Hoy el centro de
Roma está blindado. A las 10 de la mañana comenzará en el Capitolio la
ceremonia que reúne a todos los líderes de la Unión Europea para celebrar el 60
aniversario de los Tratados de Roma que
dieron origen a la actual Unión. Ayer, los 27 se reunieron con el Papa en el
Vaticano. Aunque es un poco largo, merece la pena leer con calma el Discurso
del papa Francisco. En él se afirma que la Unión está en un momento
crítico, pero no terminal. Para hacer de la crisis una oportunidad, es necesario
reconocer que “Europa no es un conjunto
de normas que cumplir, o un manual de protocolos y procedimientos que seguir.
Es una vida, una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad
trascendente e inalienable y no sólo como un conjunto de derechos que hay que
defender o de pretensiones que reclamar”. ¿Cómo superar la actual crisis?
El Papa sintetiza su pensamiento en estas palabras: “La respuesta la encontramos precisamente en los pilares sobre los que
ellos han querido edificar la Comunidad económica europea y que ya he
mencionado: la centralidad del hombre, una solidaridad eficaz, la apertura al
mundo, la búsqueda de la paz y el desarrollo, la apertura al futuro”.
Hoy este blog alcanza las 400 entradas y se va
acercando a las 100.000 visitas. A lo largo de los meses pasados me he referido
en bastantes ocasiones al presente y al futuro de la Unión Europea en diversas entradas. Es un tema
que me interesa y me preocupa porque la historia de Europa contiene muchos
virus de violencia y bastantes semillas de paz y prosperidad. Si predominan los
primeros, estamos expuestos a nuevos conflictos. Si cultivamos las segundas, podemos
crear sociedades pacíficas, prósperas, democráticas, abiertas y solidarias. Me
cuesta mucho entender el atractivo que ejercen en muchas personas los
nacionalismos cerrados, el reclamo de la tribu, la tendencia a la cerrazón,
porque eso significa caminar a contrapié del dinamismo de la vida, que es siempre
expansivo e inclusivo. Cada vez que una persona, un grupo o un país se cierran,
comienzan a cavar su propia tumba. No es cuestión de ideologías sino de vida.
Hoy, por último,
celebramos la fiesta litúrgica de la Anunciación del
Señor. También se podría denominar la fiesta de la vocación de María. La
Iglesia celebra que el Hijo de Dios se encarnó en el seno de una joven galilea.
Sobre este hecho, Lucas construye un bellísimo relato en forma de diálogo. Aunque
se refiere a la experiencia de María, puede ser aplicado a todas las
experiencias vocacionales.
Ella vivía en un pequeño pueblo de Galilea llamado
Nazaret. Hacía lo que todas las jóvenes de su edad: trabajar por el día y soñar
por las noches. Tú vives en una ciudad grande, poblada de casas y de semáforos.
O tal vez en un pueblo pequeño donde hay montañas o trigales, muchos ancianos y
pocos niños. Haces lo que tus amigos: estudiar o trabajar de lunes a viernes y, cuando se
tercia, disfrutar del fin de semana. Ella, a los trece años, ya tenía sus
planes, como cualquier muchacha judía: era la prometida de un artesano llamado
José. Soñaba con casarse con él y tener una familia numerosa. Tú también tienes
tus planes, aunque quizá no muy precisos. Sueñas con terminar la carrera y no
estar demasiado tiempo en las listas del paro. Te sientes a gusto con tu pareja
y juegas a imaginar el futuro.
Ella, sin saber cómo, sintió que Dios se colaba
en su vida de una manera muy especial, que le hablaba como no lo había hecho
nunca. Tú hace tiempo que sientes un ronroneo que no acabas de explicarte. Es
como si Dios, al que llevas rezando desde tu infancia, cobrase un rostro nuevo.
Lo sientes más cercano y seductor que nunca. Ella se asustó un poco porque no
entendía lo que le estaba sucediendo: ¿Qué
quiere Yahvé de mí, pobre muchacha de pueblo? Tú, en medio de la alegría,
empiezas a sentir preocupación: ¿Y si
Dios me estuviera llamando a orientar mi vida de otra manera? Hay días en
que te parece verlo con claridad. Otros, todo es un laberinto: ¡Tonterías, Dios no puede ser un
aguafiestas! Lo pasas mal: ¡Con lo
bien que estaba antes, cuando todo se reducía a ir a la parroquia el domingo y
a leer el evangelio por las noches! Ella experimentó el favor de Dios, la
invitación a vivir esta novedad sin temor. Empezó a intuir lo que Dios estaba
queriendo de ella. Tú, en medio de la niebla, empiezas a comprender en qué
consiste eso de la llamada. Te das
cuenta de que no se trata de ninguna voz misteriosa. A veces, la percibes
cuando celebras la eucaristía o lees la Biblia. Otras, cuando hablas con
algunas personas o paseas en solitario por las calles de tu pueblo o ciudad.
Tal vez Él te esté llamando a vivir un matrimonio diferente, o a ser sacerdote
para la comunidad en estos tiempos de escasez, o a seguirlo como consagrado,
como religioso o religiosa.
Ella no se sentía digna del proyecto de Dios, le
parecía que no estaba a la altura de las circunstancias: ¿Cómo puede pensar en mí para ser madre del Mesías si ni siquiera tengo
relaciones con un hombre? ¡Esto es absurdo! Tú te deshaces en preguntas: ¿Por qué precisamente yo y no cualquier
otro? ¡Pero si yo no he movido un
dedo, si soy una persona normal! Además, tengo muchas limitaciones: mi
carácter, mi edad, mi preparación, mis heridas ... Ella sentía que no era
cuestión suya, sino del Espíritu, que Dios hace posible lo que resulta
humanamente imposible. Tú empiezas a entender que la vocación no es algo que tú
manejas a tu antojo, un asunto de “me gusta/no me gusta”. Te vienen a la
memoria las palabras de Jesús: “No me
habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros”. Ella,
al final, consciente de su pequeñez, pero feliz por el favor de Dios, dijo: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí
como tú dices”. ¿Y tú? ¿Qué dices tú?
Por cierto, la
bandera de la Unión Europea está formada por un círculo de doce estrellas sobre
fondo azul. Las estrellas no se corresponden –como algunos imaginan– con el
número de países. De hecho, hay solo 12 estrellas mientras que los países
miembros son 28 (todavía está dentro el Reino Unido). Este símbolo se tomó del libro del
Apocalipsis: “Una gran señal apareció en
el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de
doce estrellas en su cabeza” (12,1). La Iglesia ha entendido que esta mujer
es María. Hay, pues, una secreta –y desconocida– conexión entre la Virgen y
este continente que recibió el don de la fe cristiana hace más de veinte
siglos. ¿Pasará el futuro por un redescubrimiento del papel de la Madre en la construcción de la casa común? Europa está sembrada de santuarios marianos que unen a las personas de todo el continente y del mundo entero: Zaragoza (España), Lourdes (Francia), Fátima (Portugal), Loreto (Italia), Częstochowa (Polonia), Mariazell (Austria), Walsingham (Inglaterra), Kevelaer (Alemania), Medjugorje (Bosnia-Herzegovina) y muchos otros más. Hay, pues, una red mariana que crea lazos de fraternidad más allá de los mercados y los parlamentos.
P. Gonzalo: muy bueno hoy su blog, como siempre. Felicitaciones por las estadísticas, son buenos frutos. Un saludo fraterno desde la paz que, a pesar de todo, me regala el Señor. Saludes a los demás hermanos.
ResponderEliminar