Llevamos ya un par de semanas de verano atípico (o de invierno, si pienso en mis amigos del hemisferio sur). Casi nada es como otros años, si exceptuamos la temperatura. Ayer en Roma
alcanzamos los 33 grados. Me temo que hasta entrado septiembre no bajaremos
mucho de esta cota. Por lo demás, las cosas han cambiado. Los turistas llegan a
cuentagotas. Nosotros seguimos en reclusión parcial, aunque no hay nada que nos
impida movernos. Yo ultimo los Ejercicios Espirituales por Internet que comenzaré
el domingo 12 de julio. El único que parece no cambiar ni de día ni de actitud
es el apóstol santo
Tomás, cuya fiesta celebramos hoy. Como en mi comunidad hay varios
indios, la fiesta adquiere un relieve especial. No olvidemos que, según la
tradición, este apóstol fue el evangelizador del sur de la India. He tenido
oportunidad de visitar su tumba en la ciudad de Chennai (la antigua
Madrás). Lo que Santiago significa para España, santo Tomás lo es para la
India.
Uno podría pensar
en este santo como ejemplo de hombre dubitativo. Algunos relatos evangélicos
dan pie para ello. Parece que Tomás necesita ver
para creer. No se distingue mucho de los hombres y mujeres de hoy. Y,
sin embargo, lo que más cuenta no es el proceso que sigue, sino la meta a la que
llega. El cuarto evangelio pone en sus labios una verdadera confesión de fe: “¡Señor
mío y Dios mío!” (Jn 20,28). En el camino de la fe, después de haber
sorteado preguntas y dudas, uno acaba rindiéndose. La fe se parece más a una
rendición que a una victoria. Más que pensar que, al fin, hemos encontrado la
respuesta a lo que nos inquietaba, tenemos la impresión de haber sido
encontrados por Dios de una manera que no imaginábamos. Ningún creyente puede
presumir de tener las cosas claras. Más bien, se siente agradecido porque “cree
sin ver”, lo cual no significa que su fe sea un salto irracional en el vacío,
una suspensión del juicio, sino, más bien, una entrega confiada a una realidad
(Dios mismo) que nos supera sin humillarnos, que desborda nuestra razón sin
negarla, que nos ama sin concesiones sentimentalistas.
Creer y dudar son
dos caras de la misma moneda. Quien más cree, más duda. No se trata de una duda
metódica, sino existencial. No se trata de dudar de Dios como se puede dudar de
la existencia de una galaxia lejana o de un minúsculo microbio, sino de “dudar”
en el sentido de no arriesgarnos a confiar plenamente en Él, a descansar
nuestra vida en la suya. Es difícil encontrar personas que se expresen de este
modo. Abundan quienes se declaran ateos o agnósticos y también quienes dicen
creer sin fisuras. Escasean quienes son capaces de creer en un mar de dudas y
de dudar en un mar de creencias. No es un juego de palabras, sino una forma “tomasiana”
-si se me permite este neologismo- de vivir la dinámica de la fe. En cualquier caso,
uno tiene la impresión de no llevar las riendas, sino de ser llevado suavemente
por un camino desconocido. A medida que pasa el tiempo, se incrementa el anhelo
de cielo, las ganas de llegar a la patria. Lo expresa bien un himno litúrgico:
Cuando la
muerte sea vencida
y estemos
libres en el reino,
cuando la
nueva tierra nazca
en la gloria
del nuevo cielo,
cuando
tengamos la alegría
con un seguro
entendimiento
y el aire sea
como una luz
para las almas
y los cuerpos,
entonces, sólo
entonces, estaremos contentos.
Cuando veamos
cara a cara
lo que hemos
visto en un espejo
y sepamos que
la bondad
y la belleza
están de acuerdo,
cuando, al
mirar lo que quisimos,
lo veamos
claro y perfecto
y sepamos que
ha de durar,
sin pasión,
sin aburrimiento,
entonces, sólo
entonces, estaremos contentos.
Cuando vivamos
en la plena
satisfacción
de los deseos,
cuando el Rey
nos ame y nos mire,
para que
nosotros le amemos,
y podamos
hablar con él
sin palabras,
cuando gocemos
de la compañía
feliz
de los que
aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo
entonces, estaremos contentos.
Cuando un
suspiro de alegría
nos llene, sin
cesar, el pecho,
entonces
-siempre, siempre-, entonces
seremos bien
lo que seremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.