Comienza el mes de agosto. Muchas tiendas y oficinas cuelgan el cartel de “Cerrado por
vacaciones”. Incluso blogs y páginas webs advierten también a sus lectores y
usuarios que durante el mes de agosto cierran por descanso del personal. Es
como si sobre el sagrado mes dedicado al emperador Octavio Augusto –que de ahí
le viene el nombre– se cerniera una especie de sopor que hace imposible
cualquier actividad que no sea lúdica. Quizás
es algo saludable, pero este Rincón
permanecerá “abierto por emociones”. Muchos lectores provienen de países
americanos. Allí –sobre todo en el hemisferio sur– la vida sigue su curso
normal. Por otra parte, agosto es pródigo en emociones fuertes que bien merecen
un eco en este blog. Total, no cuesta mucho sentarse ante el ordenador y
teclear 600 o 700 palabras. O –si llega el caso– reducirlas a 400 o 500 para
mostrar que el verano exige economizar esfuerzos. No es de buen gusto ponerse a
trabajar cuando otros están tumbados en la playa o saboreando un buen
helado... a menos que uno disfrute haciéndolo, como es mi caso.
Madrid siempre me
depara muchas sorpresas, que van desde la fauna urbana que se ve por las calles
y en el metro hasta la experiencia de pasar unos minutos en una de las salas de
quimioterapia de un hospital acompañando a una persona enferma. Cuando creía
que ya estaba curado de espanto, descubro jóvenes con tatuajes y peinados
imposibles, gente que viste de mil maneras (incluyendo los omnipresentes
pantalones cortos y las chanclas de andar por la playa) y maletas y mochilas en
manos de las muchas personas que se ponen en camino entre finales de julio y
principios de agosto. Es inevitable la sensación de agobio. Sé que a muchos les
atrae este clima frenético, esta especie de lucha por la supervivencia en la
jungla urbana, sorteando cuerpos y aspirando los humos de las calles
recalentadas. Yo no pertenezco a esa tribu. Necesito el bosque como el pan. Por
eso, cuento las horas que faltan para huir de la ciudad y refugiarme durante
ocho días en un escondite de El Escorial, a pocos kilómetros de esta urbe
simpática pero un poco estresante.
Anoche, tomando
una cerveza con un viejo amigo en un pub irlandés, volví sobre el tema de los
jóvenes. Mi amigo trabaja codo a codo con ellos. Conoce su lenguaje y sus gustos.
Los quiere. Quizá por eso mismo le duele tanto la confusión en la que viven. Me
confiesa con tristeza que muchos no saben lo que quieren en la vida, que no
tienen aspiraciones, que viven al día, de lo que va saliendo, que han desaparecido
de su horizonte mental y afectivo conceptos como proyecto vital, compromiso, coherencia,
fidelidad, etc. Quizá la sociedad líquida consiste en eso: en ir surfeando las
olas que se presentan, sin anhelos de llegar a ninguna playa. El viejo “carpe
diem” parece ser el eslogan de muchos, incluso de quienes dicen creer en Jesús
de Nazaret, pero no logran traducir esa fe en un compromiso sostenido en el
tiempo. En este contexto, ¿a qué loco se le ocurre contraer matrimonio (a no
ser con fecha de caducidad) o embarcarse en una vocación consagrada o
sacerdotal? Aquí no se trata de una cuestión moral (la mayoría son muchachos
buenos), sino de un problema existencial: la falta de confianza en la vida y de
esperanza en el futuro. Es como si todo empezara y acabara con ellos. No hay línea
de continuidad entre pasado, presente y futuro, sino puntos sueltos que conviene
vivir como si fueran únicos. Hay mucho
que escuchar para hacerse cargo de lo que todo esto significa. Quizás el mes de
agosto me brinde la oportunidad de hacerlo. Yo, por mi parte, permaneceré
abierto a cuantas emociones se presenten. No permanezco “cerrado por vacaciones” sino “abierto por emociones”. Feliz mes de descanso a quienes puedan disfrutarlo.
Para nosotros (hemisferio sur), agosto es un mes muy cargado, asi que estamos abiertos, no solo para emociones, sino también para seguir fieles a un "proyecto vital" y seguir gastando la vida al servicio de Dios y el prójimo.
ResponderEliminarPues si, estoy viviendo la experiencia con algunos jóvenes cercanos de este "ir surfeando las olas que se presentan..." con la incógnita de donde llegaremos...
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