Pertenezco a una generación que vivió de lleno el impacto de la secularización, la puesta en marcha de las orientaciones del concilio Vaticano II y la transición de un régimen dictatorial a otro democrático. Todos mis amigos y conocidos fueron bautizados
de niños en el seno de familias de tradición católica. Algunos estudiaron el
bachillerato en colegios regentados por religiosos y recibieron una educación
cristiana posconciliar. Con el paso del tiempo, muchos se han desenganchado de
la vida de la Iglesia. Bastantes se declaran ateos o agnósticos. La última
postura parece la más chic desde el
punto de vista intelectual. Unos pocos se muestran incluso agresivos contra
todo lo que suene a religioso, aunque la mayoría sigue mostrando una actitud de
respeto. Muchas veces a lo largo de las últimas décadas me he preguntado por
las verdaderas causas de esta debacle. ¿Cómo es posible que personas con una
buena formación, incluso cristiana, hayan sucumbido al golpe de la
secularización? Me hago la pregunta porque las generaciones anteriores –las de
mis padres y abuelos– han vivido el mismo tiempo, han sido sometidas a las mismas
presiones, han tenido (quizás) una formación cristiana más elemental y, sin
embargo, se mantienen fieles. ¿Por qué unos sí y otros no?
El cristiano –llamémoslo
“tradicional”– ha sido vapuleado por los de fuera (por considerarlo un residuo del
régimen de cristiandad ya superado) y por los de dentro (por juzgarlo demasiado
anclado en ideas y prácticas que parecen no casar con el cristianismo moderno).
A pesar de todo, se ha mantenido fiel contra viento y marea. La mayor parte de
los hombres y mujeres que llenan nuestras iglesias en Europa y colaboran en
muchas campañas solidarias con sus donativos son cristianos “tradicionales”
(no confundir con tradicionalistas). Son ellos quienes ayudan a la Iglesia en sus necesidades, participan en las celebraciones y creen en el sentido de la oración por los difuntos. Se han convertido en los cuidadores y catequistas de sus nietos ante la pasividad o indiferencia de sus hijos. Han demostrado una capacidad de
resistencia muy superior a la de quienes crecimos en la etapa posconciliar. La
secularización ha hecho mella en su epidermis, pero no ha cambiado las
convicciones de su disco duro. Es muy probable que no siempre estén en
condiciones de dar razón de su fe ante el tribunal de la crítica moderna, pero “saben”
que su fe está más allá de los veredictos humanos. Sus convicciones son pocas y
firmes. Creen en Dios como origen de todo. Creen en Jesucristo como salvador
del género humano. Se sienten hijos e hijas de la Iglesia como comunidad de
Jesús y, dentro de sus limitaciones, procuran seguir sus enseñanzas. No
comprenden muchos de los cambios sociales que se han producido en las últimas décadas, pero,
por lo general, adoptan una actitud flexible y comprensiva. Siguen queriendo a
sus hijos y nietos, aunque muchos de ellos vivan muy alejados de sus
convicciones.
Hoy, con las
manos ateridas por las bajas temperaturas de Tarija (aquí no hay calefacción),
siento la necesidad de dar gracias a Dios por los cristianos mayores en edad y
fieles en medio de una época convulsa y de continuos cambios. Han demostrado
que se puede tener una mente abierta y un corazón sensible sin necesidad de
vender la fe cristiana por el “plato de lentejas” de la plausibilidad social o
de las modas cambiantes. A veces experimentan un suave pesimismo ante lo que
ellos consideran una deriva de la Iglesia o de la sociedad. Les gustaría que
sus hijos y nietos participaran de sus convicciones y prácticas, pero no rompen
los lazos con ellos cuando deciden seguir sus propios caminos. Han aprendido a
combinar la firmeza y la comprensión, la fidelidad y la flexibilidad. Les ronda
la tentación de la desesperanza, pero su fuerte fe en Dios no les permite
hundirse. Algunas veces se preguntan si ha merecido la pena mantenerse fieles
cuando tantos parecen haber claudicado, pero no se dejan llevar por estas
tentaciones. Una voz muy íntima les dice que nada está perdido. Quieren
correr la carrera hasta el final. ¿No es un milagro que existan hombres y
mujeres así en los tiempos que corren? Muchos de ellos están siendo un gran apoyo en el ejercicio de mi
ministerio. Oro por ellos en el día en el que celebro el 37 aniversario de mi
ordenación sacerdotal. Dios no echa en saco roto tanta fidelidad.
Querido Gonzalo,
ResponderEliminarSon tantas las preguntas que planteas en tus meditaciones, pensamientos escritos, deseos, que a veces me acerco a este rincón pensando a ver qué me vas a plantear hoy. En la mayoría de los escritos me llamas a no dormir, a no parar, a ser lámpara del entorno. A veces, nos abres el corazón y transparentas algo de sensación de soledad, susto y preocupación. Nos abres tu interior de una manera poco común. Pero lo que más me alegra de leer en tus accesibles palabras es la fe profunda en Aquel que pensó en ti incluso antes que tus propios padres. Eres como un faro móvil que se desplaza por el mundo repartiendo esos regalos recibidos y que con tanto amor adornas de manera elegante y sencilla. Felicidades por tu aniversario de ordenación sacerdotal que creo es una celebración de todos los que te queremos y seguimos. Gracias y enorme abrazo.
Muchas gracias, Juan. A veces se me agolpan lo sasuntos. No es fñacil encontrar la perspectiva justa. Un abrazo desde Tarija.
EliminarAl padre Gonzalo nuestras felicitaciones por sus 37 años de sacerdocio. Que Dios lo bendiga. Juan Pablo Chevallier-Boutell
ResponderEliminarMuchas gracias, Juan Pablo. Un abrazo desde Tarija (Bolivia).
EliminarGonzalo, comparto totalmente lo que comenta Juan Morales... Gracias por todo lo que vas aportando en nuestras vidas. Mi encuentro contigo, pronto van a cumplirse los doce años, ha sido clave en mi vida...
ResponderEliminarFelicidades por estos 37 años de sacerdocio... Doy gracias a Dios por ello... Es mucho el testimonio que he recibido de ti... Un abrazo
Muchas gracias. Seguimos en camino.
EliminarGonzalo
ResponderEliminarSaludos cordiales desde México
Muchas felicidades por tu aniversario de ordenación sacerdotal CMF
El Señor te bendiga y te guarde y continúes con alegría tu vocación misionera ofreciendo tu vida como testigo alegre del Resucitado en este servicio de animación congregacional
Un abrazo grande y mi Eucaristía de este día en especial por tus intenciones y necesidades
Gracias, Alejandro. Es bonito escuchar una voz desde México en un día como hoy.
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