Desde 1988, el mes de
diciembre se abre con el Día
Mundial de la Lucha contra el Sida. Recuerdo el pánico que esta
enfermedad producía en la década de los años 80 del siglo pasado. El grupo de
música religiosa Kairoi
llegó a componer una canción titulada Tiene
el SIDA, en la que trataba de superar los prejuicios hacia las personas
con esta enfermedad. Hoy, el SIDA (AIDS
en inglés) se ha convertido en una enfermedad crónica que se puede sobrellevar
con la medicación adecuada. Conozco a varias personas que la padecen. Con
alguna de ellas he hablado en profundidad sobre el impacto que le produjo
saberse infectada y sobre el modo de afrontar la situación con serenidad y
esperanza. Desde hace 25 años he seguido también el trabajo de la comunidad
católica Basida en la acogida y acompañamiento
de muchos enfermos que se encontraban en situaciones muy precarias, a menudo
desatendidos por sus propias familias. La “terapia del amor” ha sido el
verdadero bálsamo que les ha permitido rehacer su vida o, en muchos casos,
morir con dignidad y en compañía.
Pero diciembre es también
el mes del Adviento y la Navidad, de la llegada del invierno en el hemisferio
norte, de las fiestas interminables, del derroche de consumo… En este mes se
dan cita las actitudes y ocupaciones más variadas: esperanza y nostalgia,
alegría y depresión, anhelo y hartazgo, compañía y soledad, calor interno y frío
externo, silencio y algarabía, vacaciones y trabajo, balances y presupuestos…
Diciembre es un pentagrama en el que se van a ir colocando notas de diverso
color y duración. Hay una melodía básica que nos proporciona el cambio de
estación y los tiempos litúrgicos, pero cada uno de nosotros podemos hacer los “arreglos”
que consideremos oportunos según nuestra situación personal y nuestros propósitos.
Para que el resultado sea armonioso, quizás es conveniente colocar al principio
de este pentagrama decembrino la “clave de sol”; es decir, la clave de la fe. Bastaría
hacerse una pregunta directa: ¿Cómo voy a disponerme para escrutar los “signos
de Dios” a lo largo del último mes del año?
Por si sirve, ofrezco algunos
“arreglos” que pueden dar colorido y sonoridad a la melodía principal:
- Pase lo que pase durante este mes, quiero dar prioridad a las personas sobre los trabajos. Quiero ser especialmente cercano a las personas de mi entorno a las que presto menos atención.
- Procuraré no anticipar la Navidad para que el Adviento cobre todo su significado. Nadie se alegra de un acontecimiento sin una esperanza previa.
- Estaré muy atento a la liturgia de cada día, especialmente a partir del día 17, que es cuando empieza la “recta final” que conduce a la Navidad. Puedo seguir este itinerario a través de www.ciudadredonda.org.
- No dejaré que las propuestas consumistas vacíen de significado la belleza sencilla que me ofrece el paisaje invernal y los ritos tradicionales que me han acompañado a lo largo de mi vida.
- Procuraré caminar cada día para que el viento frío del invierno tonifique mi cuerpo y, sobre todo, me libere de una vida sedentaria y cerrada.
- No olvidaré que, según Jesús, “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20,35). Procuraré aplicar este principio en mi relación con los demás.
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