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martes, 12 de noviembre de 2019

¿Frentistas o pactistas?

¿Por qué la vida política es tan compleja? Lo que sucedió el pasado domingo en España parece seguir un guion que ya hemos visto en otros lugares. No soy ningún adivino, pero el pasado 18 de septiembre escribí que a Pedro Sánchez podría salirle el tiro por la culata al convocar nuevas elecciones. Y así ha sido. David Cameron quiso salir fortalecido dentro del levantisco Partido Conservador británico. Para ello convocó el referéndum sobre el Brexit con el convencimiento de que lo iba a ganar. Lo perdió. Juan Manuel Santos convocó a los colombianos a votar a favor del acuerdo firmado con las FARC y de paso salir fortalecido. Lo perdió. Matteo Renzi también hizo un referéndum en Italia sobre la reforma constitucional del que esperaba salir victorioso. Lo perdió. Pedro Sánchez convocó nuevas elecciones en España con la esperanza de obtener los suficientes diputados como para no depender de los demás partidos y de esta manera reafirmar su liderazgo en el PSOE. Ha ganado las elecciones, pero ha perdido votantes y diputados, de manera que la situación es ahora más complicada que el pasado mes de abril. Los analistas políticos están poniendo sobre la mesa los muchos factores que han influido en los resultados, pero hay un denominador común. Cuando el votante intuye que un líder político prima sus intereses personales sobre el bien común, acaba castigándolo. Tenemos ejemplos suficientes en los últimos años como para no seguir cometiendo los mismos errores.

Algunos analistas políticos creen que el tradicional “bipartidismo” ha sido sustituido por el moderno “bibloquismo”. Ya no hay dos partidos en liza (PSOE y PP), sino dos bloques: el de izquierda (PSOE, UP, MP) y el de derecha (PP, CS, Vox). Ninguno de los dos reúne el suficiente número de escaños como para lograr la mayoría absoluta. Los bloques tienen a gala no pactar con el bloque “enemigo” porque consideran que sus políticas son “diametralmente” (este adverbio es muy usado por los políticos) opuestas. En algunos puntos es evidente, pero hay otros muchos en los que podrían llegar a acuerdos si tuvieran como objetivo el bien común y la estabilidad que el país necesita. ¿Se llegará esta vez a algo parecido? Me temo que no. En otros países se ha hecho. Los beneficios han sido significativos. No creo que en España se produzca este “milagro” democrático. Se habla de pactos dentro de cada bloque, pero no de pactos que rompan los bloques. Provenimos de una cultura frentista y poco pactista, aunque ha habido excepciones muy significativas, desde los Pactos de la Moncloa (1977) y la aprobación de la Constitución (1978) hasta acuerdos más recientes; por ejemplo, el Pacto de Toledo (1995) sobre las pensiones. Para llegar a algo semejante hoy se necesitarían líderes menos egocéntricos, con una clara visión de la historia pasada y con una mirada de largo alcance. Y se necesitaría, sobre todo, una idea de estado que integrara las diversas visiones que se han ido abriendo paso en los últimos años.

El concepto de pacto o de “alianza” tiene un fuerte fundamento bíblico. La Eucaristía se presenta como el gran sacramento de la “nueva alianza”. Ahora bien, no se crea una realidad nueva sin aceptar la propia muerte. Todo pacto implica “morir” a algo de uno mismo para “resucitar” a una nueva realidad. Sin esta lógica pascual, no hay forma de superar la lógica de frentes o bloques. No es, pues, una cuestión de aritmética política, sino de un sueño compartido. La Unión Europa, por ejemplo, se fue abriendo paso  entre países que se habían enfrentado hasta la sangre en numerosas ocasiones a lo largo de la historia (y, de manera, brutal en el siglo XX). Nada hacía prever, por ejemplo, que fuera posible sentar juntos a alemanes y franceses. Y, sin embargo, se fue haciendo un camino. Los frutos son evidentes, por más que hoy muchos (desde dentro y desde fuera) cuestionen la Unión y hagan todo lo posible por torpedearla. 

Pareciera que los seres humanos somos genéticamente frentistas más que pactistas, como si los acuerdos y la paz fueran solo paréntesis en una historia dominada por los enfrentamientos y la guerra. Nos cuesta construir juntos. Preferimos afilar las armas y batirnos en campo abierto. Esperemos que haya algunos líderes con una visión más profética y ciudadanos con ganas de caminar juntos y no enfrentados. Como cristiano, creo que “ahora, gracias al Mesías Jesús y en virtud de su sangre, los que un tiempo estabais lejos, estáis cerca. Él es nuestra paz, el que de dos hizo uno, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad; anulando la ley con sus preceptos y cláusulas, creando así en su persona, de dos una sola y nueva humanidad, haciendo las paces” (Ef 2,13-15). Cuando uno acepta morir por el bien de los demás, no hay muro que se resista.

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