leer el texto y, sobre todo, para no sentirse interpelado por él.

Sí, es una encíclica social. No hablo a partir de los resúmenes elaborados por otros o de algunas reseñas de periódicos. Ayer por la tarde me leí la encíclica de cabo a rabo en su versión digital en español (la lengua en la que fue escrita). El papa Francisco empezó a escribirla antes de que estallara la pandemia, pero es evidente que muchas de sus ideas cobran una fuerza inusitada en los últimos meses. Él mismo lo reconoce al principio: “Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos. Si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad” (n. 7). No he tenido tiempo para rumiar la encíclica, pero sí para esbozar algunas rápidas impresiones. Comienza hablando de las sombras de un mundo cerrado. En el capítulo 1 describe “algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal”. Me parece un diagnóstico muy certero, aunque quizás se carguen demasiado las tintas en lo negativo. En el capítulo 2 titulado Un extraño en el camino – aplica la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37) a la situación actual. Todo el capítulo rezuma luz y abre horizontes. El capítulo 3Pensar y gestar un mundo abierto – pone el fundamento de un nuevo mundo a partir de la experiencia del amor, que se expresa en solidaridad.

En el capítulo 4 Un corazón abierto al mundo entero – aborda la mutua relación entre lo local y lo universal. En un contexto en el que la política está desprestigiada, Francisco presenta en el capítulo 5 la mejor política. Desmonta los conceptos de populismo y liberalismo y se centra en las implicaciones de la caridad política. Al diálogo y a la amistad social dedica el capítulo 6, con algunas reflexiones muy interesantes sobre la búsqueda del consenso en las sociedades pluralistas y la necesaria referencia a la verdad. Rescato una simpática alusión al poder de la amabilidad: “El individualismo consumista provoca mucho atropello. Los demás se convierten en meros obstáculos para la propia tranquilidad placentera. Entonces se los termina tratando como molestias y la agresividad crece. Esto se acentúa y llega a niveles exasperantes en épocas de crisis, en situaciones catastróficas, en momentos difíciles donde sale a plena luz el espíritu del “sálvese quien pueda”. Sin embargo, todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad” (n. 222). En el capítulo 7 sugiere algunos caminos de reencuentro. En él aborda temas como la paz, los conflictos, la memoria, el perdón sin olvidos, la guerra y la pena de muerte. Será un capítulo muy comentado porque da pie a grandes titulares. Por último, el capítulo 8, el más breve de todos, está dedicado a las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo. Es obvio que, en tiempos en los que están activos diversos fundamentalismos que dicen inspirarse en la religión, este capítulo es muy oportuno. La encíclica termina con una oración al Creador y otra oración cristiana ecuménica.



Es muy probable que esta encíclica escueza a muchos porque apunta a un nuevo modelo de sociedad en la que el criterio del máximo beneficio con el mínimo coste sea sustituido por el de la fraternidad y la amistad social. Dicho así, suena muy abstracto, pero, cuando se desciende al terreno de la vida, sus implicaciones prácticas son múltiples y muy exigentes. En el fondo, es tomar en serio la parábola del buen samaritano y aplicarla a las complejas situaciones de hoy. No tardarán en llegar las críticas. Mientras el Papa se quede en consideraciones “teológicas”, no hay mucho problema. Cuando desciende a la arena “política”, se disparan las alarmas. Algo esencial está tocando.



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