He oído muchas veces el mismo mensaje mientras el avión rodaba hacia la pista de despegue: “Por favor, apague sus dispositivos electrónicos o póngalos en modo avión”. No sé
si los pasajeros cumplimos esta advertencia, aunque sospecho que la mayoría lo
hace. Con un teléfono inteligente “en modo avión” es posible usar todas aquellas
funciones y aplicaciones que no exigen estar conectados. Uno puede escuchar
música o ver películas almacenadas en el dispositivo, usar la calculadora o el cronómetro, rezar laudes o vísperas con una
aplicación como ePrex, ver las fotos de la galería o repasar los correos
electrónicos recibidos antes de la desconexión. Pero no puede usar ninguna
aplicación que exija estar conectados a la red. No puede, por ejemplo, navegar por internet,
usar las redes sociales o mandar un mensaje por WhatsApp. Cuando el avión aterriza y abandona la pista principal, la
azafata vuelve a lanzar un mensaje que suena así: “A partir de este momento
pueden conectar, si lo desean, sus dispositivos electrónicos”. Muchos pasajeros
se suelen adelantar al mensaje. En cuanto el avión toca tierra se desata una
prisa incomprensible por conectarse y enviar mensajes del tipo “Ya he aterrizado”,
“Salgo enseguida”, “Todo ha ido bien”, etc.
Me parece que el “modo
avión” es una metáfora que nos ayuda a entender cómo solemos comportarnos en
nuestra vida ordinaria. A menudo vivimos “en modo avión”; es decir, usamos
muchas aplicaciones que no exigen conexión. Nos levantamos por la mañana, desayunamos,
vamos al trabajo, ejecutamos otras rutinas y nos dejamos caer sobre el lecho al
final de la jornada. Todas estas “aplicaciones” están instaladas en nuestro
disco duro, funcionan con normalidad sin tener que conectarnos a ninguna fuente
de sentido. En otras palabras, podemos vivir perfectamente “como si Dios no
existiera”. Uno puede empezar la jornada sin dar gracias a Dios por la
existencia, dando por descontado que tiene derecho a existir. No conozco a
nadie que haya sufrido un infarto por el mero hecho de no haberse acordado de
Dios al comenzar el día. Los seres humanos podemos funcionar por nuestra
cuenta. No necesitamos “conectarnos” a la red de Dios para ejecutar las
funciones ordinarias: respirar, comer, hablar, reír, trabajar, divertirnos,
etc. Nos acostumbramos de tal modo a esta vida autónoma que puede llegar un
momento en el que nos olvidemos completamente de que existe una vida conectada. Vivir “en modo
avión” significa vivir solo con nuestras fuerzas, con las aplicaciones que
tenemos en nosotros mismos, no necesitar ninguna conexión exterior. Es verdad que
de este modo perdemos posibilidades maravillosas, pero quien no las ha
explorado nunca tampoco las echa de menos.
Me he preguntado
muchas veces qué tiene que suceder para que uno de nosotros “conecte” con esa
fuente de sentido y de energía que llamamos Dios. ¿Se trata de un mero aprendizaje
que se realiza en familia a partir de la infancia? ¿Es una casualidad –una suerte,
si se quiere– que les ocurre a algunas personas y no a otras? ¿Debemos hacer algo para conectarnos o la
señal nos llega aunque tengamos nuestro teléfono apagado? Reconozco que la
experiencia de la fe es un misterio que nunca acaba de esclarecerse, pero,
siguiendo con la metáfora del “modo avión”, creo que Dios emite siempre, que su
señal llega a todos los seres humanos, que en cualquier lugar y tiempo hay “cobertura
divina”. Él no juega al despiste, no se esconde. Pero a menudo nosotros
preferimos funcionar en “modo avión”; es decir, no nos conectamos. Por eso, no
captamos la señal de Dios. Nos parece que tenemos más que suficiente con las
aplicaciones de nuestro disco duro, que no necesitamos explorar mundos que no
están al alcance de nuestra mano (es decir, de nuestra razón y de nuestras emociones).
Es una pena, porque, desconectados de Dios, nos privamos de “nuevas
aplicaciones” que ensancharían inmensamente nuestro horizonte y que nos permitirían
vivir con más sentido, hondura, belleza, bondad, unidad, alegría y esperanza.
No es fácil entender por qué muchos seres humanos prefieren vivir “en modo
avión”, pero esta es la realidad. Tal vez algún día la señal sea tan insistente
que no quede más remedio que conectarse. Entonces, muchas cosas pueden cambiar.
Hay que bajarse la aplicación APP Espíritu Santo.
ResponderEliminarSuministra mucha mas información que Google.
Buena comparación, Carlos.
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