Hoy hemos amanecido en
Roma con 0 grados. El invierno está a las puertas. Sé que, en otros lugares,
comenzando por mi pueblo natal, la temperatura ha descendido a -12 grados, pero
no hay que olvidar que Roma está casi al nivel del mar, no encaramada sobre una
montaña. Lo siento por los turistas que la van a invadir durante este largo
puente que comienza esta tarde. A mí me gusta que el otoño se despida así. Es
como si el frío exterior invitase al calor interior. Esta mañana, durante el
ejercicio cotidiano de la lectio divina,
he quedado subyugado por la lectura de Isaías y el evangelio de Lucas. Ambos son
un destello de locura en medio de nuestra vida reglamentada. ¿A quién se le
ocurre escribir eso de que “habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará
con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor”
(Is 11,6)? Suena un poco fuerte, ¿no? Jesús parece estar de muy buen humor: “Jesús se llenó de la alegría
en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien” (Lc
10,21). O sea, que los doctorados y los masters no sirven de mucho a la hora de entender de qué va eso del Reino de Dios.
La experiencia religiosa
tiene siempre “una pizca de locura”. Admiro a las personas que saben
organizarse, que expresan su fe a través de ritos repetidos con gran fidelidad,
pero confieso que, a veces, me producen aburrimiento. Es como esos matrimonios
que siguen juntos después de 50 años de casados, pero más por rutina que por
convicción, sin la alegría de quien decide empezar a vivir cuando se levanta
por la mañana. ¿A quién puede atraer una fe que se contenta con observar
escrupulosamente algunos preceptos y ritos, pero ha perdido la capacidad de
conmoverse, de salirse un poco de madre? La profecía de Isaías presenta un
mundo reconciliado a través de imágenes bellísimas que contradicen la
experiencia diaria. ¿Quién ha visto un leopardo paciendo con un cabrito? En su delirio
de “locura profética”, Isaías se atreve a convertir al carnívoro león en un
pacífico animal herbívoro, lo que representa el colmo de la degradación para el
rey de la selva: “La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el
león como el buey, comerá paja” (Is 11,7).
La fe necesita fantasía.
Todos lo santos han sido un poco locos y fantasiosos, porque han abandonado el camino
trillado de la mayoría y se han arriesgado a explorar nuevas formas de vivir el
Evangelio. Si nunca hacemos algo diferente, si nos contentamos con repetir “lo
de siempre”, nunca experimentaremos la libertad y la alegría que proporciona la
fe. El Adviento es una estación para recuperar los sueños, para recordar,
guiados por la Palabra, que Dios es más imaginativo que el mejor de los
artistas, que siempre nos sorprende cuando menos lo pensamos. Abundan tanto las
historias de personas que se han visto “descolocadas” por Dios que haríamos
bien en estar vigilantes… por si acaso. Si no fuera por estos fuertes mensajes
un poco “locos” que la Palabra de Dios nos regala en este tiempo litúrgico, acabaríamos
por considerar que estamos viviendo en el mejor mundo de los posibles, que no
cabe esperar nada distinto, que nos basta con gestionar las miserias del
presente de un modo razonable. No hay nada más “loco” que la Palabra de Dios
porque crea futuro y esperanza allí donde nosotros solo vemos un muro o un programa que desarrollar.
Gracias Gonzalo, a veces nos da miedo esta "locura"...
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