Confieso que el Evangelio de este XIII Domingo del Tiempo Ordinario pone palabras a experiencias que afectan muy de lleno a mi vida misionera. Leídas fuera de contexto, pueden sonar
innecesariamente duras, por no decir inhumanas. Recordémoslas: “El que
quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a
su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y
me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que
pierda su vida por mí la encontrará”. Es como si Jesús relativizara
demasiado algo que seguimos considerando sagrado (la familia) y nos
pidiera ir contra uno de los valores supremos de nuestra cultura (la
autorrealización). El verbo que colorea la primera parte del Evangelio de hoy es
“renunciar”. Cualquier seguidor de Jesús tiene que renunciar a muchas cosas
para ir detrás de Él. En el caso de los religiosos y consagrados, algunas de estas renuncias
se hacen más visibles. Uno puede llegar a tener la impresión de que se queda en
el aire: renuncia a formar una familia, a tener posesiones propias y a programar su vida con autonomía. ¿Qué le queda? ¿Dónde encontrar un punto de apoyo?
Ciertamente en Dios – solo Dios basta – pero también en aquellas personas que visibilizan la acogida de Dios.
Por eso, hay otro verbo
que se une al verbo “renunciar” y que, en cierto, sentido lo equilibra y complementa. Es el verbo “acoger” (o recibir), que domina
la segunda parte del Evangelio: “El que os recibe a vosotros me recibe a mí,
y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta
porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es
justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de
agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no
perderá su paga, os lo aseguro”. Los cristianos somos invitados a acoger a
todos y, de manera especial, a quienes han renunciado a tener una vida privada
para entregarse a los demás: el profeta, el justo, el discípulo. En este juego de “renuncias” por Jesús y de
“acogidas” por ser de Jesús se sustancia la vida del discípulo. Creo que con
frecuencia se da una correlación entre ambas. Cuando uno “renuncia” de buen
grado a muchas cosas (relaciones, propiedades, proyectos) por Jesús, por todas
partes experimenta la “acogida” de quienes se sienten llamados a ser signo de
la acogida de Dios. No tiene una casa propia, pero es acogido en las casas de
muchas personas. No tiene una familia propia, pero muchas familias lo consideran
uno de los suyos. No puede hacer muchos planes, pero los compromisos van
surgiendo como si alguien le llevara la agenda personal. Esta es la paradoja de
quienes deciden seguir a Jesús con todas las consecuencias: renuncian a mucho,
pero encuentran todo. El mismo Jesús dice: “el céntuplo en esta vida
(con persecuciones), y la vida eterna”.
Meditando el Evangelio de
este domingo, me vienen a la cabeza dos preguntas: ¿He aprendido a renunciar
sin guardarme nada? ¿He aprendido a acoger sin poner límites? La
conjugación de ambos verbos siempre es deficitaria. Ni renunciamos a todo, ni
acogemos a todos, pero, por lo menos, sabemos cuál es la dirección señalada por
Jesús. Quien aprende a renunciar lo hace siempre por un bien superior. Quien
aprende a acoger puede encontrarse con Dios cuando menos lo piensa.
Comprendo que estos dos verbos (renunciar y acoger) no son muy actuales, pero
nos abren las puertas de otra forma de entender la vida. Hay un refrán
castellano que dice: “El huésped y la pesca, a los tres días apesta”. A la
luz del Evangelio de hoy, yo preferiría transformarlo así: “Quien a un
huésped acoge, al mismo Cristo recoge”. En un mundo lleno de exclusiones,
adiestrados últimamente en ese raro deporte llamado “distanciamiento social”,
temerosos de ser contagiados por cualquiera, necesitamos aprender a dar un vaso
de agua fresca a quien que lo necesite. Ningún gesto de acogida caerá en
saco roto.
Os dejo con una preciosa versión de Let the Lower Lights Be Burning. Feliz domingo.
Os dejo con una preciosa versión de Let the Lower Lights Be Burning. Feliz domingo.
Acoger y renunciar. Renunciar y acoger. Gracias por la claridad con que nos presentas estos verbos y la dificultad para conjugarlos día con día. Sin embargo el ánimo que nos ofreces en no desanimarnos a seguirlos conjugando en la vida cotidiana.
ResponderEliminarDeseo que hayas pasado un feliz aniversario sacerdotal CMF el pasado 26 de este mes. gracias por tu servicio y generosidad. Tu renuncia y acogida. Un abrazo
GRACIAS POR ESTA PROFUNDA REFLEXION QUE FORTALECE LA MISIONVQ SE ME HA ENCOMENDADO
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