No me resulta fácil explicar a mis amigos latinoamericanos el sentido de una palabra que usamos en el español de España y que es casi desconocida por estas tierras. El contexto y el tono determinan su verdadero significado.
No es muy frecuente, pero está registrada en el diccionario de la RAE, que la
define así: “persona informal, fantasiosa, irresponsable, que no merece
crédito”. La palabra en cuestión es cantamañanas.
De un cristiano se suele decir que es fiel, coherente, comprometido, entregado, tradicional, progresista, etc. O también lo contrario; infiel, incoherente, etc. Pero nunca he oído
calificar a un cristiano de cantamañanas.
Y, sin embargo, es el término que me viene a la mente cuando pienso en algunos
cristianos que se pasan todo el día usando (y abusando) el lenguaje de moda,
pero sin tomarse en serio sus consecuencias. Hablan de Iglesia en salida, opción
por los pobres, atención a los emigrantes, compromiso ecológico, buenas
prácticas, vida sostenible, espiritualidad holística, comunidad intercultural, economía
solidaria… y otras muchas expresiones hoy en boga. Las usan en conversaciones
informales, reuniones, escritos, publicaciones en internet, etc. Haciéndolo, se
suben a la cresta de la ola y pasan por cristianos ultramodernos, pero luego su
vida suele transcurrir por otros cauces. Son los primeros en gastar dinero sin
remilgos, les gusta vestir ropa de marca y “pasear” con ocasión o sin ella, sustituyen el estudio por
cuatro tópicos bien adobados, buscan siempre el aplauso popular y se cansan
enseguida cuando emprenden algún compromiso. Su lenguaje encandila, pero la
experiencia dice que no se puede contar con ellos para un trabajo serio y
duradero. Siempre aparece otra novedad que los seduce. Son como mariposas que van de flor en flor. Los tildo de cantamañanas y no de infieles porque su
incoherencia es más fruto de un pensamiento informal y fantasioso –incluso de
un narcisismo infantil– que de una verdadera actitud inmoral.
Un cristiano cantamañanas embarca a otros en
travesías que él (o ella) no está dispuesto a realizar. Entre un cristiano utópico y un cristiano cantamañanas hay la misma diferencia que
entre un revolucionario (alguien que quiere
cambiar la sociedad, a veces de manera violenta) y un follonero (aquel que arma bulla sin saber bien por qué ni para
qué). El cristiano utópico sueña con
una vivencia nueva y auténtica del Evangelio y se esfuerza por caminar en esa
dirección. Al cristiano cantamañanas
se le va la fuerza por la boca. Hoy dice una cosa y mañana puede decir la
contraria. En el fondo, le da igual porque en ningún caso está dispuesto a
asumir los riesgos y opciones que implican sus palabras. Lo que dice persigue
otros objetivos: quedar bien, estar a la moda, lavar la propia conciencia, ser
invitado a eventos en los cuales se piensa de ese modo, etc. El cristiano cantamañanas –no confundirlo con el
cristiano que busca con seriedad un cambio– tiene también su uniforme de
batalla y su estilo de comunicación. Le
suelen gustar las camisetas con mensajes llamativos, lleva pulseritas de
colores en la muñeca izquierda, cuelga en Facebook
o Instagram fotos impactantes contra
la sociedad de consumo, el calentamiento global, la venta de armas y el sursum corda, envía por WhatsApp cuantos vídeos puedan ser
calificados de novedosos y alternativos, etc. Le gusta polemizar con aquellos
que, sin renegar de estos asuntos, introducen en ellos notas críticas o
cuestionan algunas expresiones. Al cristiano cantamañanas le gusta presumir de su actitud antijerárquica, de acudir
a algunas manifestaciones y de mostrar que no hay frontera ideológica que no
haya visitado. Opina de casi todo con un descaro proporcional a su ignorancia.
Confieso que me
cansan los cristianos cantamañanas.
Su incurable verborrea y el abismo entre lo que dicen y hacen acaban produciendo
en mí una reacción que no es saludable. A veces me aparto de un asunto
importante por el modo fantasioso, simplista e incoherente como es presentado
por los cantamañanas. Tengo que estar
muy en guardia frente a este riesgo.
raquel mendez dafonte mentirosa compulsiva
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