El pasado fin de semana
realicé un taller sobre Indagación
Apreciativa (“Appreciative Inquiry”).
Hacía tiempo que quería tener una experiencia que fuera más allá de algunas lecturas
e informaciones dispersas. Por eso, me apunté al taller. Me atrae acercarme a mí mismo y a los demás desde un
enfoque positivo, tratando de identificar en todo las semillas
de resurrección. He disfrutado y aprendido mucho con 45 personas (en su
mayoría, superiores y consultores generales de varios institutos masculinos y
femeninos), todos ellos de una gran calidad humana y espiritual. Nos ha acompañado como facilitadora
Miriam Subirana. El curso se ha
desarrollado a partes iguales en español e inglés. Han sido 18 horas de
trabajo. Apenas hemos dedicado tiempo a la teoría. Learning by doing. Se aprende haciendo. No es ahora el momento de
desentrañar las bases filosóficas, psicológicas y teológicas de un método como
éste. Quizás en algún momento me anime a proponer a los amigos del Rincón que viven en el entorno de Madrid un taller de aprendizaje durante un fin de semana. Lo que ahora me interesa es
compartir lo que me parece más inspirador para afrontar el momento presente.
Por lo general, cuando queremos
cambiar solemos adoptar un punto de vista clínico, nos comportamos como los
médicos que preguntan: “¿Qué le duele
a usted?”. Quizás no somos conscientes de que si partimos siempre de los problemas, de lo que no funciona,
generamos una gran negatividad. Aguzamos la mirada para fijarnos solo en lo
negativo, para quejarnos de lo mal que van las cosas: en nosotros, en la
familia, en la sociedad y en la Iglesia. En el mejor de los casos, tal vez
podamos encontrar una medicina para paliar esta enfermedad, pero no
desarrollamos todo el potencial que llevamos dentro. La Indagación Apreciativa no parte de los problemas o de los desafíos
sino que pretende indagar en lo
que funciona bien en nuestra vida con objeto de apreciarlo (de ahí el nombre del método), potenciarlo y lograr una
visión personal y colectiva que cree entusiasmo y active todos nuestros
recursos personales y comunitarios. El método se articula en diferentes pasos.
Quiero subrayar el que nos invita a soñar. En una época tan pragmática como la
nuestra, los sueños tienen mala prensa. Parecen el pasatiempo de quienes no
tiene otra cosa que hacer. Pero cualquiera que conozca cómo somos los seres
humanos sabe muy bien que no hay modo de comprometerse en un proceso de cambio
sin dejar volar la imaginación, sin traspasar los límites de lo que ya tenemos,
sin salir de nuestras zonas de comodidad y rutina.
Los grandes líderes
-comenzando por Jesús de Nazaret- han sido siempre unos grandes soñadores. A José, sus
hermanos lo conocían como “el soñador” (cf. Gn 37,1-36). Martin Luther King
pasó a la historia con su famoso I have a dream, pronunciado
en Washington el 28 de agosto de 1963. También han soñado Mahatma Gandhi, Nelson
Mandela, Steve Jobs
y muchos otros. Hasta el grupo sueco Abba nos enseñó a bailar al ritmo
de I have a dream (“Tengo
un sueño”). Si no soñamos, no vivimos, nos limitamos a gestionar los problemas
del presente con una visión roma que no produce la energía suficiente para
seguir caminando con esperanza. Si algo he aprendido en el taller del fin de semana
es que las mejores respuestas a las situaciones de la vida no aparecen cuando
las buscamos con ansiedad y prisa, sino
cuando, en un clima de libertad y creatividad, dejamos que la mente y el
corazón vaguen sin rumbo, traspasen las barreras de la rutina, aprendan a
soñar. Los sueños son el terreno de la revelación de Dios. Toda la Biblia está
atravesada por esta convicción. Los proyectos pertenecen a los hombres; los
sueños vienen de Dios. Cuando nos limitamos a proyectar cosas, creemos que todo
lo podemos controlar. Cualquier error lo interpretamos como fracaso. Cuando nos
dejamos llevar por los sueños, todo puede suceder. ¡Hasta los errores forman
parte del sueño! Hace tres siglos, a nadie se le ocurría “proyectar” una
máquina voladora. Solo algunos soñadores se atrevieron a imaginarla. Hoy, los
ingenieros aeronáuticos, fabrican aviones velocísimos y confortables que algunos intrépidos se atrevieron a
soñar hace siglos. ¿Y tú? ¿Te atreves a soñar en medio de tus preocupaciones?
Te animo a organizar ese encuentro para "soñar" o enseñarnos a soñar. Gracias por la idea y por la iniciativa que seguro acometes en algún momento. Un abrazo
ResponderEliminarBrigida
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