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jueves, 13 de abril de 2017

Comerlo para servirlo

Todos los años, inexorablemente, se alzan voces críticas en los periódicos para denunciar el montaje de la Semana Santa. No importa que se comience hablando del mito de Poncio Pilatos, del mito de Jesús, de la invasión de las vías públicas con las procesiones o de los dineros que mueven las cofradías en algunos lugares. Al final, se empiece por donde se empiece, se quiere llegar siempre a la misma conclusión: Esto del cristianismo es un cuento. Déjenme en paz y dedíquense a otra cosa. Como es lógico, a esta conclusión se llega después de intrincados estudios científicos que desmontan sin ningún género de duda la mentira sobre Jesús fabricada por la Iglesia para conservar sus privilegios y mantener a las personas en un permanente estado de infantil dependencia. 

¿Cuántos siglos lleva sonando este disco? ¿No se les ocurrirá algún argumento nuevo para que no suene todo a monserga enlatada? Cualquier artículo de un periodista aficionado o de un sedicente investigador adquiere más resonancia que los trabajos concienzudos que miles de estudiosos en todo el mundo (arqueólogos, historiadores, exégetas, sociólogos, teólogos) llevan décadas desarrollando y que han producido notables avances, la mayoría de los cuales no son conocidos por el público. En fin, esto no tendría mayor importancia si no fuera porque erosiona la confianza de los que no disponen de información suficiente para contrarrestar la sarta de mentiras o medias verdades que se difunden a través de internet. Sobre los comentarios de muchos lectores en los foros digitales prefiero no hablar. Representan, por lo general, un muestrario de tópicos rancios combinados con frases de mal gusto, bastante odio y… muchas, muchas faltas de ortografía (como diría Gloria Fuertes con una sonrisa socarrona).

¿Cómo vivir estos días con verdad y profundidad? ¿Cómo tener una experiencia significativa del misterio pascual? ¿Es necesario retirarse a un monasterio y compartir la liturgia con los monjes? ¿Hay que apuntarse a una de esas innumerables Pascuas especializadas que se organizan en diversos lugares? ¿Qué podemos hacer? Recomiendo tres caminos al alcance de todos nosotros: leer en casa los relatos evangélicos de la pasión de Jesús, participar en las celebraciones litúrgicas de nuestra parroquia o de una iglesia que cuide la liturgia y reservar tiempos prolongados de silencio (en casa, en una iglesia, paseando por el bosque, etc.). Lo demás se irá produciendo como fruto maduro. La verdad no necesita aditamentos. Llega directa al corazón cuando creamos las condiciones mínimas para acogerla. El Domingo de Ramos hablé de tres Semanas Santas en una. Los enfoques son diversos, pero el misterio es el mismo: la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo.

Todo comienza con la misa “in coena Domini” en la tarde del Jueves Santo, que es como la obertura de todo el Triduo Pascual. La liturgia nos presenta a Jesús celebrando una cena de despedida con sus amigos. Bendice el pan y el vino, los reparte y les pide que sigan haciendo ese gesto en memoria suya. En el relato de Juan que se lee en el Evangelio, Jesús les lava los pies. Hay una Eucaristía ritual (basada en el simbolismo del pan y del vino como expresión del cuerpo y la sangre de Jesús) y hay una Eucaristía existencial (que traduce la entrega del cuerpo y la sangre en actitud de amor y servicio). Ambas están unidas. No pueden separarse. Hay otros muchos detalles que Fernando Armellini nos explica con maestría, pero yo quiero concentrarme aquí.



En nuestro camino cristiano hablamos mucho de escuchar a Jesús para seguirlo. Su palabra se convierte en una guía para nuestro camino. Escucharlo es esencial porque “la fe viene por el oído”. Quizás hablamos menos de comerlo. La expresión suena fuerte, casi con resabios antropofágicos. Por eso la evitamos. Comer a Jesús significa entrar en profunda comunión con él a través de los símbolos que él ha escogido: el pan y el vino. Si acabamos siendo lo que comemos, quien se alimenta de él, acaba transformándose en él. Por eso, no hay verdadera transformación espiritual sin Eucaristía. No es un capricho nuestro. Él lo ha querido así. Cada año que pasa se me hace más atractivo este misterio. No solo escuchar a Cristo (liturgia de la Palabra) sino comerlo (liturgia de la Eucaristía).

Uno se hace pan para ser comido, no para ser conservado en una panera o un frigorífico. Un hombre o una mujer eucaristizados son pan para el mundo, carne de entrega, servidores profesionales. Lavar los pies es otro símbolo de ese abajamiento que supone ponerse a disposición de los demás, estar siempre disponible, no convertir la propia agenda en la última palabra; en definitiva, ser libres para servir. Tanto en el caso del pan y del vino como en el caso del lavatorio de los pies, Jesús termina diciendo parecidas palabras a sus discípulos: “Haced vosotros lo mismo”. Tenemos, pues, una síntesis del camino cristiano. Con Eucaristía y servicio hecho detalle concreto sabemos cómo afrontar la vida. La experiencia me dice que cuando separamos estos dos elementos que Jesús ha querido unir, comienzan los problemas espirituales. Servir sin el alimento de la Eucaristía acaba siendo un esfuerzo titánico que nos desgasta. Celebrar sin servir acaba convirtiéndose en una rutina que nos vacía. Que no separen nuestras ideologías o nuestras inconsistencias lo que Jesús ha querido que permaneciera unido.

Dentro de unos minutos iré a la basílica de san Pedro para celebrar con el papa Francisco y miles de sacerdotes de todo el mundo la Misa Crismal. Daré gracias a Dios por haberme llamado al ministerio presbiteral en un día en el que la Iglesia celebra también –en íntima relación con la institución de la Eucaristía y el mandamiento del amor– la institución del ministerio ordenado. Quisiera ser un hombre al servicio de estos dos tesoros que Jesús ha dejado a su Iglesia. Os pido una oración por mí y por todos aquellos que, sin mérito por nuestra parte, hemos sido llamados a servir al mundo y a la Iglesia a través del ministerio.




6 comentarios:

  1. Mi oración ya la tienes. Mi solidaridad y unión también.

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  2. Alejandro J- Carbajo, C.M.F.13 de abril de 2017, 9:02

    Rezamos desde Rusia.

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  3. Gonzalo, cuenta con mi oración. Oro por ti y doy gracias por tu vida y por tu ministerio que te lleva al servicio de todos... Gracias por tu testimonio.
    Gracias por tu reflexión.

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  4. Hubiera dado algo de mi para poder haber participando en tu misa crismal y dejar que la presencia de Cristo hubiera entrado en mi espiritu. Un abrazo

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  5. Una plegaria por los hermanos presbíteros que han perdido el sentido por abuso del mismo o por desaliento en su vocación

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  6. el amor, el perdon, la compasion
    amigos, hermanos, servidores
    sin miedo, confiados, cercanos
    tres en uno ... feliz PASCUA!

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