Primer día de reposo tras casi dos meses sin pausa. Llueve a mares en Karukutty, a pocos kilómetros de Kochi, en el corazón de Kerala. Las autoridades han decretado el cierre de escuelas y colegios, dadas las dificultades para desplazarse. Hay muchas zonas inundadas. Cada pocos minutos el cielo descarga un chaparrón formidable. La tierra ya no puede absorber más. Pienso en las zonas del mundo que padecen sequía endémica. Aquí sobra agua por todas partes; allí suspiran por una gota. A este paso tendremos que sustituir los típicos three-wheeler por balsas hinchables. Mientras oigo el ruido del agua sobre la enorme cubierta del patio, repaso las ocho semanas vividas en Sri Lanka y la India. Para empezar, han sido semanas alcohol-free. No he probado ni gota de alcohol, excepto el vino de misa. Aquí está casi prohibido. No forma parte de la cultura gastronómica como en los países mediterráneos. A cambio, he ingerido muchos litros de té. En la India les gusta tomarlo con leche, pero, cuando me han dado a elegir, he preferido tomarlo solo (black tea o plain tea). Si no hubiera sido por Internet, no me habría enterado de las muchas cosas que en estos meses han sucedido en el mundo. Me he perdido algunos acontecimientos en los que me hubiera gustado haber estado presente, pero, como contrapeso, me he liberado de la tiranía de ciertos compromisos diarios. La vida sigue, con o sin correos electrónicos, con o sin mensajes WhatsApp, con o sin redes sociales.
Creo que pasar un tiempo fuera del propio entorno es siempre saludable, aunque, en realidad, mi desafío es pasar algún tiempo en mi propio entorno, porque muy a menudo estoy fuera. O quizás el concepto de “entorno” se ha ensanchado. Creo que nunca he tenido una idea provinciana de mi entorno. Mi entorno es todo lugar en el que me sienta a gusto con las personas y pueda desarrollar mi misión. No doy mucha importancia al paisaje, la lengua o la historia. Y mucho menos a la política. Me agotan los discursos identitarios. La India es un lugar (¿un país?, ¿un estado?, ¿un subcontinente?, ¿una nación de naciones?) en el que todo puede suceder, en el que todo cabe. O mejor “cabía”, porque el partido gobernante (BJP) se ha apuntado a la moda de los nacionalismos excluyentes. A pesar de lo que dice la Constitución india, ahora anda difundiendo la idea de que la India es solo para los hindúes. Musulmanes, cristianos y otras minorías no son considerados autóctonos y, por lo tanto, auténticos indios, indios pata negra, por decirlo con una expresión castiza. ¿Dónde he leído o escuchado un discurso semejante? ¡Bienvenidos al país de la inclusión y la tolerancia! Si este nuevo espíritu totalitario va contra la Constitución que ha regulado la vida del país desde la independencia, pues entonces se cambia la Constitución. Basta amañar las próximas elecciones y conseguir los votos necesarios. Los seres humanos actuamos igual en todas partes. Nihil novum sub sole.
A veces es el excesivo sol el que provoca en mí reacciones un poco extemporáneas. Hoy es la lluvia. Me encanta este país, pero, al mismo tiempo, me agota. Disfruto con su variedad y me canso con su exuberancia. Es difícil ser sobrio en la India. ¡Hasta el rito siro-malabar es una explosión interminable de adornos, plegarias y cantos! Empiezo a echar de menos la sobriedad del rito latino. Suelo defender que “menos es casi siempre más”. Aquí, sin embargo, vige la regla contraria: “cuanto más, mejor”. Todo puede ser enriquecido. Cuando yo veo un altar con muchos adornos, por ejemplo, siento instintivamente el deseo de quitar algo. Aquí estudian la manera de añadir algo más. Es evidente que tenemos conceptos distintos acerca de la adición (que no la adicción) y la sustracción. En fin, el asunto de las dos miradas. Hay cosas de mí y de mi cultura que solo me resultan claras en contraste con lo que observo en este país. En este sentido, la India es un laboratorio que pone a prueba visiones, convicciones, actitudes y conductas. Espero haber aprendido algo. Si no, no tendré más remedio que volver otra vez. Parece que ha escampado un poco. Es hora de asomarse a la calle.
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