Hoy he tardado
unas horas en colgar mi entrada diaria en este Rincón. La razón es sencilla. He esperado a presidir la eucaristía
en la capilla de las apariciones –la célebre capelinha– en el santuario mariano de Fátima. La celebración ha comenzado a las 12,30. Estábamos
presentes 52 claretianos y numerosos peregrinos de varias partes del mundo. La
misa y las lecturas han sido en portugués; la homilía, en español e inglés. Es increíble
el magnetismo de este lugar. A pesar de estar en pleno invierno y de padecer un
día lluvioso y desapacible, los peregrinos siguen afluyendo. ¿Qué buscan? ¿Por
qué vienen? ¿Qué se les ha perdido aquí a los coreanos, indios o brasileños?
¿Por qué la Madre sigue convocando a tantos hombres y mujeres de todas las
edades? ¿Qué tipo de orfandad padecemos en nuestro mundo? ¿Por qué anhelamos
algo diferente? Mientras celebraba, miraba de soslayo los rostros de las
personas que tenía enfrente y a los lados. Trataba de adivinar lo que estaba sucediendo en su interior. Me he
olvidado de que una cámara fija, suspendida en el techo, estaba retransmitiendo
en directo la celebración. Mirando a las personas, caía en la cuenta de sus reacciones. Algunas personas –una mujer oriental que tenía a mi izquierda, por ejemplo–
sonreía cuando hablaba en inglés. Parecía disfrutar de la celebración. Otras respondían
con energía, como queriendo afirmar su fe. Quizás algunas estaban demasiado ensimismadas
en sus preocupaciones como para seguir el desarrollo de la liturgia. Creo que
todos nos sentíamos a gusto en la casa de la Madre.
Yo hubiera
querido celebrar hoy, 3 de enero, la memoria libre del Santísimo
Nombre de Jesús, pero los encargados de la liturgia del santuario han
escogido la misa de la feria, así que reservo para este blog algunas reflexiones sobre el nombre del hijo de María. Parece
que en el arameo de principios del siglo I, su nombre era Yeshua, que significa salvador.
A nosotros nos ha llegado a través del griego Iesous y del latín Jesus.
Me llama la atención que en las lenguas europeas no se use este nombre para las
personas. Se considera demasiado sagrado como para aplicarlo a gente corriente,
aunque hay excepciones. En español, por ejemplo, hay muchos varones que se llaman Jesús (lo cual llama la atención en
ámbito anglosajón). Hay también mujeres –aunque son muchas menos– que llevan el
femenino Jesusa. En italiano, sin embargo, nadie se llama Gesù. Se consideraría
casi blasfemo, pero abundan los Salvatore,
que, al fin y al cabo, es lo mismo. El nombre expresa la identidad y
anticipa la misión; por eso, es tan importante escoger un buen nombre para los
hijos. Me sorprenden los padres que no se toman en serio esta tarea o que
escogen nombres un poco estrambóticos o grotescos. Es como si estuvieran
condenando a sus hijos a no saber quiénes son y qué misión les aguarda en la
vida. Los cristianos disponemos de un abundantísimo y bello catálogo de nombres
como para no tener que depender de los usados por los últimos
cantantes, deportistas o actores de moda. A veces, cuando he saludado a algunos
jóvenes, me he preguntado qué secreto pecado habían cometido para que sus padres
los hubieran castigado con nombres tan absurdos. En fin, aunque solemos decir que de
gustibus non est disputandum, también solemos añadir que “hay gustos que merecen palos”. O, por lo menos –no nos pongamos violentos– un poco de reflexión.
Os dejo con un
poema y dos vídeos que a mí me gustan. El poema está escrito por el anciano obispo
claretiano Pere Casaldáliga,
que todavía vive en São Félix
do Araguaia, en el Brasil. Es un canto emocionado al Jesús al que ha
consagrado su vida. El primer vídeo reproduce un antiguo tema musical “Le
llaman Jesús” de Palito Ortega, interpretado por el incombustible Raphael.
En su momento, me encantó. Ahora me resulta un poco demodé. El segundo vídeo es una composición del grupo Ain Karem.
Se llama simplemente “Jesús”. Tanto la melodía como el texto me resultan muy
sugestivos. aunue las imágenes no son de calidad. Vale la pena verlos y escucharlos. Jesús siempre está ahí, haciendo honor a su nombre.
Mi Fuerza y mi Fracaso
eres Tú.
Mi Herencia y mi Pobreza.
Tú, mi Justicia,
Jesús.
Mi Guerra
y mi Paz.
¡Mi libre Libertad!
Mi Muerte y Vida,
Tú,
Palabra de mis gritos,
Silencio de mi espera,
Testigo de mis sueños.
¡Cruz de mi cruz!
Causa de mi Amargura,
Perdón de mi egoísmo,
Crimen de mi proceso,
Juez de mi pobre llanto,
Razón de mi esperanza,
¡Tú!
Mi Tierra Prometida
eres Tú...
La Pascua de mi Pascua.
¡Nuestra Gloria por siempre
Señor Jesús!
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