Aunque hace más
de cuatro años que se lleva hablando de Alepo como uno de los
principales campos de batalla de la guerra de Siria, en los últimos días ha
saltado de nuevo a la actualidad porque las tropas gubernamentales han reconquistado la ciudad
a los rebeldes. Parece que esto puede significar el fin de las hostilidades,
pero queda todo por hacer en una ciudad arrasada que se ha convertido en un
nuevo símbolo de la barbarie humana. En la
Carta de los Hermanos
Maristas de Alepo, fechada el pasado 12 de diciembre, leemos: “Se escuchan voces que hablan de que antes
de Navidad toda la ciudad de Alepo estará reunificada. Esperamos que ello
signifique el fin de las hostilidades, el fin de la pesadilla, el fin del
terror y, especialmente, la instauración de la paz tan esperada desde hace casi
cinco años”. En el momento de escribir estas líneas, me entero de que se
ha reanudado la evacuación tras los ataques a un convoy en la zona
controlada por el régimen de Bashar al-Asad.
Muchos analistas concuerdan en que las
riquezas de Alepo han significado su condena. Todos querían hacerse con
la ciudad más rica de Siria. Una vez más, la codicia está en el origen de la
mayoría de los enfrentamientos humanos.
No conozco con detalle
todo lo que está sucediendo en Siria. Por otra parte, como sucede en toda
guerra, es difícil acudir a fuentes independientes. Los intereses de cada parte
sesgan y controlan los datos. La propaganda sustituye a la información. Pero,
más allá de las interpretaciones, hay un hecho claro: miles de personas inocentes
han sufrido y muerto a causa de la guerra. Esto sucede en los primeros años del siglo XXI, cuando
disponemos de muchos medios para resolver los conflictos de manera no violenta.
Alepo es el reverso de Belén. Dentro de unos días celebraremos, un año más, el
nacimiento de Jesús en Belén, la ciudad de
David. Y volveremos a cantar, casi como un mantra, Noche de paz, a
sabiendas de que la guerra sigue viva en muchos puntos calientes del mundo, no
solo en Alepo o en Siria. Y entonces volveremos a experimentar la crisis de
todos los años: ¿Merece la pena cantar a la paz cuando el mundo sigue en
guerra? ¿Qué ha aportado Jesús, el Príncipe
de la paz, a la resolución de los conflictos si, a lo largo de estos veinte
siglos desde su nacimiento, se han sucedido innumerables guerras, muchas de ellas
en su nombre? ¿Es más poderoso el instinto bélico que la paz que él trae? El próximo
día 1 de enero de 2017, el papa Francisco nos invitará a practicar “la
no violencia: un estilo de política para la paz”. ¿Caerán sus palabras
en el vacío?
Alepo se ha
convertido en símbolo de una violencia que no está demasiado lejos de nosotros.
A otra escala, se da en las familias que rompen relaciones por causa de una
herencia, en amigos que dejan de serlo por cuestiones laborales, en matrimonios
que se agreden por culpa de los celos, en países que se afirman odiando a los
demás, en empresas que no dudan en recurrir a cualquier método con tal de
obtener mayores beneficios… Es como si el ser humano tuviera una contraprogramación
para la guerra. Solo quien experimenta a Dios como fuente de su paz no necesita
recurrir a la violencia para vivir sereno, para no ver a los demás como
competidores sino como hermanos. La semilla de Belén tiene que acabar
fructificando en Alepo.
La antífona de hoy, 20 de diciembre, presenta al Mesías como Llave que abre y nadie puede cerrar. Le pedimos a Jesús que nos libre a todos los que vivimos en tinieblas y en sombras de muerte, a quienes tenemos la impresión de que la vida es una cárcel. Hay muchas personas que no encuentran motivos suficientes para levantarse cada mañana, que se sienten prisioneras de la depresión o la desesperanza. En este tiempo de Adviento, Jesús viene a sus vidas como llave. No es una llave mágica que abre cualquier puerta. Es la llave que abre la puerta de la salvación.
La antífona de hoy, 20 de diciembre, presenta al Mesías como Llave que abre y nadie puede cerrar. Le pedimos a Jesús que nos libre a todos los que vivimos en tinieblas y en sombras de muerte, a quienes tenemos la impresión de que la vida es una cárcel. Hay muchas personas que no encuentran motivos suficientes para levantarse cada mañana, que se sienten prisioneras de la depresión o la desesperanza. En este tiempo de Adviento, Jesús viene a sus vidas como llave. No es una llave mágica que abre cualquier puerta. Es la llave que abre la puerta de la salvación.
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