Anoche me vine a la Casa de Retiros que los claretianos del Perú tienen en Chaclacayo, una población a unos 40 kilómetros de Lima. Es un lugar árido, rodeado de montañas grises. En medio de ese desierto surge el oasis de la casa, llena de verdor y armonía. Hoy comenzamos la III Asamblea de la Provincia
Perú-Bolivia. Lo hacemos en la fiesta de santa
María Magdalena. En los evangelios hay, al menos, cuatro datos
incuestionables sobre esta “apóstola de los apóstoles”. Sigue a Jesús porque ha
experimentado en carne propia su poder sanador (cf. Lc 8,2). Lo sigue de cerca;
es decir, caminando con él y compartiendo sus bienes (cf. Lc 8,3). Lo sigue
hasta el final: siendo testigo de su muerte y de su resurrección (cf. Mt 27,55;
Mc 15,40; Jn 19,25). Lo anuncia con entusiasmo después de su resurrección (cf.
Jn 20, 1ss). Cada uno de estos cuatro datos nos ayuda a comprobar la
autenticidad de nuestro seguimiento de Jesús.
El primero tiene que ver con la experiencia
de la gracia. La mujer de Magdala experimenta en carne propia el poder sanador de Jesús. No sabemos en qué consistía su enfermedad psicoespiritual, pero sí conocemos lo que le sucedió tras el encuentro con Jesús. Algo cambió por dentro y por fuera. Empezó a ser una mujer nueva. ¿Me he sentido yo curado/perdonado por Jesús? ¿De qué me ha
curado Jesús? Es saludable diagnosticar bien nuestras enfermedades. Algunas
pueden ser comunes en nuestra época. Tal vez padezco de autosuficiencia crónica,
de indiferencia aguda o de esclerocardía (dureza de corazón) congénita. ¿Creo
que mi vida sería distinta sin él o, por el contrario, todo seguiría su curso
normal?
El segundo dato
habla de ir detrás de Jesús y de servirlo con lo que somos y tenemos. La Magdalena no tiene reparo en poner sus bienes al servicio del Maestro y de su círculo de discípulos y discípulas. Amor con amor se paga. Es muy fácil
creer en Jesús “a distancia”, pero sin asumir los compromisos que se derivan de
la cercanía a su persona. ¿Qué significa para mí “servir” a Jesús? ¿Cómo lo
sirvo a él sirviendo a las personas de mi entorno que precisan mi ayuda? ¿Busco
los servicios que me resultan más gratificantes o aquellos que me demandan
quienes necesitan algo de mí? ¿Creo que los bienes de que dispongo (recibidos o
ganados) no son solo míos, sino que “pertenecen” a quienes los necesitan? ¿Soy
generoso o avaro, preocupado siempre por mi bienestar o atento al bienestar de
los demás?
El tercer dato
presenta a María Magdalena al pie de la cruz junto a la madre de Jesús. También
ella permanecía de pie cuando los otros discípulos habían huido. Mantenerse
firme en los momentos de prueba, dolor o persecución es un signo inequívoco de
fidelidad a Jesús. Hay muchos admiradores que reniegan de su fe cuando les parece
que no da respuesta a sus búsquedas, cuando sienten que Dios los ha abandonado
o cuando no pueden soportar su silencio. Hay una fe femenina (y mariana) que
nos enseña a no huir, a guardar todo en el corazón, a confiar en que Dios es
siempre fiel incluso cuando caminamos por cañadas oscuras. La Magdalena es una
mujer que nos enseña a seguir creyendo en la noche de la secularización, cuando
parecen apagarse las lámparas que nos señalan el camino de Jesús. ¿He aprendido
también yo a mantenerme firme en medio del dolor y de la prueba o encuentro siempre
excusas para huir e incluso para renegar?
El cuarto dato
tiene que ver con la misión. María Magdalena no se resigna a perder a su Señor.
Lo sigue buscando hasta en la tumba. Cuando lo experimenta vivo, cuando se
siente llamada por su nombre, acepta la misión de comunicárselo a los demás. Ella,
como tantas mujeres en la Iglesia, tiene un sexto sentido para saber dónde está
Jesús. Es más intuitiva y rápida que los varones. No se limita a seguir los
cauces oficiales. Busca y encuentra. O mejor, se deja encontrar por Jesús. Y,
con humildad y audacia, lo anuncia a quienes tendrían que haber escrutado con más
profundidad los signos de su nueva presencia. ¿Cómo acojo yo los testimonios de
las mujeres en la Iglesia? ¿Por qué la evangelización futura pasa por “las apóstolas
de los apóstoles”; es decir, por mujeres humildes y audaces que no pierden el
tiempo en programaciones interminables, vericuetos canónicos y escalafones
jerárquicos, sino que se ponen enseguida en camino y, sin más títulos que el
amor y la experiencia, anuncian que Jesús está vivo?
Me ha gustado mucho la reflexión. Me Deja pensando la frase "quienes tendrían que haber escrutado con más profundidad los signos de la nueva presencia", porque creo que en estos tiempos, casi todo los que somo agentes pastorales, evangelizadores, responsables de pastorear algún grupo de hermanos tenemos necesidad de escrutar con mayor profundidad en esos signos. A veces escucho decir que en nuestro mundo no se hace presente a Cristo, que lo jóvenes no viven la presencia de Cristo, o las familias, o vaya a saber quienes más. Con cierto autoritarismo y soberbia decidimos quienes han encontrado a Jesús y quienes no, o quienes pueden o no encontrarse con el (por ejemplo: quien puede o no comulgar) y en realidad somos muchass veces nosotros mismos quienes no alcanzamos a ver que hay otros modos de presencia de Jesús, pero no logramos entenderlas. Jesús está presente donde dos o más se reúnen en su nombre (aunque ni ellos sepan que lo hacen en su nombre), está donde dos o más se aman sinceramente (y nosotros solemos decidir en qué tipo de amor está presente Jesus y en cual no, y por lo tanto es pecado)... en fin...todo un desafío escrutar esos signos y, antes aún, admitir que hay una "nueva presencia" de Jesús en nuestro tiempo y entre nosotros.
ResponderEliminarSaludos para todos.
GABRIELA